
EL SEIS
EL SEIS
Cuando nací el cielo lloró sangre azul; y pintó los rostros enjutos, tristes, de todas las rameras del planeta. Las flores frescas y multicolores; al escuchar mi nombre se marchitaron de puro terror. Todos los habitantes de la ciudad enferma; donde respiré por primera vez, observaron ciertos símbolos de maldad, en semejante suceso, y presa del pánico irreflexivo, pedían a gritos mi cabeza. Mi familia hubo de huir presurosa, hacía un punto geográfico desconocido, donde ocultó la existencia de mi complicada persona. El tiempo voló con alas de buitre hambriento, sobre las testas de los infelices ciudadanos. Los humanos elevaban plegarias lastimosas para ser oídas por sus dioses ya muertos; y éstos se escondían en el cementerio del cosmos. Estudié en una escuela cualquiera; donde era temido por mis condiscípulos, y venerado por los profesores. Nunca mis actos fueron causa de conflicto; fue mi rostro de loco, el que trasmitía cierto miedo. Las compañeras preciosas y bellas veían en mí; a su príncipe de la demencia, y cual fieles devotas, me adoraban hasta el arrebato. Mis progenitores sabedores de mi intrínseca sabiduría; se dedicaron a cultivar mi mente, hasta la excelencia. Argumentando que encontraban en mí (El Seis) todas las características de un genio excéntrico. Inicié con la poesía; la escribía sobre la piel tersa y erótica de mis exquisitas amantes. He escrito mis mejores textos; los más geniales, bellos y sublimes, en los ardientes cuerpos, de cientos de damas que me han amado todo. Mi lengua ha sido la pluma, mi saliva la tinta; y los pechos henchidos, los glúteos maravillosos (de las féminas impetuosas), son mis hojas en blanco, donde lentamente, voy tatuando un verso, un cuento, una novela. Me encantan también los elixires necesarios; para volar sobre los intestinos del universo. El hachís me otorga alas metafísicas; para surcar el mundo de las ideas, y el placer de la autorreflexión. La cocaína noble y necesaria, hace que olvide por algunos momentos mi misantropía, y así puedo relacionarme con los mortales. El licor (Dionisos); droga necesaria para soportar el vacío existencial de mi espíritu. Debo de manifestar que siempre he deseado ser un virtuoso alcohólico sin conseguirlo, hasta la fecha. Esta historia de mi vida es mucho más importante y de mayor relevancia que cualquiera de esos escritos donde los mediocres, los medianos, triviales, serviles (“escritores” oficiales y marginales) anotan sus datos “reales” de sus ínfimas vidas. Yo soy el arte/Yo soy el proxeneta de la parca/Yo soy el único camino a la literatura/Yo soy el supremo gurú de la poesía/Yo soy el artista universal.
Hoy amaneció incoloro / EL SEIS /
Hoy amaneció incoloro
EL SEIS
Hoy amaneció incoloro
M
u
e
r
t
o
como si todo se lo tragasen algunos ángeles ebrios
el olor pestilente/penetrante/ de la sol-edad
es absorbido
por esos entes quiméricos de vestimentas inauditas
y de modales afeminados
que en estados de fabulosas conveniencias etílicas
le dan miles de vueltas/con sus alas de pajarracos de-mentes
a la tierra macilenta/enferma de senectud cósmica
Tristeza /llenas de gusanos azabaches la noche
Allá
a
b
a
j
o
los humanos se carcajean/falos sonrientes
mientras miran volar un cortejo de hermosas mujeres
que hacen piruetas sobre la neblina gélida/oscura/bruna
mostrando desenfadas las curvas de sus encendidos cuerpos
que en semejante travesía arrojan infantes llorones/fetos garzos
es apocalipsis venenoso/pues… llueven orgasmos enloquecidos
sobre la tierra embravecida
para fecundarla de pura sexualidad/de gemidos eternos
y hasta de frenéticos suspiros/delirantes/ ¡extravío puro!
