Elementos filtrados por fecha: Octubre 2020
...Y STALIN EL POETA (Fragmento) Roberto López Moreno / Texto crítico escrito por Mario Rivera /
...Y STALIN EL POETA
(Fragmento)
Roberto López Moreno
Texto crítico escrito por Mario Rivera
El poeta Soselo (seudónimo literario de José Stalin) acaba de decir desde el papel uno de sus poemas.
El poeta Basilio Coronado dedicó toda la tarde a realizar la glosa de los poemas que conforman su apasionada “atención” desde hace meses. Sobre su mesa de trabajo han sido consideradas una y otra vez las piezas literarias de Federico García Lorca, Guillaume Apollinaire, Welhelm Küchelbeker, Rainer Marie Rilke… que han constituido su apasionada reflexión. Los poetas de diversas partes del mundo unidos por la muerte que es la vida en este juego de espejos encontrados.
Su mirada atenta es una combinación de apasionamiento y raciocinio acerca de esas piezas. Toda la poesía del mundo reunida de manera simbólica en los materiales que ha estado analizando con verdadero fervor lo mantiene con los ojos abiertos, sin el menor rasgo de fatiga no obstante las largas horas que ha pasado sin dormir, haciendo en esas largas horas de empeño, consideraciones y ajustes conceptuales. García Lorca, Apollinaire… cada uno un universo y todos, el universo.
Basilio Coronado poeta de ensortijada pelambre entrecana trabaja en el interior de una reducida kómnata con penetrante olor a encierro intelectualizado, en la parte en la que se reduce la gran avenida de Kalinin hasta convertirse en una apacible calle en dirección a la muy cercana Plaza Roja (Kráshnaya Plochard). En tan breve espacio conviven libros de todas las edades. Y el poeta Coronado las vive todas. Mientras esas edades lo viven a él, de verso a prosa y viceversa.
“Los cien enamorados / duermen para siempre / bajo la tierra seca. / Andalucía tiene / largos caminos rojos. / Córdoba, olivos verdes / donde poner cien cruces / que los recuerden. / Los cien enamorados / duermen para siempre”. Coronado visualiza a García Lorca zapateando una danza en la que combailan el poeta y el esqueleto que le recuerda que la vida es una organización de huesos nacida para la salud del músculo.
Clasifica. “La muerte / entra y sale / de la taberna. / Pasan caballos negros / y gente siniestra / por los hondos caminos / de la guitarra. / Y hay un olor a sal / y a sangre de hembra, / en los nardos febriles / de la marina. / La muerte entra y sale / y sale y entra / la muerte / de la taberna”. El pequeño cuarto impregnado de humedad aprisiona las imágenes que se desprenden de los papeles clasificados y después se abre para que las ideas se liberen hacia los rumbos cardinales. En las paredes, en partes forradas por recortes de periódicos tintados con letras cirílicas y en partes adornadas con fotografías vociferando a viejo dominan escenas de actos políticos en los que la muchedumbre y sus líderes son un mismo nudo sobre el que se desliza la humedad.
Basilio Coronado, el poeta, echa la cabeza para atrás, como queriendo descansar alguna fatiga que le asolara la nuca. Así permanece durante varios minutos para después volver a su posición original, sentado frente al reducido escritorio de madera en donde no cabe ni un papel más. Fija la vista en las fojas en las que ha estado trabajando. Distingue entre la penumbra de buhardilla a medio día los nombres de los poetas tratados, Federico García, Rilque, Wilhelm Guillaume, aprendiendo de ellos la salud de la muerte, mostrada por esos escritos recogidos de diferentes caminos literarios.
Coronado viene de las consideraciones pertinentes; ahora está en el momento de las reconsideraciones. Lee con emoción pero también con detenida atingencia. La muerte en movimiento, el poema avanzando inexorable.
