Blog El descarnamiento del Arte

  Miguel Angel Real

Miguel Angel Real

 

 

MIGUEL ÁNGEL REAL

Nací en Valladolid (España) en 1965. Soy licenciado en Filología Francesa por la Universidad de dicha ciudad. Resido en Francia desde 1991, donde trabajo como catedrático de español en el Lycée de Cornouaille de Quimper (Bretaña).

 

Formo parte del equipo de Redacción de CRÁTERA como Delegado de la revista en Francia.

 

Algunos de mis poemas en español han sido publicados en las revistas La Galla Ciencia, El Coloquio de los Perros, Fábula y Saigón (España) en Letralia (Venezuela, incluyendo una participación en “Papeles de la pandemia”, antología digital) Santa Rabia (Perú) y en las publicaciones mexicanas Marabunta, El Humo y La Piraña, así como en la antología de poesía breve “Gotas y hachazos” de la editorial PÁRAMO (España, diciembre de 2017) y en

Las revistas francesas “Le Capital des Mots”, “Festival Permanent des mots” “Lichen”, “La terrasse”, “Revue Méninge”, “Touroum Bouroum”, “Météor” y “Recours au poème” poseen algunos de mis poemas en francés, originales o traducidos del español.

 

He publicado los poemarios “Zoologías” (Editorial en Huida, Sevilla), en marzo de 2019.

y Como dados redondos / Comme un dé rond (Editions Sémaphore, Francia), noviembre de 2019, edición bilingüe)

 

Como traductor de poesía contemporánea en francés y español, he traducido a más de cien autores en diversas revistas en Francia, España y América (Passage d’encres, Le Capital des Mots, Mange Monde, Recours au Poème, La Galla Ciencia, Crátera, El Coloquio de los Perros, Low-Fi Ardentia (Puerto Rico) o La Piraña (México).

 

Traducciones publicadas :

- “Fauves” (Editorial Corps Puce, Francia), poemas del autor ecuatoriano RAMIRO OVIEDO (Trabajo conjunto con Marceau Vasseur, diciembre de 2017)

- “Erratiques”, poemas de ANGÈLE CASANOVA, fotos de PHILIPPE MARTIN. Edición bilingüe. Editorial Pourquoi Viens-Tu Si Tard, Francia, octubre de 2018

- “Les travaux de la nuit”, de PAUL SANDA. Edición bilingüe. Editorial Alcyone, Francia (diciembre de 2018)

 

Jueves, 24 Septiembre 2020 04:23

Miguel Ángel Real / ARRECIFE /

 

 

 

 

Miguel Ángel Real

ARRECIFE

 

Banco o bajo formado en el mar por rocas

 o poliperos a casi flor de agua

 

Si bien resulta inconcebible para un ser de las llanuras,

mis costillas quieren recordar a veces algún escondido escollo.

Inventarlo tal vez. Da lo mismo.

Trampa, secreto, accidente y naufragio en devenir

ante las luces que se balanceaban en los cuernos de los bueyes como señuelo y promesa de saqueo

yo me inclino

pues dicha estrategia -si era cierta- concebía la luz como una guía hacia la nada

encumbrando el oxímoron.

Pero la poesía descriptiva es a la realidad lo que las flores al amor:

promesa falsa, ilusión fugaz, verdad ajada de antemano.

 

Son caprichosas las formas de la asfixia,

pero los arrecifes son anfibios y a veces respiran el mismo aire

que necesitan mis pulmones:

una mezcla de horizonte mesetario y de abismo marino

que todos los mapas desconocen.

 

Contra los arrecifes, la alta mar: es un bálsamo, un refugio.

Sin embargo, la proximidad de la costa sugiere -contra lo que podría pensarse- una inmensa amenaza mineral.

 

Por eso, para ir más allá de la certeza de la humanidad acosando las noches,

más allá de la certeza de las pesadillas

en las que las maderas crujen en el choque,

seguir la singladura y alejarse del prójimo

arropándose

                        en un silencio

                                               indispensable.

Viernes, 06 Septiembre 2019 04:50

BERLIN / Por Miguel Ángel Real /

 

 

BERLIN

Por Miguel Ángel Real

 

1

 

Las ciudades no esperan:

urden grúas de humo,

cuecen drogas con barro,

fosilizan pintadas.

Con una satinada improvisación de paraguas

agrandan los trazos de sus calles

o descerrajan perspectivas

abriendo cicatrices nuevas sobre cadáveres de cartón.