Tristeza/llenas de mariposas negras las almas
Ni siquiera los relámpagos furiosos/ que salen de la boca universal
con sus flechas flamígeras/llenas de venenos pavorosos
pueden “apagar” los gemidos perpetuos/del avispero mujeril
que preparan sus aguijones suculentos/para seducir con sus arcos de pechos
/sus lanzas de caderas tersas
y sus sudores pandémicos de lúbricos ardores
que envuelven/cercan/a los hambrientos de libídine
y hasta de amores/de amores…
Tristeza/lloviznas las caras pálidas de las mujeres excitadas
En brama/en celo sempiterno/se desmoronan desde la cúspide erótica
/las diosas desnudas/convertidas en mujeres aladas de orgiásticos cantos
/buscando oídos célibes/mancebos/ para extasiarlos/transportarlos
/Hasta los confines eternos del Cuadrilátero Voluptuoso
Tristeza/perra con dientes de marfil… y ojos de gata A
Z
U
L
Un Cóctel de la locura / EL SEIS /
Un Cóctel de la locura
EL SEIS
He bebido de todo esta noche. Me he preparado un vodka, con algunos cubos de hielo, jugo de naranja fresca, una porción de cinco gotas de clonazepam,… y todo sigue igual. Busco entre los cajones de un moderno escritorio; encuentro cannabis, de buena calidad, la huelo, y me quedo con su olor, saco de entre las bolsas de mi pantalón de mezclilla, un poco de cocaína, me preparo con toda calma, un “primo”, lo enciendo, y lo inhalo, con un placer inmenso. Me miro un poco en el espejo de mi estudio; estoy lívido, pálido, cualquier persona diría: Es un (de)mente. Bebo con un gusto especial, cada trago de mi elixir elevador del alma; mientras fumo suave, con calma, mi “cigarro cósmico”. Se escucha una melodía de blues antiguo, rudimentario, elemental, casi… como el sonido del dolor, el intérprete es blanco, y eso lo sé, porque, siempre me ha gustado más la música tocada por anglosajones. No soy racista, sólo es cuestión de gusto estético. Estoy que me devoro a mí mismo, en este momento, ahora, sólo es cuestión de lanzarse al vació, no es doloroso, adelante. Soy pura soledad,… en el sentido semántico de la palabra, “no soy”, aunque exista disfrutando del entorno. El tiempo a transcurrido, sin que me dé cuenta, cuando menos con precisión. Me preparo, como todo un maestro, un poco de mezcal, en un vaso escarchado, le deposito una porción de hongo enmielado, agua gaseosa, y jugo de toronja. Después se escucha: Sehnsucht, que invade todo el espacio, con sus bellas notas. Me siento en un sillón suave, limpio, cómodo, de color negro, mientras pruebo mi cóctel de locura, ¡oh!, está exquisito. No logro estar en mí, o si lo estoy, no lo sé, me siento, al borde del hastío. De pronto percibo una presencia, muy cercana a mi ser, alguien que se allega suave, como gata herida. ¿Quién será…?
--¡Hola, amor!
No pude contestar absolutamente nada.
--¿Cómo estás?
Iba a responder: me estoy muriendo, pero, mejor me quedé callado, como un muerto…
--Te puse música, para que estés alegre y feliz.
No era necesario, pero, es buena idea, pensé en lanzar las palabras, pero no lo hice.
--Te he estado esperando, tengo mucho tiempo aquí en este espacio, tanto, que hasta ya perdí la noción de todo.
--¿Eres la noche?
--No, soy Helena.
--¡Hola, querida!
--Te he estado observando un buen rato, cobijada en la oscuridad, y estás guapísimo. Pareces un ser etéreo, que viene de algún lugar donde sólo hay tristeza y abatimiento.
--Quiero no ser…
--¿Dónde estabas?
--En la metrópoli.
--Enciende un poco la luz.
