
MIGUEL TONHATIU ORTEGA
MIGUEL TONATIUH ORTEGA
1/07/1979 Lic. Letras hispánicas
Ensayista, narrador y poeta.
Publicó el libro de relatos El Mal en el 2010, participó en Antología “Cuentos desde el sótano” en el año 2015; publicó en 2016 el libro de poemas Canto para domar serpientes y Sol afilado en 2019.
Finalmente, la novela Otra Lluvia ganó mención honorífica en el VI Premio Nacional de novela negra en el 2012.
Ha hecho colaboraciones para las revistas electrónicas: Salvo el crepúsculo; Radiador Magazine, Jus, Letra Franca, Horizontum, Cráneo, La piraña, Anestesia, Mood Magazine y Tiempo de Zacatecas.
Arder o la dialéctica del fuego / Miguel T. Ortega /
Arder o la dialéctica
del fuego
Miguel T. Ortega
Antes de su suicidio, en 1939, Walter Benjamin proyectó una tarea ambiciosa qué sería su último proyecto de vida: la construcción histórico filosófica del siglo XIX. En sus apuntes, el filósofo propuso un abalorio de temas que serían reunidos por el hilo de la poesía, en especial, el tópico del flâneur (paseante) como un observador omnisciente de la ciudad. Detrás de esta figura hay un concepto benjaminiano, un ensayo que se titula Sobre algunos temas en Baudelaire; un análisis que fácilmente se puede vincular al libro de Julio Barco (1991): Arder(2019). Este concepto fue propuesto por Benjamin como una representación de literatura panorámica como base de la poesía de Baudelaire. No obstante, su definición apela a otros contextos, ya que el flanêur reaparece en la literatura y se puede identificar porque “sucumbe a la violencia de la multitud, lo atrae hacia sí y lo convierte en uno de los suyos”.
Sin duda, la idea central proviene del libro de poemas clásico Spleen en París, especialmente el texto en prosa“Las multitudes” que afirma en sus líneas centrales:“gozar de la muchedumbre es un arte”.
Como si fuese la actitud del flâneur la que salva al poeta,Arder no sólo evoca a la llama, refiere a la combustión como un afán último. No solo como un “yo poético” sino como el ser mismo que recorre los caminos reivindicando la ruta.
El “yo soy todos” y después “todos soy yo” de Baudelaire;también se deja leer a través del libro de Julio Barco. La flama puede ser la multitud y la multitud necesita una chispa de ignición. Julio la provee.
A través del anhelo y el fuego imprudente de la juventud, Julio desea que su obra se consolide a través del flâneur. Arder posee una voz auténtica despereza a las multitudes para que puedan observar ante el mundo la belleza perdida.
Al subtítulo del libro: “Gramática de los dientes de León”sobreviene otro gran índice que sería la combustión de los cuerpos. El juego en el libro de Julio Barco nos hace recordar aquella disposición espacial que utilizó Mallarmé al escribir el juego de dados. El libro de Julio, por otra parte, parece no poseer contornos y multiplicarse hasta salir de un líquido precioso o un gas altamente inflamable para esparcirse hacia el interior de la contemplación lectora.
Y ¿quiénes son esos lectores?, la multitud misma que el flâneur trata de contener en algunas páginas o algunas calles. Ambos conceptos se unen para explicar el método de la contemplación del flâneur. Arder es mirar. Entonces Julio entona a través de su “yo poético” cínico, versos como los siguientes:
“¡Yo me iré por las calles sin otro rumbo que mi ser!
Mara, soy caos
& el poema se nos parece/ inevitablemente y mi luz me destruye.
Montículos de piedras
por donde sigilosamente cruzan las polladas/
los excelsos cantos vacilantes
Entre periódicos/chichas & choros
he hallado
la claridad de mi
conciencia/
fines del verano del 2019”.
El poeta emprende el camino, la ruta del poema, el flâneur va describiendo lo que aparece ante sus ojos. Aquí comienza el poema, aquí comienza un nuevo sendero. La descripción suele ser la consagración, así se ve tanto en Baudelaire como en Julio. Un ser desgarrado, con una eterna sed de unidad. Casi siempre inalcanzable.