Las palabras no llegan

como encalladas en una llanura de arena,

y en un tenue mordisco de noche

menoscaban las mechas de las velas

para que los cafés se doren y recojan

las ganas de los transeúntes por ser mayo.

 

2

 

Grafitis en la humedad:

lenguaje

frente a la indigencia y los temblores

que no acierta a decidirse por día o noche:

cómo decir

en la pared que nada sostiene

que agarrarse al carbón y al spray

es tanto un objetivo

como agujerearse los guantes por cejar

y querer sentir el crujido de los ojos

de aquéllos que buscan solo pasos ciertos

y no abundan en las preguntas ni en los trazos.

 

 

 

 

Fotografía © Florence Real

 

 

 

LA SINESTESIA PERMANENTE

Extractos del libro “Erratiques / Erráticos”

 

TEXTOS: ANGELE CASANOVA

FOTOS: PHILIPPE MARTIN

Traducción y reseña: Miguel Ángel Real

 

 

La danza es poesía y simbiosis, como queda reflejado en estos poemas de Angèle Casanova que acompañan las fotos de Philippe Martin y que tengo el placer de traducir y presentar.

Poemas y fotografías para intentar describir un gesto, la unión de los bailarines con los elementos, la fuerza de un escorzo. Hasta volverse luz, y con la energía que se crea dejar unas huellas que son al mismo tiempo fugitivas y perennes. Textos e imágenes se armonizan y nos hacen compartir una sensualidad latente, la rabia y el sentido del movimiento de un cuerpo, sin idealizarlo; al contrario, poeta y fotógrafo se unen para destilar emociones que desafían al tiempo con su carácter inmediato e indeleble a la vez. Hay piel y geometría, sombras y destellos en las palabras y en las imágenes. Somos testigos, junto con los autores, de algo secreto, que no desvela totalmente su significado porque sólo se evoca, dejándonos contemplar y completar esos instantes.

Los versos de Angèle Casanova son un eco a las imágenes, o tal vez ocurra lo contrario. Contornos que se difuminan, pasos reflejados en el suelo que se abren como tallos en todas las direcciones. Un libro en el que resuenan los esfuerzos de los danzantes por apoderarse del espacio, y cuya acción  lo transforma así en espejo de sus ansias, deseos y recuerdos.

 

Este libro ha sido publicado en octubre de 2018 en edición bilingüe por las ediciones “Pourquoi viens-tu si tard?” (Niza, Francia)

http://www.association-lac.com/

https://www.facebook.com/editionspvst/

Para adquirirlo, descargar la hoja de pedido en http://www.association-lac.com/editions/BdeC.pdf

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

rien

et puis

un rayon

qui vient heurter la peau

et part de guingois

je vois alors ce pied

surgir de l’ombre

marquer le début

de la danse

 

 

 

nada

y de repente

un rayo

que viene a golpear la piel

y se va de soslayo

veo entonces ese pie

surgir de la sombra

marcar el comienzo

de la danza

 

 

 

 

il pointe vers le sol

montre

le centre de la terre

un axe autour duquel tourner

virevolter en rythme

sans la conscience de ce temps cosmique

qui courbe le plancher

le fait luire d’un reflet double

danse

noyau planétaire

ces strates coexistent

sous la même attraction

 

 

 

 

apunta hacia el suelo

indica

el centro de la tierra

un eje en torno al que girar

revolotear al ritmo

sin la conciencia de ese tiempo cósmico

que arquea el suelo

lo hace relucir con un reflejo doble

danza

núcleo planetario

estos estratos conviven

bajo la misma atracción

 

 

 

 

 

 

 

les jambes se font signe du temps où

tout était possible

le passé pourtant

s’atomise

et la silhouette fond

dans un liquide nucléaire

mais

rupestre

la danse continue

impression sur un mur irradié

quand bien même le danseur

a fondu

 

 

 

 

 

las piernas se hacen señas de cuando

todo era posible

el pasado sin embargo

se atomiza

y la silueta se derrite

en un líquido nuclear

pero

rupestre

la danza continúa

impresión sobre una pared irradiada

incluso cuando el bailarín

se ha derretido

 

 

 

 

LA ODISEA DE LA PALABRA. Miguel Veyrat,

«Diluvio», La isla de Siltolá 2018.

Por Miguel Ángel Real

 

Hay algo de peripecia de Ulises en este enfrentamiento con una realidad caótica. Miguel Veyrat nos lleva con él en su viaje de luchas y dudas, pero no de la mano, sino incitándonos a tomar el timón en medio de una atmósfera repleta de ecos en la que al ser humano no le es fácil encontrar el rumbo.