Ahí está la dama bella; vestida con una bata transparente, blanca, sin corpiño, pero con unas bragas diminutas, de color rojo, medias blancas, y zapatos rojos. Es dueña de unas piernas perfectas, bien torneadas, que al moverlas es como una danza del placer eterno. Sabedora del efecto que me producen sus extremidades inferiores, me las muestra en toda su plenitud, ¿oh?, qué hermosa mujer. Me llevo a mis labios el vaso de cristal, para saborear otro trago del menjurje alucinógeno. Ella, retira de mi boca la “pócima”, y exclama: Dejemos para otro momento, tu bebida explosiva. Me besa suave, con calma, y sensualidad, primero, mis labios, después mi rostro, luego, mi cuello. Me quito la camiseta, es de color negro, hago lo mismo con el pantalón de mezclilla, y me quedo en puro calzón azul. Me lame todo el cuerpo, desde el rostro, hasta llegar al falo, donde se queda hechizada, por largo tiempo. Después se sube sobre mí, hacemos el amor, el coito, la cópula. Nuestros cuerpos son el vaivén mismo, el interminable movimiento, un temblor trepidante, hasta oscilante. Somos dos soledades en búsqueda, y una vez juntas no desean separarse jamás. No hablamos, ninguna palabra sale de nuestras bocas, solo una magnifica sinfonía de gemidos, invade el todo. Es como llegar al Nirvana, solo que nuestros vehículos son nuestros cuerpos, sanos, vigorosos, lozanos, llenos de sensualidad, y erotismo. Quedamos exhaustos, complacidos, como en estado de gracia, solo nos miramos, como si hayamos consumido una droga deliciosa. Mi pareja bien sabe, que ella es mi única y mejor dosis, para elevarme hasta los pechos blancos de la luna.
--¿Te gustó?
--Me encantó.
--Lo sabía.
--¿Por qué?
--Es evidente que lo disfrutaste.
Iba a decir que sí, pero preferí quedarme callado. Además ella bien sabe, que me vuelven loco, desquiciado, sus piernas magnificas.
--Sabes que te amo.
--Lo sé.
Se levanta mi hembra, y elige una canción: Sanjay Mishra, y la música hindú se hace presente. Mientras nos preparamos, para saborear un licor helado, lleno de sabor y locura. –Todavía sigues viendo a la adolescente, de un lunar en la comisura izquierda de los labios, creo… que se llama Nubia. Pienso que contesté en sentido afirmativo, porque, la imagen de la pequeña me invade todo. –No creo que sepa fornicar como yo, ¿o me equivoco? Si es que respondí (no lo recuerdo), dije que no. --¿Entonces porque la sigues visitando? Me volví a servir otro trago de baco, y hacía como que no la escuchaba. –Tengo seis meses contigo, y me fascina estar a tu lado, aunque tengas muchas amantes. Nunca te he visto con una fémina horrible, fea, vulgar, sé que tienes buenos gustos, hasta la exageración. Tomo un cigarrillo blanco, le prendo el cuerpo, y le empiezo a quitar la vida en cada inhalada. No tengo deseos de escuchar a mi amante en turno, bueno no de esos temas… --No te estoy reclamando nada, cuando te conocí, recuerdo que me comentaste: Yo tengo muchas chicas bellas, espero no te moleste. Además ya me habían comentado un poco sobre ti, y sabía perfectamente, como te comportas en la vida. La miré inquisitivamente, y se calló por un momento. Le entrego unas líneas de cocaína, y la invito a saborearlas. Pasó el tiempo, como jinete degollado, dejando en su cabalgar, sólo polvo añejo. Estamos como dos esculturas de mármol, esculpidas sólo por las manos de la orfandad. En ese preciso momento timbran en mi puerta de madera, se escucha como un anhelo, que desea llegar hasta mis huesos. Me extraña que Helena no abra, es más… estoy esperando. –Puedes atender, amor. Me levantó, sin prisa, y el sonido, como un violín desafinado, no deja de llorar. Quitó el seguro, y ¡ahhh!, ahí está ante mis ojos de miel, la entrañable mujercita, de falda corta, ojos tristes, cuerpo