Salvando las distancias temporales, Baudelaire define mucha claridad como el papel del flâneur: “El paseante solitario y pensativo, obtiene una singular embriaguez de esta comunión universal. Quién sabe posa fácilmente con la multitud conoce sus goces febriles, de los que se verá eternamente privado el egoísta, cerrado como un cofre, y el perezoso, recluido como un molusco. Adopta como propias todas las profesiones, todas las alegrías y todas las miserias qué le ofrecen las circunstancias del momento”.Julio Barco, por su parte, atribuye un efecto semejante al poema en los siguientes versos:
“Y soy un verano
Nos acurrucamos delirantes
mirando el mar de Lima & los ojos de Mara son un poema
que me conduce al Paraíso” (p. 14).
Los versos de Arder, a diferencia del poema deBaudelaire, propician un efecto de expansión que tratan de aglutinar todo el espacio visual. Podrían fácilmente ser la representación de la flama en el momento de su dispersiónpara arder. No será una fogata, ni una pira menor, el objetivo es crear un incendio que utilice el aire para sus fines de dispersión sobre toda materia orgánica en la ciudad. En Julio, en el libro, la ciudad será Lima.
La dispersión del juego lo que busca es que el universo entero se incendie con el ardor insólito de la juventud y el fuego que transforma la materia en cenizas. No es un acto de alquimia, es un acto ambicioso que busca la eterna redención y la purificación a través de la llama.Reencontrar y ver los objetos con la ingenuidad de la primera visión. La alegoría que nos circunda es la misma qué pertenece al título. “Arder” es el acto del poeta flâneur entre las multitudes.
Cabe señalar que el siglo de Baudelaire estuvo marcado por dos grandes figuras, el revolucionario, entregado a la multitud y el flâneur. Este último adquirió autonomía a partir de la advocación del poeta como un caminante incansable. Baudelaire, autor del famoso Spleen de París anticipa el ideal de este ser que llamarán el flâneur, pero también cumpliría el ideal del hombre creador entre lasmultitudes o las masas. Julio Barco al escribir Arder desde una poética de las multitudes, recupera la ciudad y el tópico del “poema como caminata” obliga al lector bien intencionado asumir la perspectiva del que cursa, mira y vive entre la multitud. Un impulso frenético evita quelibro Arder pueda ser considerado un libro lineal. Creo yo que es más bien cómo un fractal que multiplica sus formas y sus imágenes como una red interminable.
“Algunos beben demasiado las mujeres enloquecen
vomitan en tinas
rojas calaminas sus ansiadas parejas/ niñas.
Una multitud marcha por la av.
Tacna / aves buscan restos de comida en los
cubículos de basura me descubro andando motivado
por un nuevo paisaje que adherir a
mi vacío
tu cuerpo: sin rumbo. Denso:
Lila/ amanecer
dentro de tu
cuerpo: yo (cielo de topacio: dedos de luz)
focalizado a la humedad
de las rejas
herrumbrosas/
y anotas este paisaje:
tísico como tu aliento carnívoro
entre las pardas anaranjadas esquinas
y anotas:
en aquel verso yo bajaba de
un taxi
no sé por qué vine aquí bebía
en una ciudad percudida
yoamabalacarretera
luego se acaba el Dvd” (p. 15)
El “yo poético” comulga con la embriaguez y la catarsis,en esta fusión con la multitud. Emprende un enaltecimiento a partir de la suma con la multitud, no como una orgía, sino como un carnaval dedicado esa mente creativa en las palabras de la totalidad externa. Yo soy todos.
“las aves se arremolinan en las nubes/ y estoy muriendo.
las aves hamburguesas y versos. Toda la multitud
que avanza no es simetría sino del mercado neoliberal.
(…)
las aves
Y yo estoy aquí” (p.16 ).