Pero hay una humanidad profunda en estos versos y a la vez un humanismo por recomponer, como lo muestra el vaivén al que nos vemos abocados con la ausencia de puntuación y con la descomposición de algunos versos: arritmia de fascinante lectura, que refleja la inquietud filosófica del poeta en su personal odisea.

O mejor dicho; más que un vaivén, es un desafío porque la realidad a la que podemos acceder es la de los reflejos, en una referencia al famoso mito platónico. Y por si fuera poco, son reflejos rotos que crean laberintos, recovecos de delta por los que navegar para, tal vez, encontrar un sentido al mundo.

En cualquier caso, sólo hay un viaje posible, del que no podemos huir. Pero siguiendo el postulado de Heráclito, es un viaje irrepetible. Entonces, ¿cómo hacer para entender su significado?

 

 

Diluvia diluvia hasta llegar al origen que ya estoy

 

aquí a cubierto descifrando

 

de dónde llegas de dónde vienes ser no nacido ima

 

ginando que dibujamos para

 

entender la tarea imposible de repetir tu nacimiento




Pero no hay desesperanza, sino un anhelo de sobrevivir al diluvio en el otro, de aunar esfuerzos para sobrevivir a la travesía

 

 

¡Cuántos soles ardiendo para

 

que fueses cuerpo

 

enterizo antes de disolverte!




Y sobre todo, hallar refugio en el lenguaje, único y frágil resguardo por encima de un tiempo que se desmenuza como una escultura de arena. Por eso, los poemas suelen abrirse en su conclusión, indicándonos algunas pautas que seguir: los signos («¿Signos?») y las palabras que se vuelven verdad para, a fin de cuentas, decirnos que la poesía es la única salvación posible. («Rosa liberada»).

Vamos así ahondando en la introspección filosófica del poemario: ¿son en realidad las palabras un instrumento creado por el hombre para acceder al sentido del mundo? ¿Es el lenguaje trascendente en sí mismo o un enigma más? ¿O un enlace con lo divino?

Escalpelo o tono de lo sacro




La palabra es también guardiana del sentido, su quintaesencia, el grano quemante de Octavio Paz, aunque subyace en ocasiones un sentimiento de absurdo y de impotencia al darnos cuenta de que, por intensos que sean los vocablos, siempre serán un medio limitado de aprehender el conocimiento, que de todos modos es «una herida sin respuesta».

¿Qué nos queda pues? ¿Atomizar el poema al extremo? (Ver la sección «Llueven átomos ardidos»). No. Volver siempre a esa disyuntiva y seguir nuestra personal odisea navegando entre «diluvio y verbo», entre destrucción y enunciación, entre los desastres, pero blandiendo eternamente las palabras.

 

 

Esta reseña puede también ser leída en el blog de M.A. Real http://temporaleterno.blogspot.com/2018/07/la-odisea-de-la-palabra-miguel-veyrat_30.html

 

 

 

ANGUSTIA Y RABIA DE LA PALABRA. CINCO AUTORES FRANCESES.

 Miguel Ángel Real

 

Cinco autores franceses se inscriben en nuestra Piraña transoceánica aportando preguntas sobre la rabia que encierra el lenguaje y sobre el misterio de los silencios. Catherine Andrieu, Laurence Bouvet, Eric Dubois, Jean Hourlier y Paul Sanda respondieron a nuestra invitación en la que la única condición consistía en huir de los senderos trillados de la poesía convencional, evitando a cualquier precio los versos “à l'eau de rose”.

 

No dudamos en que los cinco autores propuestos superan con creces nuestras exigencias, ahondando de maneras diversas en la búsqueda de un modo de expresión lleno de intensidad. Por ejemplo, los poemas escogidos del libro “Comme si dormir” de Laurence Bouvet parten de un tema clásico, el de la pérdida de un ser querido -en este caso su madre-, pero el hallazgo consiste en aportar un lenguaje que se inspira léxica, semántica y sintácticamente en el mundo infantil pero que se hace muy personal para expresar mejor el desgarro, evitando en cada verso la tentación de caer en el pathos fácil.

 

He perdido a mamá cuenta hasta tres

Un martillo aplasta mil abejas en mi frente los años

Toda la vida por siempre tenía una madre -ya no-

Pues tengo cinco años

Jesusito           ¡como se muera te mato!