perfecto, y esa sonrisa enloquecedora. –Hola mi vida. ¿Cómo estás? La abrazo con mucha sensualidad, mientras le levanto la falda, para mirarle el trasero de ensueño, trae puesta una tanga de color rojo fuego. Le toco con un goce desmedido sus glúteos perfectos, diseñados por la pasión de sus padres. Me besa con todo su amor, y una enorme exaltación sexual. –Es bueno verte, me haces falta, mucha. Tenemos seis días que no hacemos el amor, te requiero, ahora. Le contesté que a mí todas me necesitan, siempre, toda la vida. Después, un sentimiento extraño, me hace sentir muy bien, perfecto, como un psicótico, recibiendo electrochoques. Llega al sillón, (ese cuerpo encantador) donde hace, algunas horas he fornicado, y se sienta, ya está en ropa interior. La desvisto toda, y la contemplo a mi entera satisfacción, ordenándole que asuma diversas posiciones, sólo para mí. La acomodo en forma ideal para iniciar el acto sexual, cuando se aparece Helena, y me explica: --La invité, considero que la necesitas, con urgencia. Siempre me preocupo de ti, bien lo sabes, querido. Inicio con mis actividades sexuales, con mi pequeña, disfruto de todo su lindeza. Ella si habla, suspira, gime, y hasta me rasguña la espalda. Mientras grita: Todas mis amigas te amamos, te deseamos, te admiramos, te adoramos, eres nuestro amor, el mejor de todos. Entretanto, cerca de la cama nos observa mi amada de piernas esplendentes. No recuerdo cuanto tiempo estuvimos amándonos, lo que nunca se me olvidó fue el placer tan inmenso, de copular con semejante cuerpo. Fue exquisito. Ahora tengo a mi disposición (en este momento) a dos seres hechos para el amor total, y me pertenecen.
--Brindemos.
--¡Claro!, amor, exclamó Nubia.
--¡Salud!, querido, me dijo Helena.
--Las quiero a las dos, son muy hermosas.
--Nosotras somos tuyas, siempre.
Allá afuera; la gente mediana, común, busca cuestiones tan absurdas, como incrementar su haber económico, su posición social, y hasta pierde el tiempo en lastimarse, en odiarse, y en llorar furias.
--Ja, ja, ja. Yo Alejandro, “sumo sacerdote” del hedonismo, me siento feliz, con mis dos lindas y exquisitas feligreses.
MUJER DEL FIN DEL MUNDO / EL SEIS /
MUJER DEL FIN DEL MUNDO
EL SEIS
Llega vestida de luces fosforescentes
Adornado su cabello con flores
de azahares aromáticos
Una diadema de lunas extraviadas
adereza su testa soñadora
Mientras tiembla de puro placer desmedido
un guayabo lejano
que arroja frutos exquisitos
y deja un sendero al paraíso derretido
Es su rostro un cielo explosivo
que arroja estrellas sonrientes
y miles de miradas lascivas
que derriten de pasión
hasta al monje más estoico
Tiene violetas en sus trémulos labios
que florecen vigorosas
cuando otorga ramos de besos
entre los jardines de sus muchos
devotos enamorados
Cuando camina no lo hace como los mortales
ella vuela sobre los árboles inquietos
se convierte en pájaros peregrinos
que desaparecen en los huertos privados
de los hombres desnudos.
Ella tiene en su boca de ensueño
el océano de mis besos
y hasta ciertos mares furiosos
de mis amores...
Y me maldice cuando llega la noche
y estoy sobre el ebrio tejado
danzando
y ella ronronea mi presencia.
Es mi gata en celo
yo su amante lejano
ausente
ebrio
loco
que suspira sus uñas afiladas
mientras me lamo el pelo
con mi lengua áspera.
Soy felino púrpura
visitando las palomas blancas
para "violarlas".
MI PSIQUIATRA RUBIA. / EL SEIS /

MI PSIQUIATRA RUBIA.
EL SEIS
María me dijo con voz grave: ¡Mátame! Mientras pronunciaba semejante palabra, yo el demente, del manicomio privado: El Paraíso Artificial, me le quedé mirando absorto. Mientras la observaba y escuchaba a plenitud, mi corazón latía más fuerte, y mi respiración aumentaba. Estaba a punto de lanzarme sobre su cuerpo y "comérmelo" todo.