La consciencia empata de forma extraordinaria con el concepto de “mémoire involuntaire” que Benjamin atribuye a Baudelaire y que define como “advertir el aura de una cosa significa dotarla de la capacidad de mirar”. Un detalle que surge del carácter cultural del fenómeno es la memoria como un acto de la consciencia. Rotunda prueba del saber colectivo.
Algo que llamaremos meta consciencia habita el libro y con eso cierra el texto en los apéndices del libro. Todo es poesía hasta el final:
“Escribo sin percatarme que miles escriben pero leyendo lo que miles escriben, lo que me permite, entre otras cosas, tener una idea del hechizo de la música de nuestro tiempo. Escribo sosteniendo todo el Peso del Mundo. Y pienso que ese Peso necesariamente permite crear una poesía belleza y ética; una exploración que sea espíritu y cerebro: diferentes en una sola construcción” (p. 54).
Los invito a adentrarse en el libro. Julio es la clase de poeta que parece incansable. No se detiene, su camino sigue y persiste. Hace mucho no veía un poeta como estos. En un paso vertiginoso entre las multitudes no se detendrá. Léanlo con atención. Nadie se arrepentirá de haber leído a un buen poeta en sus primeros libros.
.
Tres libros indispensables del sello editorial Odradek / MIGUEL TONHATIU ORTEGA /
Tres libros indispensables del sello
editorial Odradek
Miguel Tonhatiu Ortega
Hace un par de semanas me reuní con el editor Fernando Zaragoza para hablar acerca de la posibilidad de edición de un libro mío de cuentos. En esa charla de forma incidental salieron a la vista par de ejemplares del ediciones Odradek. Por un lado, se encontraba Alfonso Reyes con el ejemplar de Homero en Cuernavaca ( 2020)
Por otro lado, apareció también el libro Frutos de sal (2020); un proyecto elaborado entre el poeta Ángel Cuevas y la escultora Mar Gasca Madrigal, sin lugar a dudas el editor al ver los dos ejemplares me preguntó un poco acerca del origen de los libros y yo respondí que en realidad la editorial era relativamente nueva, pero que el oficio de edición era alto. Se podía ver en el cuidado de cada uno de los ejemplares. Como entre gitanos no se leen los libros, sin duda yo tuve el acierto de preguntar ¿qué opinas acerca de esta editorial? Él, sin chistar, me dijo que eran buenas las ediciones. “Entre gitanos” eso quiere decir qué se está haciendo un trabajo de calidad. Los ejemplares fueron revisados minuciosamente por el editor para darme un punto de vista objetivo. Fue así que surgió: De 1 a 10, ¿qué opinas acerca de estos libros? Sin importarle ningún tipo de filtro, Zaragoza respondió: “les daría ocho de calificación”. Todo esto que digo es una transcripción, cierto un apunte que entre editores. Entre ellos, sé que es difícil darse “el golpe en la espalda” y decir “lo estás haciendo bien”. Por mi propia cuenta, ya había sacado mi calificación y me percaté que ediciones Odradek demostraba mucho oficio en sus libros, al menos en los ejemplares que han llegado hasta mi mesa. Me honra decir que, en cuanto a Frutos de sal de Ángel Cuevas, como el de Alfonso Reyes, Homero en Cuernavaca son ejemplares de alto valor literario y editorial. No solo por el rescate de un pilar de la literatura mexicana, sino por la nota introductoria de Braulio Hornedo Rocha que abarca algunos pasajes de la vida del autor obtenidos del diario con el cual se coteja el periodo de escritura que ocupó Alfonso Reyes en este libro. En otro orden, se encuentra el caso de Nueve gatos. Nueve poemas (Cuadernos, 2020), en el cual podemos disfrutar versiones de poemas autores como John Keats, Ezra Pound, Elizabeth Bishop, entre otros. Los tres son libros imperdibles. Sé que es muy pronto para hablar de un clásico. Eventualmente, es un proyecto editorial bastante joven que aún no ha dejado una estela, sin embargo, cada uno de estos trabajos muestran una vasta experiencia en el ramo que hará que perduren en el ámbito editorial.