Un estruendo. La traición. Ahora el poeta hace un gesto de angustia. Algo lo sofoca al grado de que los ojos parecen salírsele de las órbitas. Se lleva una mano al pecho. Trata de toser pero es endeble la expectoración por su boca convertida en mueca en unos cuantos segundos. Con la otra mano parece apretarse el cuello. Son segundos de tránsito angustioso. Finalmente su torso se dobla y la cabeza cae sobre los poemas. En medio de aquella soledad entre papeles, el cuerpo de Basilio Coronado, el poeta, adquiere un pesado reposo. El poeta ya no respira. El poeta ya no alcanza a tocar sus legajos. El poeta ya no clasifica ningún texto. El poeta acaba de fallecer.
Mañana, cuando sean las 13 horas del 25 de diciembre de 1991, Mijail Gorbachov informará al mundo que la Unión Soviética ha dejado de existir. La bandera roja será arriada de los mástiles del Kremlin.
EL CANTO A STALINGRADO DE LÓPEZ MORENO
Mario Rivera
“Y Stalin el poeta”, la reciente novela –inédita— de Roberto López Moreno es el testimonio de que, así como hubo en México entre la clase media una “generación del 68”, hubo también otra que, entre los intelectuales, se reconoció en torno a la batalla de Stalingrado y a su jefe máximo, el gran Josif Stalin. Es también, sin lugar a dudas, centralmente un canto a Moscú, ciudad de los sueños eternos del autor.
si yo no conociera a Roberto, casi podría asegurar que con su búsqueda de la poesía de Soselo el poeta planeó con perversión de ajedrecista del verbo una respuesta demoledora y contundente al Leonardo Padura de “El hombre que amaba a los perros”. Como si le dijese, mira, muchacho, te voy a enseñar la libertad de las letras y cómo tus mayores le cantaron a Stalin. Hombres pluma de carne cuyas voces valen más que tus mentiras trotskistas. Comenzamos con el gran poeta Pablo Neruda, a quien, tú, gusano, no le llegas ni a los tobillos. Y nos seguimos con Alberti y con Miguel Hernández y con Efraín Huerta y Nicolás Guillén y el gran gran grandísmo Juan Bautista Villaseca, de quien no quedó ni rastro entre tantos poetas con guantes….
con esas voces de poetas va armando el poeta su propio canto al tata, padrecito Stalin, de quien descubre en la marcha de su oda libre en tonos líricos que es, a su vez, el más grande de todos los poetas. Escrito siguiendo el cauce de Schostakovich, describiendo sus sonoridades de nieve. La música soviética. El otro testimonio de cómo el socialismo cruzó el cosmos y se aposentó en el espacio. Cuenta también el verso lo de los altavoces con la séptima en Stalingrado, sostiene que es esa música por sorpresa la que derrotó a los nazis, pues, al quebrarles sus coordenadas, los paralizó de miedo.
es como Virgilio haciendo el recuento de su vida frente al malecón de La Habana: un recuerdo que vuela de Moscú al Cerro de la Estrella y que incluye la reconstrucción arqueológica del rito de la iniciación en el personaje que se derrite desde las cejas convertido en mierda para renacer renombrado con otra identidad más un vuelo histórico-aéreo con la pluma sobre el antiguo altiplano de xochimilcas, texcocanos, tlatelolcas y también de por el rumbo de Azcapotzalco.
en otros momentos, la voz del poeta penetra el secreto de las ecuaciones de la lujuria. Su lengua zarandea el clítoris enhiesto de su amada. Escupe en su sexo y lo penetra como serpiente furiosa despeinada. Hielitos de vodka que se estrellan sobre el cristalino vaso. Risas estruendosas de cuando uno toma medicinas. Muecas. Contorsiones. Viejos fantasmas deambulando por entre las cortinas de humo para ocultar que también ya cruzaron por el rito de iniciación en el que mudas de nombre y te conviertes en caca. Fantasmas que ayer fueron guerrilleros y hoy se mimetizan en los escaparates de los aeropuertos para no ser reconocidos por nadie. Hace tiempos que están muertos. Y ahí es donde se cuelan los gritos de estudiantes. Chorrean de sangre. Son los zombies del dos de octubre que vienen escurriéndose desde el templo de los sacrificios, para después desperdigarse por el mundo, por los aeropuertos. Moscú, San Petersburgo, Londres, Ciudad de México, Caracas. La traición. La constante y persistente traición. La ensangrentada traición. La traición babeante y sin dientes.
pero al poeta le restan ganas de seguir volando. Sabe que en Juárez y Xocotla se halla el pico más alto del cerrerío de Tlalpan. Allí, en otros tiempos, trepando en bicicleta, sería capaz de describir los remolinos que se forman en la planicie desértica de lo que ayer fueron bosques.