Ella, era mi psiquiatra, a la cual, le había comentado mis problemas mentales. Todo empezó con una pregunta de ella: ¡Cuéntame tus obsesiones! Le dije que me gustaría hacer el amor con ella, y que siempre por las noches la soñaba desnuda, con una flor marchita en su cabello rubio. Añadí (sin ningún miedo) que le levantaba el vestido, y le hacía a un lado la bombacha, y la penetraba por ambos huecos calentitos. Pensé, con esta confesión quizá me hará beber algunos nuevos psicotrópicos, o me aplicará una sesión de electrochoques, pero mi amor sexual por ella bien valía la pena... Me quedé callado, en espera de que sus labios pronunciaran algunas frases, y las letras (de su boca) se fueran volando, y gritando de pasión...
Se acomodó como es menester, para esas lides sexuales, y lo hizo precisamente como a mí me fascina, y había soñado. Me acerqué suavemente, me saqué el falo (en llamas) de mi bata blanca (de enfermo), lo apunté al umbral de su vagina, presioné con tal maestría y perfección, que gritó: ¡Mi Dios! Iba a decirle que Dios no existía, pero no era el momento preciso, por lo cual me dediqué a hacerla mía. Gritaba, gemía, aullaba, lloraba, y decía palabras "nada" propias para tal efecto: Más y más, fuerte papi, con todo, muévete, ritmo, fuerza, velocidad, rapidez, amor de mi vida...
Volvió a gritar ¡mátame!, y estuve a punto de hacerlo, saqué una cuerda delgada, con la cual pensaba ahorcarla. La médica con calma, me explicó: No, así no. Mátame de placer, mi amor. ¡Oh!, comprendí perfectamente, mientras nos movíamos como si fuese una cabalgata perfecta.
Ya no recordaba cuanto tiempo tenía de no hacer el coito. Yo pensé que ese era mi mejor tratamiento, eso lo medité después, cuando estábamos desnudos, mirándonos, y fumándonos un cigarrillo. Luego lanzó el humo y me dijo: todas las trabajadoras de la medicina de este lugar somos tus amantes, tus mujeres, tus "esposas"...
Espero que nunca se te quite esa "enfermedad" del ensueño, y menos la capacidad que tienes del convencimiento. Eres como un Sultán y nosotras somos tu harem. Sólo pide algo y de inmediato serás complacido. Se escuchaba como un eco interminable (no sé si todos lo escuchaban). "Eres como un Sultán..."
Después se volvió a ponerse cómoda para volver a copular, y con esa sonrisa encantadora, y su voz especial exclamó: Te falta el otro hueco, mi amor...
Mientras me movía (entraba y salía) en su cuerpo dichoso, ella la bella, volvía a decirme Dios. Así me sentía como un Dios: Todopoderoso.
“Un Ángel lujurioso y beodo
Vuela con alas metálicas
Sobre el cielo encapotado
En busca perpetua
De la luna desnuda
Plateada…”
Gritaba encantado: Escucho voces maravillosas, acompañadas con laúdes lejanos, y un coro de Arcángeles, mientras copulo.
Ella “cantaba” de una manera incoherente, mezclada con respiraciones, gemidos, gritos, y algunas palabras entendibles: ¡concéntrate en tu hembra y no dejes de moverte!
TRIPOLAR / EL SEIS /

TRIPOLAR
EL SEIS
Soy un tipo extraño, vesánico; me confieso partidario de la frenología. Además siempre he considerado un hombre “precursor” a Franz Joseph Gall, de la conducta humana, de sus múltiples funciones, y maravillosas problemáticas. Un “elegido” para buscar entre los “castillos de la ciencia”, la escalera “escondida”, que sin duda, nos llevará al conocimiento de la complicada mente. Aunque me gustaría añadir en este espacio que, Gall, tiene o presenta ciertos rasgos específicos (fácil de localizar) en su testa, que lo ponen como una evidente víctima de una terrible enfermedad mental. Y además presenta algunas protuberancias craneales, y las medidas topográficas de su cerebro (según un estudio realizado por el que escribe), son por mucho las de un ser enfermizo y mórbido. Estaba “bendecido” por un tipo de demencia, que hace “pensar” a quien la padece: que él es un ente sano y brillante e intelectual.