El trabajo de edición y cuidado realizado por Alfonso D’Aquino ha sido acucioso, especialmente en el libro Frutos de sal cuya naturaleza del ejercicio nos lleva a decir que Alfonso tiene más de 40 años haciendo este. Pese a que Frutos de Sal es un proyecto de intercambio artístico ya mencionado, entre un poeta y una escultora, la edición muestra la procuración del detalle y el respeto a las ilustraciones que integran la obra. Ya que en los exteriores en couché con las respectivas solapas, hacen del libro un objeto que promete una lectura bastante deseable. El libro en sí mismo es un objeto de arte.
Otro de los libros, el texto de Alfonso Reyes, Homero en Cuernavaca es, sin lugar a dudas, el resurgimiento de un clásico. No hay que olvidar que la composición de estos poemas está directamente vinculada al endecasílabo clásico que permite distinguir una serie de sonetos con el tema griego; sin evitar un toque de humor característico del Reyes y la elegancia que nos ha legado a través de sus letras. A pesar de ser un libro de alto gusto filológico: no para un lector. Homero en Cuernavaca accede a este universo clásico, ya característico del estudioso del centauro de los géneros, ineludible pilar entre nosotros.
Por su parte, Nueve gatos. Nueve poemas, resulta un libro con una austeridad asombrosa y con interiores en papel bond ilustrados donde aparecen los felinos en distintas facetas, posturas que mimetizan las actitudes humanas. El hombre y el gato: dos animales que componen la historia de la civilización. Nueve Gatos … es una miscelánea, ilustrado con fotografías de Dulce Urbina y con una traducción de Marco Antonio Cuevas y el mismo Alfonso D’Aquino. Resulta una edición que nos permite disfrutar la versión en inglés, así como su respectiva traducción al castellano. Estos tres ejemplos muestran un prometedor futuro para un editorial que, en Huitzilac, Morelos ha tenido su primera sede. No creo que tarde mucho en protagonizar el medio editorial tanto de la Ciudad de México como de toda la República Mexicana. Con calidad incuestionable y el oficio editorial muestra que ese proyecto que emergió del taller literario: poesía y silencio la ecuación dará como resultado una gran editorial.
Al volver a mi charla, Fernando Zaragoza, se despidió de mí. No sin antes preguntar de nuevo el origen de la palabra Odradek[1]: expliqué el motivo y proviene de la imaginación de Kafka. “Son buenos”, dijo condescendiente al fin y se marchó hacia la avenida Eje Central.
[1] Sin ánimo de que ésta sea una cita culta, es más una nota aclaratoria. Odradek, según el texto de Kafka, “Preocupaciones de un jefe de familia”, escribe: “Algunos dicen que la palabra Odradek es de origen eslovaco, y de acuerdo a esto, tratan de explicar su etimología. Otros en cambio, creen que es de origen alemán y solo tiene influencia eslovaca (…) A primera vista se asemeja a un carrete de hilo, plano y en forma de estrella, y en efecto, también parece que tuviera hilos arrollados; por supuesto, solo son trozos de hilos viejos y rotos, de diversos tipos y colores, no solo anudados, sino también enredados entre sí”. Franz Kafka. Obras selectas, Distal, Buenos Aires, 2004, p. 203.
Luz revelándose / MIGUEL TONHATIU ORTEGA /
Luz revelándose
MIGUEL TONHATIU ORTEGA
Retorno al mismo espacio
donde las lecturas de día
se resuelven con lámparas fijas;
se leen, como yo las leo,
en forma de antiguas historias.
El eco de esquina a esquina
aborda el segmento de sonido
de un trozo de relato
descrito en pasado anterior:
con una taza de café en las manos,
hecha de un brillo matutino e imberbe;
una frígida luz revelándose
ante los nubarrones exiguos y el sol:
son las ocho.
Amaneció la superficie húmeda
como si la lluvia tuviese un rencor escondido,
como si la noche, como si la lluvia, como si el rencor,
como si el día o la nube fueran determinantes para escribir.
Las palabras no existen,
solo es mi eco.
cuerpo desnudo en Uruguay
I
¿Hubo ciudad para ti,
en ese bosquejo de formas:
el concreto y la naturaleza
que renunciaban por ver a la muerte?