 

Por su parte, el texto de Catherine Andrieu aporta una sensualidad intensa y cruda con ecos simbolistas y surrealistas, pero apoyándose (como en el poema expuesto el mes pasado en la Piraña) en una realidad concreta a la que la poeta se acerca sin miedo. Al mismo tiempo, el recurso frecuente a las frases cortas en algunos de sus poemas es una manera de cuidar y destilar el lenguaje para alcanzar una intensidad de significado total, creando una simbiosis de fuerza y concisión.

 

“Mi amor por ti es más ardiente que el sol que irradia en mi vientre. El fuego... Correr, zorro fantasma, de alucinación en alucinación. No conozco ningún remedio a la Angustia, planta acuática Carnívora...”

 

Esta definición nos sirve para hablar de Eric Dubois; si su estilo conciso se aleja en general del de Catherine Andrieu, lo que tienen en común estos dos autores es su compromiso con el mensaje poético. Dubois propone una obra homogénea en la que, retomando mis palabras de un artículo aparecido en la revista española La Galla Ciencia, “reivindica sin cesar el papel indispensable de la poesía en nuestra sociedad y aspira a hacernos comprender la importancia de esencializar el valor de la palabra. Precisamente, el lenguaje, las palabras, las frases, constituyen una temática recurrente de su obra, en la que son presentados como elementos constitutivos del ser pero siempre dentro de una fragilidad patente a la que a veces no sabemos plantar cara: todo se derrumba si el mensaje no tiene repercusión alguna”.

 

“Escribir es tutearle a la muerte

Decir lo imposible

Escribir o morir

Dejamos la palabra como herencia.”

 

Paul Sanda, por su parte, es un autor lleno de misterio, con una voz claramente apegada al esoterismo y al surrealismo, en el que descubre incesantes evocaciones del ser deseado y de los paisajes que le rodean, especialmente marino e insular. La forma barroca ysalvaje de sus textos, rehuye el silencio y no calla ningún sentimiento, haciendo de su poesía un deleite carnal.

 

desvestirse – retroceder lentamente – ser tapizado de colgaduras

en el esplendor, & el olor de la marea del aire

sobre el cuerpo exangüe: mi dolor contra el suyo

decir que soy sin color (carne y sangre, sin embargo)

 

En cuanto a Jean Hourlier, su lirismo preciso, nunca excesivo, es una interrogación sobre el sentido de la vida y del lenguaje. Es un poeta que también es plenamente consciente de los límites del verbo y que consigue traducir la frágil relación de las palabras -por supuesto indispensables- con los seres y las cosas, que las necesitan para no desvanecerse.

 

Y tú esperas -

el rudo refinamiento de los meteoros,

el verbo oscuro perforado por el verbo irradiado,

frente a este pozo vertiginoso donde se disuelven las voces amadas. “

 

Las palabras de Pierre Grouix para hablar de Paul Sanda pueden servir para concluir y hallar un punto común entre las obras presentadas: van a leer ustedes una poesía “que sufre, y que hace daño”. Proponemos pues cinco ácidas reflexiones sobre el papel del poeta. Cinco escritores, pero en ningún caso cinco demiurgos; seres conscientes de que la voz pética es indispensable pero sobre todo friable. Cinco autores atrapados entre la rabia y la angustia que procura el saber que el lenguaje es al mismo tiempo un arma y una alambrada, un instrumento para medir nuestra relación con el cosmos y un límite que tal vez no nos permita sino contemplar nuestra propia sangre sin esperar hallar respuestas al final de un verso. .

 

 

 

MÁS ALLÁ DE MALLARMÉ

 

Miguel Ángel Real

 

 

 

RESEÑA DE “PASEO DE VIDRIOS”

de MARTIN PARRA, Ed. Lastura, 2017

 

 

 

 

 

A este libro de poemas en prosa no le hace falta un preámbulo: en apenas unas líneas, el autor español Martín Parra (Madrid, 1986) nos agarra sin necesidad de pedir permiso, lanzándonos a la cara una poética en pura síntesis y soltándonos abruptamente a las puertas de un camino incierto.

           

            “No sucede mi abstención del compromiso con la vendimia lírica, el barrido pobre de un valle angosto, estancado de vientos.