¿son trazos gaseiformes de la vida como en las novelas neblinosas del cubano Enrique Labrador Ruiz? ¿puras ganas de suspenderse hasta la muerte en el goce del canto? ¿homenajes a Homero, a Lenin y a la Biblia, a Jacinto Canek? Un trazo de lo que fue la vida… Ofrenda de artesanos.
(10 de agosto de 2020)
((va por tu cumpleaños, Y no se me podía pasar que en la página 27, si mal no recuerdo, haces una mención de mi hermano Cuauhtémoc Rivera))
Imágenes de Tehuantepec / César Rito Salinas /
Imágenes de Tehuantepec
César Rito Salinas
Ese
círculo que
forman las sillas
Alberto Blanco, EMNBLEMAS
Para Angélica Ambrosio
I
Ella juntaba las hojas secas,
las ramas del árbol.
Cuando llegaba la nube de zancudos
-tarde bermeja-,
ella encendía el fuego.
Por la tarde juntaba a sus hijos en el patio.
Junto al humo,
amorosa los protegía de los zancudos.
II
¿Qué puedo decir de la sopa de lentejas?
Cuidó mi infancia de huérfano.
Nada sabía de quiebras económicas,
huracanes nivel 5,
desgracias.
Cuando tembló en el 17,
entre ruinas, comí lentejas.
No pude encontrar nada mejor a la hora del derrumbe.
III
De vez en cuando me arrimo al fuego,
el humo trae de vuelta las certezas.
IV
Incompleto puedo poner palabras,
tarde bermeja.
V
Con el paso de años busco el verano
de las blusas holgadas,
los aguaceros repentinos,
las huellas de la mujer en la habitación.
Tarde bermeja,
nada mueve la nube de zancudos
que vuelven con el aire.
Sobre Suite en la Palabra de Marizela Ríos Toledo --por Daniel Olivares Viniegra--
Sobre Suite en la Palabra de Marizela Ríos Toledo
--por Daniel Olivares Viniegra--
Conocemos a Marizela Ríos Toledo porque es originaria de Juchitán de Zaragoza, Oaxaca, México. Docente con especialidad en Lengua y Literatura Españolas por la Escuela Normal Superior de México y porque sus textos aparecen en diversas antologías editadas en México, Perú, Uruguay, España y Canadá; porque colabora igualmente en revistas nacionales e internacionales, y ha participado en Encuentros de Poesía en México, Cuba, Costa Rica, Nicaragua, Chile, Venezuela, Perú, España, Francia y Marruecos…
Sabemos también que es autora de Especialista en soledades (1999), Porque nací del sur (2000) y Ad Libitum (2016), todos disponibles en editorial Praxis…
Pero además –y ante todo– porque, ya en lo individual o compartiendo espacios como integrante del colectivo Humo Sólido (esto apenas en el tiempo reciente), la hemos visto profesar su labor de poeta-juglar (y aeda) en las más diversas plazas y contextos, prodigando siempre su abierta sensibilidad y amistad, esto siempre con una humildad y en ocasiones timidez casi incomprensibles, y del todo ajena a la estridencia o los desplantes de muchos otros “entes” que de pronto se atreven a subir presuntamente a performancear en los escenarios, lo cual no quiere decir que por ello la propuesta de Ríos Toledo no termine casi siempre seduciendo y hasta encantando a los más distintos auditorios.
Por otra parte, en otros momentos ya he dicho que en el trabajo antiguo y presente de Marizela resulta destacable ante todo por su afán de virtuosismo, mediante el cual recupera y ejecuta con acierto modelos de la poesía hispánica tradicional, en su vertiente más culta, remontándonos –y sin ir más lejos– hasta Sor Juana Inés de la Cruz, pero sin dejar de abrevar con denuedo en la lírica popular y sin desdeñar tampoco importantes aportes de las vanguardias.