Pudo, quizá, no existir vuelo
que tuviera el fondo de Chet Baker
y la trompeta inusual para seguir la música
sobre la orografía; los ríos y ciertos mares.
Tu cuerpo fue un árbol frondoso y sutil,
en marzo desprendió su aroma
único (vuelta), impelido por la forma del viento.
Fue la gracia, el tintineo del aire
y el fruto que cayó lejos del durazno;
y tus manos como cuerpo desnudo en el Uruguay
ya no poseían sentido franco.
II
Se revelarán las piedras en tu jardín;
el mármol afilará el brillo del amor,
ya lo sé, no estuvo dirigido al sitio del encuentro.
Mis palabras secas solo son útiles
ante un viento inmortal que niega la pérdida.
Hay un canto en una habitación vacía:
lo trazas para siempre y el sol lo valida.
Volverán las hojas de un cuerpo de otoño;
no estaremos, entonces,
porque el viento tramará venganza
por este encuentro fallido,
nunca llegaste a puerto alguno:
bajar las escaleras, mirar tu maleta;
eran sólo una parte del sueño
(ningún mago celeste pudo interpretarlo para mí).
III
La ciudad no era para ti,
Chet Baker se oye en el ambiente.
El mapa no permanecerá más sobre la mesa;
las efigies de tu jardín ya no se moverán,
sabrás que fui yo por ese viento,
que no cesó de agitar el árbol
de ese jardín ficticio en que respiras.
Un cuadro antiguo
Aparece en el suelo,
el cuadro donde un Cristo y su luz
emanaban desde una habitación vacía.
Otra vez, escuchaba,
la madera entre crujidos;
la cual los artesanos
teñían en retablos de óleo:
dominaban los nudos del benjuí,
la luz dentro del círculo:
cierta herida punzaba interminablemente.
Y el hombre hacía un movimiento
en dirección a la llaga: ¿Cristo?
Yo era uno que alumbraba
y veía mal,
miraba la luz
no tan próxima:
la luz, dije.
El vértigo era para ella:
una antorcha,
y algunos hombres;
la imagen de los aceites;
luego, la luz, el cuerpo y la llaga.
El olor de parafina.
Tomás, como yo, tocó la herida,
la luz me cegó.
Había nudos en los colores:
“Es cierto”, dijo Tomás.
Yo sólo pude decir que sí,
nunca más volví a ver el cuadro.
Caza del toro
Mugía el cielo nocturno.
Tomas Tranströmer
Animal mestizo como su fruto,
sumergido en un odio antiguo,
dormía a la intemperie,
la luna su luz:
un célebre día,
una bestia es un espejo.
Animales salvajes para ti,
para un cielo innecesario; eres el toro,
y el firmamento restañe,
la luna mata con sus astas desde anoche;
vuelve a tus ojos rojos con un arma sagrada,
baja la colina, intacto,
esconde cierto mugir y cierto odio:
el filo saldrá de la vaina durante el día;
estoy seguro:
la muerte será en su contra,
Minos.
el sonido de tu cuerpo al caer
Cuando Mi funny Valentín ya no resulta
en el cielo cerrado de las calles sin amor:
Haz dicho que ninguna nota sobra en el jazz.
¿Qué hiciste?
La trama en Francia indica:
Aún se escuchaba la trompeta en los bares del centro
cualquiera reconocería tu sonido entre el polvo.
No he vuelto por las mismas calles
Y luego, la metadona, hace tiempo;
mi corazón sonaba al ritmo de esa trompeta.
Escuché tu música,
aquella noche, Gerry Mulligan te acompañó.
Una mujer negra bailaba conmigo.
He olvidado,
he dejado atrás la piedad del poema.
Me devora la historia
y tu tocas la trompeta con toda la calma:
“Autumn leaves” suena y desintegra las hojas.
He olvidado quién soy,
no deseo escribir, hermano.
Algo de Ámsterdam,
algo de ese vacío en el edificio
tu cuerpo vuelve a tierra.