            Sea a la mesa del éxito o masticando arena y sangre del gladiador inmediato, mi final será Roma”

 

Un camino, como se comprende desde el título mismo, de autor comprometido con el lenguaje en el que las palabras se hallarán expuestas a los temporales de la creación, a una incertidumbre de sentido que no es otra cosa que la esencia misma de la poesía. Un camino tortuoso, de evidente carácter surrrealista, del poeta-gladiador que si derrama su sangre y su sufrimiento, es para convertir cada página en placer muy duro y muy puro. Las palabras de Philippe Audouin, en el prefacio de “Les champs magéntiques” de André Breton y Philippe Soupault (Gallimard, 1971), me parecen adecuadas para darnos cuenta del paralelo entre Martín Parra y Mallarmé, para comprender qué buscan ambos. Juzguen si no (la traducción es mía):

           

            “Mallarmé había soñado con depurar el lenguaje, con sustraerlo a su función instrumental dirigida únicamente a la comunicación. En esta perspectiva en la que, finalmente, nada se dice (…) el discurso se vuelve, por reducción o exaltación, eso es cosa de gustos, un puro objeto de delectación”.

 

Delectación con la que coincide Gonzalo Gragera, que en su prólogo no sabe si nos invita “a un libro o a una orgía”. Un placer siempre incierto que se construye, tal y como corresponde a un buen paseo, a través del movimiento perpetuo que propone el autor; movimiento que nace del vaivén de esa investigación constante sobre el sentido más íntimo del lenguaje, para enseguida ensancharlo, explotarlo, connotarlo con la palabra que llega de modo certero, inesperado y sumamente evocador.

 

La pureza del poeta-buscador es constantemente inestable, como agitada en la polvareda de un camino que surge en general de lo cotidiano. Pero en cualquier caso “Paseo de vidrios” no es simple escritura automática, sino un viaje a los límites del lenguaje:

 

            “No quedan ganas de vanguardia en el abril que se demora a mediodía.

            Tomar conciencia de cicuta. Leer braille en el relieve de tu costra.”

 

La escritura de Martín Parra es poética en sí misma porque es afilada, porque no hay creación poética sin crear heridas deliberadamente. Porque por algo poesía viene del griego ποιεῖν, hacer, crear. Desde mi punto de vista, es esa exigencia de romper para crear lo que concede a este libro su carácter indispensable. Autor y lector andan constantemente por el filo del lenguaje dejándose cortar por los vidrios que se interponen en el proceso creativo. No importa si las sensaciones que se van creando cauterizan o no, sino que continuemos avanzando. Como decíamos más arriba, lo que nos hace pasar página de manera casi frenética es comprobar que en este libro lo que importa no es el éxito o el fracaso de la semántica, el símbolo o la sintaxis, sino la exigencia y la invitación permanente a dudar, a ir más allá, a vivir en el dolor-placer de lo que se cuenta, se inventa o se sugiere. Dos ejemplos:

 

            “Aprende de un pétalo las propiedades del mármol. Que luego no digas ¡todo con espinas, siempre y para mí!”

            “Jugando al enrarecimiento, se pone en valor esta mitad oscura. Tan abonada.”

 

Todo, en suma, consiste en huir de la rutina vital, lingüística, creativa, hasta conseguir que el hecho mismo de soñar (o escribir, que es igual) se alce como un fin en sí mismo, porque es imposible refugiarse en la inestabilidad del mundo que nos rodea, lo cual remite también al poeta francés:

 

            “creemos que el tacto es certero, ¿también si cuando te palpo no eres tú?”.

 

Desde esta batalla por el ser profundo del mundo poético, “Paseo de vidrios” es una invitación al enigma y a la fascinación de la lectura y del lenguaje. Siempre como Mallarmé, el autor aspira tal vez a recrear una “noción pura” ahondando y destruyendo constantemente las impresiones que surgen de significantes y significados y paseando sin contradicciones entre la nada y la belleza.

 

Tengo la impresión, como lector, que el poeta llega en efecto a Roma. Pero no hay ciudad eterna, circo sangriento o coliseo-destino. El devenir de muchos poemas -Roma- se halla, puede ser, al final de múltiples caminos, especialmente en las fórmulas que suelen cerrar algunos de los textos, como homenaje a las greguerías de Ramón Gómez de la Serna, que sin embargo Martín Parra no utiliza como aforismos o sentencias, sino más bien como mojones desde los que uno puede ir reflexionando sobre el recorrido realizado

 

Este ir (y venir) concluye con un fatalismo generoso: el poeta quiere “volver sobre estas páginas, soñarles pares de ojos atentos, levantar un instante la vista cansada, el cuerpo exhausto”  y nos deja con un “sálvate tú” que no suena como una despedida sino más precisamente como una invitación de la que puede apoderarse el lector para tomar el sendero que se le antoje, para que pueda ir curando heridas o para que siga deleitándose en un universo ambiguo y lleno de significados: el del lenguaje llevado hasta sus (pen)últimas consecuencias.