Las teorías “poéticas” de Jung, me siguen causando un interés desmedido. Hasta he considerado su trabajo más relacionado con la liturgia del arte, que con el conocimiento de la razón humana. Su veneración por la literatura budista y védica, es para él hasta una forma especial de religión, salvadora del “alma” personal y colectiva de Occidente. Es un buscador incansable (tenaz), que se sumerge en la aguas cristalinas (“sacrosantas”) de Buda, Brahma, Vishnú, Kali, Rama, y demás, (corrientes orientales). Donde cree encontrar: una sanidad mental (“eterna”), llena de mantras, yoga, que puedan llevar al hombre si no a la “iluminación”; si cuando menos, a la “normalidad” psicológica.
E inclusive me considero un freudiano clásico, con todas las ventajas o locuras que conlleve esta aseveración. El trabajo psicoanalista de nuestro estimado Sigmund, es en verdad la mejor “obra literaria” que jamás haya leído. Está escrita en una bella prosa críptica, simbólica, alegórica, que hace que cualquier ávido lector, llegue al clímax intelectual y estético al leer cualquiera de los libros del insigne “padre” de la psiquiatría moderna.
Desconfío de los nuevos teóricos del psicoanálisis, de sus métodos inconclusos, y hasta de su capacidad personal, para llevar a cabo semejante empresa. También señalaré que han perdido su alma “artística”, y se ahogan en el mar del eclecticismo. La mayoría no se atreve o no puede realizar un trabajo “completo” o general de la psique, con los riesgos que esto implica. Seres amorfos que no se aventuran (o se comprometen) de forma seria y formal, a buscar otros caminos, otras vías, para rescatar la salud del “espíritu”, “alma”, que se encuentra atrapada en la celda de la sin razón.
Tengo una tendencia (agrado) clara y precisa por ciertas etapas específicas de la “maldita y/o bendita” antigüedad. Además me intereso (de sobremanera) por algunas circunstancias de los individuos, donde éstos, se encuentran atrapados en su mayoría… en el siguiente status: La locura funcional; y por una selecta minoría, que ha sido “iluminada”, por eso que llaman la demencia, desvarío, delirio, y hasta han llegado a recurrir (para señalarlos) a la expresión cruel y despiadada: Vesania.
Yo soy un claro ejemplo de un desquiciado, muchos “estudiosos” de mi conducta me han diagnosticado con este título y algunos con epítetos de mayor “relevancia”. Mis gustos son de un orden exquisito y hasta “espiritual”. Nunca podré olvidar los cinturones de castidad (“objeto moral”); que algunos hombres utilizaban para dejar en buen resguardo a sus mujeres, para que no fuesen presa de los “abomínales” celos y la desconfianza. Individuos que tenían que partir a un viaje de negocios; o ser partícipes de alguna guerra necesaria (inevitable); o realizar un “vuelo” psicológico, hacia el “país abstracto” de la preocupación marital, y convertirse en víctimas del amor desmedido, patológico. Aunque a mí me interesa como objeto de placer, me levanta las más bellas pasiones, y los sentimientos más mórbidos. Considero a estas damas “sometidas”: unas golfas involuntarias, que hacían maravillas con sus manos, con sus cálidas bocas, con sus eróticos anos, y con esos pechos henchidos del máximo placer… Lo que menos importaba era la famosa llave o los servicios del cerrajero. Todo era un ritual de sexualidad incomparable.