Aunque un hombre como tú se lance
desde la ventana del hotel.
(porque la metadona no fue suficiente):
Autumn leaves
y el último sonido de tu cuerpo al caer:
he olvidado quién eras, Chet Baker.
ALONE TOGETHER
(Chet Baker y Bill Evans)
Justo así con tu sonrisa,
Cuando aún no construías
El mundo con el sonido de la trompeta
(un regalo de tu padre).
Aún el susurro no delibera
“me han dejado solo”, dices,
El saxofón responde y yo creo que sí.
No han muerto aquellos
Que te escucharon en Europa.
No eres tan viejo.
LA trompeta deja a la luz vulnerada:
El tiempo posee el miedo
De cometer el erro al pasar a través del sonido:
En los metales dorados, Chet.
¿Qué se escucha? ¿Son las percusiones?
El aliento es un dios.
Abre la puerta al fin, silencio;
Nadie se espera la vuelta,
La trompeta utiliza la mudez como arma
Solo develada en el periplo de un sueño.
Chet Baker, sí, silencio, sí Chet…
SUEÑO CON CABALLOS BLANCOS / MIGUEL TONHATIU ORTEGA /
SUEÑO CON CABALLOS BLANCOS
MIGUEL TONHATIU ORTEGA
A Brenda Aguilar
Hoy hubo algún muerto, quizá dos o tres.
Formas ancestrales que aún no tienen nombre.
Vienes de un sitio desconocido.
Tu naricilla fina de niña, tu forma extraña de conocer el mundo.
La playa.
Existen pocas cosas debajo de la luz:
algunos espejos exilian las sombras,
las llamas vacilantes por el viento, alguna efigie corriendo
en una intensa búsqueda, algun brillo instantáneo;
caballos blancos a trote e imágenes de cúpulas como
lunas ancestrales
y perdidas.
Hoy hubo algún muerto, seguramente. Sin los espejos llameantes,
ni silencios,
sólo la luz afilada de una luna parecida a [ti.
Sólo falta tu naricilla de niña.
MALA ENTRAÑA
El espasmo y el grito sólo son formas del malestar interior,
los sabios antiguos decían: lo que es arriba es abajo,
el mundo ha dado un vuelco lo que es adentro es afuera.
El campo abierto, el cielo de la ciudad, los hombres como fantasmas
pierden el rostro: el humo es cegador.
La mujer del cuadro espera su amante.
Hay un dolor interno: todo reposa en el vientre.
PERFIL DE ROCA
Algunas veces los dioses esconden
en la materia inerte,
otras, cuando la suerte vuelve su faz, pueden esconderse
en los sueños.
Unas formas extraordinarias atrapan la materia
en un acto onírico,
la forma de la greca,
el sonido hacen un viento interno indescifrable.
Los 43 poetas Ayotzinapa: Los ecos de la inteligencia muerta / MIGUEL TONHATIU ORTEGA /

Los 43 poetas Ayotzinapa:
Los ecos de la inteligencia muerta
MIGUEL TONHATIU ORTEGA
En un artículo publicado el 24 de octubre de 2014, Juan Villoro escribe que la violencia en Guerrero por lo menos tiene desde 1959. Época en que gobernaba Raúl Caballero Aburto (uno de los principales caiques de la región). Dos asesinatos se toman como punto de partida, uno el de Isabel Durán y, otro, de Roberto Bello Serna, ambos líderes campesinos.
En este artículo, “Matar maestros” Villoro denuncia la acción concreta que la fuerza ejerce sobre la inteligencia divergente; a su vez, esta reflexión nos lleva al papel histórico que ha ejercido la fuerza bruta contra la inteligencia, por el simple motivo de ser parte de la disidencia. Villoro, también, hace una revisión de los antecedentes de la lucha armada que llevaron a cabo dos maestros ejemplares: Genaro Vázquez y Lucio Cabañas, todo alrededor del escenario de los años sesenta.
El final del artículo resulta conmovedor y es un golpe certero que un intelectual asesta a la estructura política mexicana en el ámbito de su proceder, cito: “Matar maestros significa matar el futuro. Guerrero es el paraíso envenenado donde la esperanza brota para ser aniquilada.”