 

 

 

 

 

 

 

 

El futuro será corto

y no durará como quisiéramos que dure.

Ramiro Oviedo, Los poemas del coronel Aureliano Buendía




 

 

Algunos niños sueñan con que sus padres les lleven a conocer el hielo.

En su aparente inocencia no piensan en pelotones de fusilamiento.

Pero esperan año tras año a un incorrupto Melquíades

y se pasan las horas arrastrando lingotes de hierro por los parques

para atraer los juguetes de los vecinos y extirparles los sueños.

Otras veces utilizan lupas gigantescas

que utilizan de noche para quemar las arañas de sus pesadillas

y volver a creer por la mañana que la tierra es redonda como una naranja

a pesar de las noticias que llegan a casa con un tono de mordedura.

Llevan su laboratorio de alquimia a cuestas y quieren

construir piedras filosofales que lo transformen todo en trenzas.

Buscan el mar durante meses, encuentran oleajes en las mesetas

donde todos ven ocres y los árboles enseñan mal la paciencia

y ven tempestades que atraviesan las sierras sin dejar cicatrices.

Sin mapas, hallan galeones cubiertos de un musgo

que después cosechan para rellenar almohadas

que impidan conciliar el futuro de los que duermen.

El hielo es el diamante más grande del mundo

porque lo dicen sus padres y en su mundo no existen cuentos sino juramentos

y las palabras ajenas son siempre aguaceros de gotas huecas.

De algún modo saben beber en las miradas y son capaces

de fundar mil Macondos nuevos cada día,

de escapar de sus casas con un pañuelo rojo en la cabeza,

organizar una guerra que no comprenderemos

y volver siempre un minuto antes de que la cena esté servida.

Pueden refugiarse sin resquemores en la soledad de una fotografía

con cuyas sombras crean peces dorados, o se pasan las horas

moldeando notas que no son blancas ni negras ni tienen rabo de lagartija.

Bromean cuando dicen que comen tierra húmeda y le dan nombres nuevos

a un mundo en el que los daguerrotipos sobre la existencia de Dios les traen sin cuidado.

A veces se empeñan en querer dibujarte círculos de yodo en el pecho

para después tirotearte  con fusiles de madera,

o les gusta escuchar poemas porque no los comprenden;

con ellos reivindican danzas y combaten los diluvios

y los repiten, los aprenden y sonríen

cuando sus mayores les dicen, para explicárselos,

que en una vida feliz

no ha pasado, ni está pasando ni pasará nunca nada

y que hallar paraísos de soledad compartida es el objetivo.

Aprenden rápido a repasar los pergaminos y encuentran

hábilmente

el antídoto

contra las mordeduras de los cangrejos y las hormigas carniceras

y poco les importa que en derredor se construyan ciudades de espejismos.

Como está estipulado, serán estirpes condenadas

que ignoran a los coroneles o a los corregidores:

son libres para oler a muerte o pasear sacos llenos de huesos

porque todo es vano y utópico: algo muy lógico en la infancia.

Nosotros los miramos pasar sin darnos cuenta,

mostrándoles nuestros dientes y toda nuestra condescendencia de adultos

dándoles  a todos nombres que ignoramos pero que nos parecen dulces

o les ponemos esdrújulas a sus risas mientras pensamos

que la magia vale poco y que todas estas quimeras

esta utopía fundacional y caribeña

debería extinguirse como se merece.

Y poco a poco

olvidaremos una tras otra sus palabras

y así

la peste del insomnio

nos irá mordiendo las entrañas.

 

Miércoles, 24 Enero 2018 23:48

Zoologías / MIGUEL ANGEL REAL /

 

Zoologías

MIGUEL ANGEL REAL

 

 

 

 

Del poemario inédito “Zoologías”. Publicados previamente en el número OCHO de la revista española

La Galla Ciencia, en octubre de 2017. (Ver también la web http://www.lagallaciencia.com/)

 

 

*

 

 

No desesperes.

Al fin y al cabo

 no lo hacen los pulpos

hasta que sienten el agua

hirviente de la cazuela.

 

 

*

 

Con una sucesión de espasmos de ameba

quise ganarle la batalla a este minuto

pero olvidé recordarte

cómo funcionaba el microscopio.

 

*

 

Cuanto más te conozco

más pienso que el mejor animal de compañía

serían los belfos

cortados, disecados,

de un dromedario

que hubiera conocido los más vastos desiertos.