En ese amplio espectro destaca(n) y luce(n) sus raíces ancestrales, su herencia mixteco–zapoteca y su consecuente musicalidad, en conjunción con los aportes ideológicos o líricos principalmente de los grandes gigantes de la América nuestra: Neruda, Pellicer, Vallejo, Guillen, Benedetti, los poetas estridentistas, y muchísimos más de esos a quienes se pretende encasillar como hacedores de poesía social.
De ese tipo (poesía social) por lo demás es la poesía de Marizela, o al menos a ello pundonorosamente aspira (de manera amorosa y sin pena alguna ¿o por qué habría de tenerla?), si bien, por supuesto, sólo en alguna vertiente de su obra.
Las influencias complementarias siempre ostensibles (nada ocultables tampoco) le vienen de su asimilación para con los planteos y ejercicios de la nueva y la vieja canción latinoamericana y asimismo su vertiente folclórica remota. Por ello no es extraño que sus poemas sean musicalizables es decir que hayan nacido como canciones o para convertirse en ellas.
Pero más allá de lo hasta aquí anotado, la pureza, la fuerza y el sustento de su poesía se demuestra y se devela –un tanto mejor quizá– una vez que uno la decanta también de la teatralidad con que gusta de revestirla mediante sus ejecuciones; si bien éstas para nada estorban o son el vehículo que ha seleccionado para junto con el excelente guitarrista Humberto Adam y en ocasiones acompañada por la excepcional cantante Martha Isabel, prodigar también el gusto por la literatura y el arte por los más disímbolos escenarios.
Y digo todo esto porque más allá de aplaudir algunas de sus puestas en escena, estoy convencido de que también en la lectura individual, atenta y silenciosa, la voz poética, la poesía natural y desnuda de Marizela, adquiere por sí misma y de manera categórica, la cualidad íntima de lo perdurable.
En cuanto al libro Suite en la Palabra que muy recientemente se presenta tengo a bien meramente acotar también lo siguiente:
Considero que reducir al caligrama ( europeo u occidental)
La influencia del qehacer creativo de propuestas como la de marizela
Es dejar de lado una larga tradicion en la que confluyen
Todas las escrituras ideogramáticas
Y otras mas alquimicas
Como las muy conocidas:
Las orientales (la japonesa, la china, etc.),o bien la hindú,
amén de la musulmana,
o bien las que remontan a la jeroglífica egipcia
sin descartar inclusive la criptología medieval…
Pero debe atenderse también a las de
nuestras culturas precolombinas
con las cuales la autora sin duda se siente también
y mucho más identificada.
Escrituras en las que, además,
la relación letra-vocablo (por tanto pintura más música)
o bien letra objeto designado
(por tanto forma física, más pintura más declinación e intención emocional)
o bien letra concepto (por tanto abstracción y vínculo con lo filosófico o lo sagrado),
más relieve
(por tanto relación escultórica y también aspiración arquitectónica)..
ya en sus unidades mínimas
o en sus particulares escalas de medida,
ya en su significación general o desdoblada en alguna superficie
sólo por necesidad acotada(s).
devienen nuevamente resignificación
o mejor dicho significación des//doblada
y potencializada
mil y una o más veces..
es decir, aspiración de integralidad:
¡¡¡UNIVERSO TODO!!!
(Signos aleph), (ojos ventanas),
(encadenación-reflejo y proceso),
(vörtice, éter, comba sideral y abismo),
perspectiva poliédrica, y símb(o)lo(s) únicos a la vez que
repetición
re-petición
...
infinita
∞
lo mismo de lo sacro que de lo profano...
o de todo eso que es igualmente arte y artificio
-simple estética insuflada-
barro divino y humano
que tiene si acaso como tarea
dejar apenas una
i
n
c
i
s
i
ó
n
un dejo de algún leve quehacer trascendiendo e imprimiendo así
artesanalmente
huella en el mundo
Todo lo cual no deja de ser pertinaz búsqueda del asombro de los que sabemos ver esa flor en la propia letra, las letras o los signos… pero también su transparencia, en su infinita elevación y/o su sombra inclusive tras del más oscuro muro.