No sólo es un grito de defensa sino una puerta por donde ha cruzado hacia la opinión pública que a partir de ese momento se ha volcado en favor de la legítima petición de los padres de los desaparecidos, después de la masacre del 26 de septiembre del 2014, donde la primer imagen, lamentablemente, deliberada de la muerte y la crueldad, la vivimos en la fotografía de J. C. Mondragón.
En una nota posterior, 2 de octubre del 2014, La jornada publica: “La espantosa imagen de un muchacho sin cara ha circulado profusamente en las redes sociales. Hoy, los normalistas de Iguala, marchan de nuevo y cargan con ellos una manta con la fotografía de Julio César Mondragón con una mujer y un recién nacido.” Termina con una frase que provoca el estremecimiento al establecer un contraste: “Era un muchacho blanco con rostro amable”; quizá nos indica la verdadera forma en que deberíamos recordarlo.
Por otro lado, se sabe por las crónicas de sus compañeros que Julio César corrió para resguardarse y se separó del grupo. También, en la misma nota de Animal Político (5/11/2014), se hace mención acerca del odio y el rencor con el cual fue tratado por sus captores, no importando su indefensión.
La fuerza siempre intenta dominar a la inteligencia; le teme.
En Guerrero, escenarios como éste se han repetido en municipios como Iguala donde fue provocada la masacre; Tixtla en el proceso electoral; Tlapa por el tema político y la desigualdad y en Chilpancingo, donde quemaron una camioneta justamente por una protesta pública.
Por ello, para luchar contra esa fuerza desmedida, para hacer patente que la inteligencia es superior al odio de cualquier especie y al rencor destructivo, la memoria de un joven como Julio César Mondragón debe pervivir, el futuro maestro con el rostro de todos, descarnado como lo estamos ahora nosotros vivos.
Cito nuevamente: “Matar maestros es matar el futuro”.
La inteligencia es peligrosa sí, porque no diluye fácilmente las huellas del pasado, la violencia de la estupidez con poder, por ejemplo.
Junio 2015
TARDOR (inédito)
TARDOR
inédito

urfa[1]
A Joan Valent
Cuando el sonido gira en el cielo
o una piedra espera en la playa.
El golpe interminable es también el canto,
las gaviotas hacen ruido al cazar un pez,
el pez infame puede ser un piano cerca de la costa:
“Volverás a estas tierras, hijo mío,
volverás a comer carne del mar,
forma vital en la sal de pez;
volverás cuando la marea lo indique”.
No hay porqué dar vuelta al rostro,
la tierra seca aún posee manchones,
cierto rojo infame del crepúsculo,
lo carmesí del suelo calloso y servil:
la huida, tu tema final, la huida.
Padre del padre, mujer que reza,
armas por todos los resquicios,
hemos sido sitiados:
“el niño toca el violín y las bombas azotan fuera”.
Él hace una oración con el llanto de las cuerdas
un instrumento desconocido reduce la memoria
y la metralla anticipa el aire claro
o el sol sobre la sal de arena.
Los ruidos de un arma de repetición
y el niño toca aún el violín.
Volverá el mar, ya lo dije,
Como un cielo claro sin nubarrones
cruzará con lentitud mi frente.
El cielo ha labrado un ruido,
ese sonido es un secreto
que vomitaron algunos ángeles sobre la playa;
permitieron que el hombre
supure un olor a flores en la herida
escucha…
El cielo espera sobre la costa
un cardumen se revela,
la música ha tocado la tierra.
“Has vuelto, hijo; éste es tu país”.
En la arena, han escrito los ojos de los asesinos
algunos nombres de las víctimas
y olvidamos sepultarlos por miedo a la metralla.
¿Recuerdas?
Niño, no te detengas,
toca el violín para siempre.
provincias sin mar
Cierta perfección te trajo aquí,
vuelve el rostro,
ocupa el horror del destino,
sobria tempestad.
Busca, busca,
lo que nadie —blanco,
en la canción de sol—,
busca aunque nada encuentres.