 

 

*

 

 La inconstancia de las moscas me viene bien

para explicarte mis ganas de cambiar de aires

pero encontrando de algún modo

(obstinada, sinusoidalmente)

el camino de vuelta.

 

 

*

 

Me desintereso por las mareas

y dejo de creer en la responsabilidad de la luna

cuando una ofiura reseca

sobre las rocas

 me conduce a mi infancia

y a mi mezcla de fe y de miedo

en los elementos.

 

 

*

 

Problema:

¿Desde qué perspectiva

debemos observar un rinoceronte

para que parezca

un cordero?

 

 

*

 

Las huellas que borro fácilmente

-en la arena, en el tiempo, bajo las suelas de los fantasmas-.

Los gestos que olvido

-darle vueltas a la sopa con una cuchara de madera,

cambiar de velocidad en el coche,

buscar una moneda en la cartera al comprar el periódico-,

el alcohol que bebo con una rabia mecánica

-al volver a casa y enfrentarme al vacío,

cuando nadie escucha ya el chasquido de mi lengua

contra mi paladar áspero  -:

todo eso es mi camuflaje de camaleón experto.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

SEPT POEMES DE MIGUEL ANGEL REAL

 

Traduits par l'auteur

 

Extraits du recueil inédit “Zoologías”

 

 

 

Ne désespère pas.

En fin de compte

les poulpes ne le font pas non plus

tant qu'ils n'ont pas senti l'eau

bouillante de la marmite.

 

*

 

Avec une succession de spasmes d'amibe

j'ai voulu gagner la bataille contre cette minute

mais j'ai oublié de te rappeler

comment fonctionnait le microscope.

 

*

 

Plus je te connais

plus je pense

que le meilleur animal de compagnie

seraient les lèvres

coupées, empaillées,

d'un dromadaire

qui aurait connu les déserts les plus vastes.

 

*

 

La versatilité des mouches me va à merveille

pour t'expliquer mon envie de changer d'air

tout en trouvant d'une certaine manière

(obstinément, sinusoïdalement)

le chemin de retour.

 

*

 

Je me désintéresse des marées

et je cesse de croire à la responsabilité de la lune

quand une ophiure desséchée

sur les rochers

me conduit à mon enfance

et à mon mélange de foi et de peur

dans les éléments.

 

*

 

 

Problème:

depuis quelle perspective

devons-nous observer un rhinocéros

pour qu'il ressemble

à un agneau?

 

*

 

Les traces que j'efface facilement

-sur le sable, dans le temps, sous les semelles des fantômes -.

Les gestes que j'oublie

-remuer la soupe avec une cuiller en bois,

changer de vitesse en voiture,

chercher une pièce dans mon porte-feuille en achetant le journal-,

l'alcool que je bois avec une rage mécanique

-quand je rentre à la maison et que j'affronte le vide,

quand plus personne n'écoute le claquement de ma langue

contre mon palais rêche- :

tout ceci, c'est mon camouflage de caméléon expert.

 

 

 

 

 

Domingo, 01 Octubre 2017 00:47

LEGADO /Miguel Ángel Real/

  

 

LEGADO

 

 

“escribir es sonreír con un puñal hincado en el cuello,

palabras que se abren como verjas enmohecidas

de cementerio”

Blas de Otero

 

 

Para Ileana Mayanin

 

 

Enseñaré a mi hija a pronunciar palabras;

que sepa nombrar montañas y praderas

y que sepa hablar

de la lluvia como de una alabanza.

Que con labios esmerados

declame la belleza del mundo

y no se olvide

de aclamar atardeceres y de murmurar mares.

Pero le diré sobre todo

dónde se esconden los acentos

en las cunetas donde cayeron inocentes

y que no pierda de vista

la prosodia que recortan

siempre y siempre

las balas.

Quiero que sepa traducir

los silbidos mortales de una ráfaga

en ansia de no callar

que conozca las frases para negarse

a aceptar que otros le dicten un lenguaje

sometido al rasero de opresiones.

Le enseñaré

a decir

a no comerse la lengua

mientras haya manos de niños

hechas llagas por recoger amapolas,

le enseñaré

a hablar un idioma certero

cuyas palabras tengan manos

para apartar la tierra

donde fueron enterradas.

Le explicaré que la prudencia

que muchos me aconsejan

es un sonido fácil de articular,

tan fácil

que con él nos cortamos la garganta

dejando solo un gargarismo que adormece,

un opio de silencio

del que debe alejarse.

Le enseñaré a pronunciar la palabra

solidaria de quien sabe hacerle frente

aun con sus lenguas llenas de llagas

al pobre discursear de los poderosos.