***
Marizela Ríos Toledo, Suite en la Palabra, México, Praxis, 2019.




POEMAS DEL PROFUNDO ESPANTO / M. LECUMBERRI /
POEMAS DEL PROFUNDO ESPANTO
M. LECUMBERRI
Me lavo en el rocío y valles en el brillo de tu fuego, mi señor.
El Galdrabók
Misterio de pensar en nada
Mi madre bebía
Como una piedra
Y volaba en círculos.
+
Bajo por un café todas las mañanas
En un elevador amarillento
Palíndrimo de la ascensión
Ruina enredada como una serpiente
Al tronco vacío del movimiento.
+
El vapor del otoño
El vapor de la luz putrefacta
La lluvia es de tierra
Y la tierra es de carne
Carne seca cubre el fango
De la tristeza otoñal.
+
A la psiquiatría debo
El lago de la penitencia
Las sesiones de golpes
Con monjas irredentas
Su espuma de opio
El Diablo en el tigre
El espejo en el Diablo
Que llora frente al mar
Donde se espesa
La soledad y el desierto
Que es un espejismo
De hierro soldado a la luz
Las tinieblas del paraíso perdido
Que azules
Mienten al señor del espejo
Al doctor Lacan.
+
Orfeo
Que vuelas como un grito
Y vacías las flores
Para que brillen las lágrimas
Dices saber
De memoria el camino de regreso
A la nada
Entre los vidrios rotos
Del espejo de Medusa
Encontraste el globo carmesí
Que aprisiona
El último aliento de Cristo
En este mundo
el que maldijo el nombre del Padre
Orfeo
Tú que conoces el regreso a la nada
Cuánto sabe la nada
De ti
Como una lágrima perdida
Entre las cerdas
De la guitarra.
+
El Diablo tiembla
Se parece al viento
Que disipa las cenizas
De los difuntos
El Diablo se enfrenta hoy
En la Arena México
Al Santo
Y se hunden como piedras
Los corazones de la lotería
Y el folclore que adulteró
El mezcal traslúcido
De su saliva.
+
Virginia Woolf como una madre alcohólica
Anarquista exanguinada
Por los guijarros y la blasfemia
Parece una gota de marfil
En mi librero
El camino inhóspito del Diablo
El fango inhóspito de Orfeo
Que mira desde sus gusanos
La tinta hojarasca en mis pupilas
La tinta silenciosa del otoño
Virginia Woolf
Repta por la pared de mi departamento
Busca en mis tazas desechables de café
Al viejo editor
Al que el viento rezaba
Pasa por mi espinilla como un gato callejero
Nebulosa y cruelmente
Virginia Woolf me guarda en su silencio.
+++
NIEVES ÁLVAREZ / Poèmes du livre “Cercana lejanía / Closer farness”/
NIEVES ÁLVAREZ
Traduction par Miguel Ángel Real
Poèmes du livre “Cercana lejanía / Closer farness”,
de Nieves Álvarez y Bina Sarkar Ellias. Edition bilingue anglais-espagnol.
Ed. Lastura, 2020
CHIFFRES
Les chiffres nous envahissent
avec leur couleur de sang et de paradis.
Les personnes sont des chiffres,
les animaux sont également des chiffres,
les mots d'amour et les promesses
que personne ne tient jamais :
recycler les ordures,
ne pas gaspiller l'eau,
protéger les oiseaux,
ne pas mettre le feu aux bois
-même si les commanditaires payent très bien-,
ne pas abandonner les chiens
ni les vieilles personnes qui à présent sont encombrantes
mais qui depuis toujours nous ont tout donné.
Les chiffres sont fatigués de compter
et les comptables font brûler à l'unisson
toutes les touches des calculettes
et le gaspillage des calculs
dans le rite cruel des suicides.
Les chiffres de la vie sur la planète sont dans le rouge.