Algunos seres citadinos
miran al cielo claro:
son ciertas las provincias sin mar.
Nuestra gran mentira
ya se descubre en una joya
que aún mantiene el vigor
por la suavidad que refleja ante el sol.
Esto es sólo un simple lago cenagoso,
un valle claro sin amor,
los rojos habitantes sonríen.
No hubo amor,
no hubo amor a tiempo.
Cierta perfección inesperada
fue para este sitio.
brezo
A Mariana Salinas
Aquí termina la historia
Tomas Tranströmer
Han abierto la calle
donde todos los días
dirijo mis pasos al café.
El brezo de la pipa
se pudre en ceniza,
ya ha sido abandonado
por ella:
—No tardes—.
También espero el final,
el ojo del sol que se doblega
sobre su piel pecosa y clara.
Sonrío porque sabe ella
que esta mueca
se ha perdido entre sombras.
La calle sigue abierta,
la máquina hace ruido
suficiente
para no escuchar a la mujer.
Imagino lo que dirá,
la angustia
al mirar el concreto destrozado,
la cara de abandono
y la pipa negra de hollín.
Sólo distingo su sonrisa,
el resto morirá en la memoria
de mi retina.
No habrá una divinidad
que pueda con ese recuerdo:
lo sagrado no permanece un segundo
pero se escribe en el eco de la nada.
Y ella dejará de sonreír,
lo sé, no hay lágrimas.
filme
Al comenzar la cinta, la escena del cazador furtivo, los árboles en el follaje blanco del filme. La gabardina, la furia, “ustedes que no han sentido esa máscara”, decía el hombre y miraba la pantalla; no perdía por ningún territorio la pista del paisaje: llovía, eso es cierto.
La mujer dijo: “había sol”.
Luego: “¡Qué bien!”
Quién no conoce a los hombres piensa que todo está hecho de una vez y para siempre. El solo acto, puede dispensarse, ha perpetuado las sombras, el saber del abeto como una muestra de la historia, sobre los hombres, sobre cada hoja de los libros sedientos.
“He aquí que la frase delibera su propio silencio”.
Y cuando resultó suficiente, cuando la frivolidad para apresar el tiempo, con la trampa de las palabras amables; revelando la breve intención del sol cuando olvida el color de la luz. La ventana abierta, el busto del alce como trofeo de caza, el dintel, las flores del macillo que desaparece de la escena a mediodía; un sillón Luis XV, a un costado de la entrada de la choza, el piso blanco y negro, en tonos de sepia.
¿Cómo lo reconocí? Existe una cortesía sospechosa entre ellos.
II
Respeta mi silencio inmune: “Nace la luna sobre el mar como una antigua mirada del hombre”.
Habría que aprender a escapar de la claridad sin ir demasiado lejos, se debe huir de la trama, de escapar preparado ante el silencio.
La caza del animal más ágil, el menos fuerte, el más audaz. El cazador furtivo que no suelo ser yo; resulta la negación del antagonista. La prohibición por menoscabo de su nombre: “Nadie puede mencionarlo, nadie”.
En ese instante, ya dentro del filme, fue suficiente tratar de atrapar el tiempo con la fuerza de esas palabras amables que habían desaparecido paulatinamente: el filme en blanco y negro no era ya el objeto perfecto, la proyección terminaba, los hombres desaparecían y las reglas de vuelta a la realidad se habían extinguido por el odio lento del espectador.
La sala se iluminó y la gente abandonó del lugar.
Yo esperé hasta que la luz renaciera, también.
[1] Sanliurfa o Urfa: ciudad de Turquía ocupada por los nacionalistas y que orillaron el desplazamiento de armenios de la zona de guerra. Ara Milikian, de origen armenio, tuvo que aprender en refugios antiaéreos a tocar el violín durante la guerra civil libanesa (los llamados bombardeos de Beirut); la composición del tema “Urfa”, realizada por Joan Valent y Ara Milikian, evoca la nostalgia por la tierra perdida. Sobra decir que la composición inspiró el poema.