Enseñaré a mi hija a leer palabras,

le diré los adverbios

con los que aprenda a no aceptar

definiciones,

y cómo crearse humilde un diccionario

de lucha

               de resistencia

                                      de futuro

en el que no haya héroes ni valientes,

porque de nada sirve

declamar torpemente en busca de laureles secos:

le diré que hable

por el mero hecho de ser alguien

que pueda cada día mirarse en el espejo

y espero tener fuerza

para poder convencerle

de que con sus palabras

podrá después romperlo, aunque susurre

aunque todos le digan que las voces

no alcanzan objetivos ni derriban torres.

Le enseñaré el valor

de la palabra para afilar palabras

de la palabra para acallar palabras

de la palabra para vivir palabras.

 

 

 

Miguel Ángel Real

30 de septiembre de 2017

 

Entre el fuego y la muerte: el lugar del escritor peruano en "La procesión infinita", de Diego Trelles Paz (Anagrama)

Miguel Angel Real

He aquí una novela sobre las sombras, el olvido y la culpa. Sobre la soledad de aquéllos que se vieron obligados a abandonar su país natal y que, parafraseando a García Márquez, no gozarán ni en cien años de una segunda oportunidad sobre la tierra.

Culpa de recordar. Culpa de olvidar. Culpa de escribir. O de no saber hacerlo.

Originarios de "un país descompuesto donde todo es odio", los personajes están envueltos en una violencia cuyo posible atavismo es una interrogación sobre la esencia o no de lo peruano.  Todos son perseguidos de algún modo por la muerte, que se convierte en una segunda piel de la que es imposible deshacerse. En el fuego cruzado de la represión institucional y de la ceguera senderista, la población (excepto si es blanca y pudiente) vive en un desgarro permanente. Ya lo reflejó Alfredo Pita (al que se alude en la novela) en "El rincón de los muertos"; Diego Trelles Paz habla ahora de la culpa de ser un superviviente entre los estragos causados por la dictadura fujimorista, y va más allá, puesto que sus  personajes  fracasan en la búsqueda de hipotéticos paraísos substitutorios: el sexo, las drogas o el exilio en un París que nada tiene que ver con la bohemia vivida por tantos escritores sudamericanos y que a su vez se halla sumergido en una época de atentados y exasperación social. 

Culpa de no saber escapar. De no poder hacerlo. Porque Diego "el Chato”, personaje de inspiración claramente autobiográfica, sabrá a pesar suyo que la fuga es imposible; aún peor, rebuscar en el pasado para hallar respuestas es inútil. E incluso tal vez sería más conveniente encontrar el modo de olvidar un Perú que es solamente una inmensa llaga. ¿Pero cómo, con todos esos fantasmas que uno encuentra donde menos se espera? 

La virtuosa técnica de Trelles Paz descompone el relato y forma una novela exigente, en la que la variedad de registros y los saltos temporales nos transmiten un desasosiego voraz.

Ese traumatismo del que el autor no puede escapar ilustra además una reflexión sobre el sentido de la escritura. "Para escribir hay que matar", dirá el enigmático Pocho. ¿Es esa entonces la única salida que le queda a un autor para darle sentido a su obra? ¿De qué manera puede el personaje de Diego hacer que sus primeras novelas sean algo más que un lastre en su introspección sobre el problema peruano? Las alusiones a los primeros libros del verdadero Trelles Paz ("El círculo de los escritores asesinos" y "Bioy") provocan una mise en abîme vertiginosa y llenan algunas páginas de una ironía mordaz: la última se transforma en "Borges” y el escritor es acusado de ser tan solo un sucedáneo de Vargas Llosa de cuya sombra es indispensable alejarse.

Culpa de no saber responder a otra de las preguntas esenciales del libro: ¿"de qué sirve el escritor q desconfía de sus palabras?" En efecto, ¿cómo comprender el camino a seguir para pasar del legendario "la literatura es fuego" del premio Nobel al categórico “para escribir hay que matar" que atraviesa la novela como un escalofrío? ¿qué le queda al autor de la novela sino contemplarse en esa procesión infinita como un penitente que deberá pasear su culpa por el mundo, a sabiendas de que nunca podrá reflejar la verdad de lo ocurrido? 

Culpa, en definitiva, de estar vivo en la vorágine peruana y de vivir con el miedo a cuestas, aplastado por la roca de un Sísifo que impedirá eternamente buscar la manera cabal de conocer el lugar que le reserva a uno la muerte que acecha.

 

 

 

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