Un vert continent de plastique et de rage
avance sur la mer des malheurs
réclamant aux morts et aux vivants
sa place dans l'histoire.
Les poissons se nourrissent
de notre déraison
et attachée à leur tristesse, ils ont
le poison qui porte notre nom.
Nous le savons, nous le commentons peut-être,
mais nous ne faisons rien et les chiffres de la planète
sont toujours dans le rouge.
NÚMEROS
Nos invaden los números
con su color de sangre y paraíso.
Las personas son números,
números son también los animales,
las palabras de amor y las promesas
que nadie cumple nunca:
reciclar la basura,
no derrochar el agua
proteger a los pájaros,
no prender fuego al monte
-aunque paguen muy bien quienes lo ordenan-,
no abandonar a perros
ni a personas mayores que ahora nos estorban
y nos lo dieron todo desde siempre.
Los números se cansan de contar
y los contables queman al unísono
todas las teclas de calculadoras
que derrochan los cálculos
en el rito cruel de los suicidas.
La vida en el planeta está en números rojos.
Un verde continente de plásticos y rabia
avanza por el mar de las desdichas
reclamando a los muertos y a los vivos
su lugar en la historia.
Los peces se alimentan
de nuestra sinrazón
y llevan amarrada a su tristeza
el veneno que tiene nuestro nombre.
Lo sabemos, tal vez lo comentemos,
pero no hacemos nada y el planeta
sigue en números rojos.
FEMME
Que veux-tu que je te dise,
ta peau et ta tendresse sentent la peur,
tu baisses le regard et le sol
est ta patrie et ta vérité.
Ne t'abaisse pas, ne cache pas
tes seins volumineux,
ton visage souriant,
ta beauté infinie,
tes envies de vivre.
La perception de l'autre t'incommode-t-elle,
ses paroles t'agressent,
ses instincts assassins te violent,
sa religion te condamne peut-être ?
Ne permets pas qu'on gâche ta vie,
qu'on parle pour toi,
qu'on embrasse avec tes lèvres,
qu'on utilise ton nom.
N'arrête pas d'être toi.
MUJER
Qué quieres que te diga,
huele a miedo tu piel y tu ternura,
oblicuas la mirada y es el suelo
tu patria y tu verdad.
No te agaches, no escondas
tus pechos abultados,
tu cara sonriente,
tu belleza infinita,
tus ganas de vivir.
¿La percepción del otro te incomoda,
te agreden sus palabras,
te violan sus instintos asesinos,
te condena tal vez su religión?
No permitas que te amarguen la vida,
que hablen por tu boca,
que besen con tus labios,
que utilicen tu nombre.
No dejes de ser tú.
SOUVENIR PASSAGER
Nous jouions à faire la ronde, aux poupées,
aux osselets, aux petits chevaux, à mon petit œil voit
et on rêvait sans compter
quand les trains passaient, et nous agitions
notre mouchoir de lin et ses dentelles,
avec nos chaussures vernies,
une pluie d'étoiles
et quelques gouttes de magie sur le nez.
Personne ne nous avait dit que la vie était autre chose,
que les larmes étaient la pluie des jours sombres,
que grandir était une façon de vivre
sans quitter l'enfance
et qu'un jour les poèmes garderaient
la douleur et l'angoisse
dans des boîtes en cristal.
RECUERDO PASAJERO
Jugàbamos al corro, a las muñecas,
las tabas, el parchís, el veo-veo
y los sueños —sin nombre—
de ver pasar los trenes agitando
el pañuelo de lino con puntillas,
zapatos de charol,
lluvia de estrellas
y unas gotas de magia en la nariz.
Nadie nos dijo nunca que la vida era otra,
que el llanto era la lluvia de los días oscuros,
crecer era una forma de vivir
sin salir de la infancia
y un día los poemas guardarían
el dolor y la angustia
en cajas de cristal.
QUESTIONS SUCCESSIVES
Quelqu'un peut me dire où est-ce que je trouve
la phrase pertinente, le cataplasme fertile,
le remède précis contre la mer qui fait mal ?