También hacen explotar mi cerebro “en estado de interdicción”, cuatro monjas de hermosura suprema, de piel extremadamente blanca, de ojos azules, y cuerpos perfectos. Recluidas en algún convento del Medievo: revolcándose en alguna celda austera, y de piadosa construcción material. Teniendo como testigo principal de sus inquietantes y encendidas pasiones a la madre superiora, la cual, espera con desesperación, ser convidada a semejante festín de placer desmedido y pleno. Mientras se escucha el sonido límpido de una campana llorona, y los repetidos cánticos y rezos que invaden el entorno “sagrado”… Y ¡ahh!, el olor exquisito del incienso místico; los cirios ardientes, donde las flamas muestran rostros de diversas formas y actitudes…
Me vuelve loco la vestimenta de la mujer antigua; siempre y cuando fuese guapa y de un cuerpo antojable y primoroso. Nos dejaban mucho a la imaginación y a la dominante pasión del hombre sexual. Vestidos largos, frondosos, de diversas telas, y algunos aditamentos para resaltar la belleza. En realidad era muy poco lo que podía mostrar al eterno enamorado o al vidente furtivo, pero… ellas (apasionadas por naturaleza) sabían como excitar a sus fieles admiradores, y lo más importante así mismas. Cuando el “calor se sube a la cabeza”, las féminas son expertas en las lides sexuales. No usan ropa interior, verbigracia: el reglamentario sostén, y el menos encantador calzón, haciendo que la ropa del exterior, las acaricie todas; mientras sentadas, quizá leyendo una novela de amor, sus cuerpos vibran como un violín antiguo. El pretendiente llegaba a visitar a su “prometida”, amante o amiga, y esperaba el momento oportuno, para levantarle ese vestido “incómodo”, y poder ver en toda su plenitud el divino cuerpo ardiente de la mujer deseada. No existe mayor “objeto” de veneración que el cuerpo excitado, trémulo, palpitante, y lleno de pasión desmedida, hasta la locura, de la mujer en espera de un coito. Ella, es la iglesia, y el hombre el feligrés… Los sonidos de pasión de diez hembras en brama, son la mejor melodía que mis oídos jamás hayan escuchado.
En este momento que estoy hospedado (voluntariamente) en el manicomio de una ciudad, donde todo el día llueve tristeza, y el viento trae consigo un puñado del más cruel dolor… escribo estás líneas incoherentes, y oscuras, negras. Pero qué le vamos a hacer, si tan sólo soy un hombre de mediana edad, que padece de alucinaciones, y de cierto dolor psíquico. Tengo junto a mis huesos (de plata) a la psiquiatra, que desnuda y excitada, me dice: ¡Te amo! Una enfermera de nombre Nubia, que me está lamiendo el falo erecto, y exclama: ¡Me vuelves loca! La médica general (de algunos 26 años) que inquieta nos besa a todos los copartícipes de la sesión sexual, mientras aúlla: ¡Oh, oh! Tenemos vino francés, cigarros verdes, y una lluvia de “polvos cósmicos”.
Yo estoy bien, perfecto, hasta sublime. Lo único que no recuerdo (ahora) es mi nombre, ni siquiera mi número de paciente… Todo vibra al compás del amor sexual. Y hasta las paredes blancas del lugar donde me encuentro, se abren de piernas, mostrando todo el esplendor de su vagina cálida. Todo huele a pasión a frenesí, el cual se impregna en mi piel, como una sanguijuela. Mis mujeres en estado de arrebato amatorio, despiden un aroma muy parecido al de Afrodita, cuando sale desnuda del embravecido mar, buscando mis brazos… Hasta la luna desnuda, presa de una fogosidad explosiva, se desprende de su sitio habitual, y cae en la cama de mis enardecidos deseos. Hoy todo se mueve (en este momento) entre caderas perfectas, pechos rosáceos y de diversos tamaños, pieles de diferentes tonalidades y esencias, talles disímiles, piernas bien torneadas, glúteos de ensueño, clítoris en fuga, vulvas húmedas, labios carmesí, y lenguas serpenteantes.
Y ustedes, hombres normales, medianos, promedio, buenos ciudadanos, ¿cómo se encuentran?
(Copyright)
EL SEIS ( MUJER DEL FIN DEL MUNDO)
Arte Grafico: V. Manotas.
MUJER DEL FIN DEL MUNDO
Llega vestida de luces fosforescentes
Adornado su cabello con flores
de azahares aromáticos
Una diadema de lunas extraviadas
adereza su testa soñadora
Mientras tiembla de puro placer desmedido
un guayabo lejano
que arroja frutos exquisitos
y deja un sendero al paraíso derretido
Es su rostro un cielo explosivo
que arroja estrellas sonrientes
y miles de miradas lascivas
que derriten de pasión
hasta al monje más estoico
Tiene violetas en sus trémulos labios
que florecen vigorosas
cuando otorga ramos de besos
entre los jardines de sus muchos
devotos enamorados
Cuando camina no lo hace como los mortales
ella vuela sobre los árboles inquietos
se convierte en pájaros peregrinos
que desaparecen en los huertos privados
de los hombres desnudos
EL SEIS