Est-ce que quelqu'un sait guérir les hématomes
qui naissent dans la poitrine des oiseaux de passage
tout comme les morts respirent sur l'eau ?
Est-ce que quelqu'un connaît un vers, le mot précis,
l'adverbe, l'adjectif ou le pronom personnel
qui efface les chagrins échoués sur le sable ?
Est-ce que quelqu'un a la lettre décisive,
cette lettre capable de rendre visible
ce que personne ne semble vouloir voir ?
Est-ce que quelqu'un peut me dire en quelle langue
on nomme la tristesse, les soupirs de fond
de la mer Méditerranée, la force de la lumière ?
Est-ce que quelqu'un a chez lui les étreintes qui manquent,
les silences en trop, les mains généreuses,
l'accueil sûr du temps de vivre ?
PREGUNTAS SUCESIVAS
¿Alguien puede decirme dónde encuentro,
la frase pertinente, la cataplasma fértil,
el remedio preciso para el dolor de mar?
¿Alguien sabe curar los hematomas
que nacen en el pecho de las aves de paso
lo mismo que los muertos respiran sobre el agua?
¿Alguien conoce un verso, la palabra precisa,
el adverbio, adjetivo o pronombre personal
que redime tristezas varadas en la arena?
¿Alguien tiene la letra decisiva,
esa letra capaz de hacer visible
lo que nadie parece querer ver?
¿Alguien puede decirme en qué idioma
se nombra la tristeza, los suspiros de fondo
del mar Mediterráneo, la fuerza de la luz?
¿Alguien tiene en su casa los abrazos que faltan,
los silencios que sobran, las manos generosas,
la segura acogida del tiempo de vivir?
El vicio de la angustia / Saúl Martínez /
El vicio de la angustia
Fueron segundos, luego minutos. Una eternidad. Ella tenía su mirada fija en mi cara, yo la tenía en el camino. Sujetaba el volante como si fuéramos a caer por un despeñadero. Apretaba tanto la mandíbula que ya comenzaba a doler y mis uñas estaban clavadas en el forro de la rueda. Mi vista parecía un parabrisas mojado y las luces de la calle pasaban como centellas deformes.
— ¿Entonces? — sonrió
— ¿Entonces qué? — evité voltear para que el gesto de mi rostro no la insultara
— ¿Vamos por un masaje? — su risa estalló y fue tan inapropiada como flatulencia en un funeral cuando apuntó la sala de masajes mientras el semáforo estaba en rojo.
El regreso a su casa parecía interminable, incómodo, doloroso. Apenas en una lucidez intermitente pudo articular uno o dos mensajes, a veces preguntas completamente disparatadas. Los doctores dijeron que habían logrado sacar de su estómago la mayoría de las pastillas que había tragado, pero que era probable que estuviera desubicada, confundida y somnolienta durante las próximas horas. Por eso no me sorprendió mucho la pregunta, aunque una cosa era esperarla y otra tener que soportarlas. Esa noche, al final del procedimiento, percibí una simpatía tan personal e íntima con la recepcionista del hospital, quien no me pidió mayores datos sobre ella, sobre mí, tampoco algún cobro. La garganta se me estrujó como un periódico retorcido, incliné la cabeza, le di las gracias y ambos nos marchamos. En ese momento supe que todo lo nuestro estaba destinado a caer por una penosa y lacerante espiral. Solo me quedaba esperar el azote contra el fondo o darle fin a la situación.
Ella siguió hablando, balbuceando, todo el camino de vuelta a su casa. Pensando que la ficción todo lo soporta, yo iba imaginando lo que no sería, lo que no viviríamos, el hogar que no formaríamos, los hijos que no nacerían, sentimientos que debía de sepultar, memorias que debía decantar para guardarlos en los cajones de la experiencia. Pensé en las semanas que empujé su silla de ruedas después del accidente, en la vez que su madre la abofeteó frente a mí, cuando le mentí y sucumbí al instinto básico en una piel ajena. Decir que solo uno tuvo la culpa de lo que había pasado hubiera sido la manera más maniquea de huir cobardemente. No era así. Ambos pensamos que sabíamos amar, que conocíamos todo del otro. Aprovechamos nuestras flaquezas para hacernos daño, nos disputamos el control del chantaje como si el victimismo fuera un mecanismo de defensa que no tiene consecuencias. La conjura que aprendimos el uno del otro terminó por desprender lo poco que nos unía.
Frente a su casa, viendo pasar hombres delgados y sus sombras errantes por la calle, la rutina aprendida años atrás se repetía, aderezada ahora con una fuerte dosis de trazodona. A mí me resultaban innecesarias. Poco después del clímax del conflicto, mi cerebro se apagaba. No podía controlar los párpados, los bostezos. En el vicio cíclico de la angustia, encontraba al sueño como un refugio. La noche amplificaba todo lo que no quería escuchar, todo con lo que no quería lidiar. Hacer que ella bajara del auto no era fácil, y dormir en él comenzó a hacerse una costumbre, hasta que los primeros rayos del sol deparaban el inicio de un aciago día cuando pasaba lo más oscuro.
Habíamos hecho un pacto con la desolación, pero también con la alegría. La química de nuestro cerebro solía trabajar de maneras misteriosas, pero en las últimas citas, sabíamos que ya no había vuelta atrás con el destino al que llegaba nuestro barco en medio de ese tempestuoso océano. Veíamos películas para fantasear otra realidad. Imaginábamos ser otros, tener otra vida, estar en otra parte o no estar. Viajábamos a otra parte al momento de cerrar los ojos.
El camino de regreso a su casa me dio tiempo para pensar en todo. En reimaginar, repensar, arrepentirme, resignarme. Para entonces no habría sospechado que semanas después, con el corazón amartillándome el pecho y en medio de un ridículo baile escolar, le pediría que me dijera que no me amaba para poder alejarme de ella y no volver a molestarle. Siempre agradecí la honestidad por más dolorosa que fuera. Ahí llegó el azote, el fin de la espiral. Nunca caí más bajo que en esa ocasión. Mi cuerpo condujo de vuelta a casa, con memoria confiada, como cientos de veces recorrimos las rutas de nuestra piel en aquellas habitaciones que nos alejaban del mundo, de los demás.
Uno piensa en sus errores, en lo que uno lamenta, puntualmente, antes de dormir, como un peso que aplasta el pecho. Solemos pensar en lo que sacrificamos en el camino, en las personas a las que les negamos la mano por no soltar la que sosteníamos, aunque en el despecho llegásemos a hacerlo para saciar el amor propio. En esas veces que caminamos kilómetros pensando que el cansancio o el dolor nos harían olvidar, o en aquella ocasión en la que le entregamos nuestro destino al alcohol y todo empeoró al amanecer, cuando este nos abandonó y nunca nos dio el valor de colisionar.
No pude hacer que bajara del auto. Nunca tuve fuerzas para hacerlo. Aunque su intención siempre fuera la de hablar, ni una palabra salía de su boca. Una bruma cubrió el parabrisas del auto y los dos nos recostamos en los asientos como si estuviéramos en el vientre de nuestras madres, mirándonos de frente. Su mirada condescendiente me parecía un descaro, una grosería. El mismo día que afronté la decisión de no sobreproteger a nadie más, ella pensó que sería buena idea retar a su cuerpo a procesar decenas de antidepresivos y calmantes. Ese día no existía nadie más que yo para una última travesía, por los viejos tiempos. Un último salvavidas en las turbulentas aguas. Al final, el sueño volvió de nuevo para convertirse en guarida, en esa habitación, en el anhelo de regresar a casa.
Las gotas condensadas de la neblina rodaron como lágrimas por el parabrisas y se limpiaron un camino serpenteante en la bruma del cristal, por donde se coló el sol de la mañana que la hizo despertar y le dio ánimos de entrar a su casa. Yo desperté y la despedí con la mirada, cabizbajo. No dijimos nada. Sabíamos lo que seguía y asumimos el rumbo hacia el puerto al que nos dirigíamos, pero nunca dijimos una palabra de ello. Esa mañana, y desde entonces, lo único que quise fue volver a casa.