Nuevas perspectivas en torno a la figura del padre y la madre
en la poesía de José Watanabe
Edwards Vega Sánchez
Edwards Anthony Vega Sánchez
Universidad Nacional Mayor de San Marcos
La obra poética de José Watanabe ha tenido gran importancia dentro de la literatura peruana que inició con su primer poemario Álbum de familia que fue publicado en 1971 con el cual ganó el premio “El poeta joven del Perú” en su natal Trujillo; y culminando con el poemario Banderas detrás de las nieblas el 2006, un año antes de su lamentable fallecimiento. En su poesía coinciden muchos críticos, hay cuatro principales aristas las cuales están muy interrelacionadas entre sí y son el pensamiento japonés, muy influenciado por el haiku y la filosofía Zen; las referencias artísticas tanto occidentales como japonesas; la cosmovisión mítica y regional dada por la representación de un habla coloquial, los espacios regionales como Laredo y el pensamiento mítico. La última arista es la familia, ya sea presentada a través de la madre, el padre, los hermanos e hijos, como también la descripción de lo cotidiano. La presente ponencia tiene la intención de realizar un acercamiento a esta última parte, específicamente en la construcción de la figura paterna y materna. Para ello nos veremos en la necesidad de reducir nuestro objeto de estudio a cinco poemas. Los dos primeros tendrán como sujeto principal la figura del padre y serán el poema “Las manos” que está dentro del poemario Álbum de familia, y “Este olor, su otro” del poemario Historia natural. Los poemas concernientes a la figura materna vendrán a ser “Mamá cumple 75 años” del poemario mencionado anteriormente y “El camisón (Magritte)” dentro de Banderas detrás de las nieblas. El último poema será “La impureza” dentro del poemario El huso de la palabra y en este observaremos cómo confluyen ambas figuras dentro de la perspectiva del yo lírico. Así a través de ello podremos desentrañar la configuración de la madre y el padre dentro de la poesía de Watanabe, tomando como muestra estos cinco poemas; para ello nos serviremos como principal referencia los dos libros de Silvia Tubert: La figura de la madre y La figura del padre.
En el poema “La manos” el sujeto de enunciación anuncia la relación con el sujeto representado “mi padre” y por lo tanto también está presente como personaje dentro de la enunciación, Li Ning[2] hace referencia al poema y señala el proceso de migración del padre. La imagen de las manos se articula a través de las figuras de la sinécdoque y la metáfora. Estas son mencionadas como elemento de conexión del padre con su descendencia (el yo lírico y sus hermanos), se observa una tensión entre el yo lírico (hijo) y el sujeto representado (el padre) pues las manos tienen una doble pertenencia que genera la identidad de este y la de sus hermanos; asimismo el padre representa a la generación pasada, mientras que los hijos a la presente. Se observa que surge la dicotomía vida y muerte, pues se enuncia un tiempo presente en donde el padre se encuentra fallecido por medio de la sinécdoque “su pecho silenciado”, mientras que las manos aún viven en sus hijos. De acuerdo a Li Ning las manos simbolizan la capacidad artística que es heredada; pero esto no restringe el carácter polisémico que tiene; en primer lugar funciona como sinécdoque tanto del padre, como la de los hijos, representando el cuerpo de cada uno de ellos. Se puede señalar que implícitamente el padre tiene el poder de crear pues es capaz de engendrar y multiplicar sus manos. Esto se observa a través del símil en donde las manos son comparadas con frutos los cuales pueden ser sembrados. De esto se puede señalar la relación simbólica con respecto a la actividad agrícola. Las manos constituyen un elemento ligado a la creación, pues si bien se menciona la capacidad artística ligada al mundo japonés (Utamaro); estas también constituyen la capacidad de realizar diferentes actividades ya sean cultivar, comer o trabajar. Además se añade que en el poema las manos sirven para realizar los ritos funerarios, ya que son dadas por el padre a sus hijos para que lo puedan enterrar y despedirse. Esto está mostrado explícitamente en el poema: “o porque no quiso que otras manos/ posasen su pecho silenciado” y “que con estas manos / también enterrarán un poco a mi padre”. Eso se puede atribuir a la idea de reciprocidad pues el padre otorga el don de las manos, como potencia para realizar cualquier actividad, a los hijos que luego lo retribuirán a través del acto de enterrarlo.
En “Este olor, su otro” se presenta de nuevo el espacio familiar que compone la cocina y el comedor. Si analizamos el título del poema, se instaura el predominio del sentido del olfato que sirve para identificar un sujeto representado y se evidencia que este el padre. Este poema muestra un yo lírico representado y ofrece el carácter de acercar más la mirada del lector hacia una experiencia vivencial. El proceso de identificación se da entre el padre y la percepción del olor del perejil. Si planteamos la correspondencia entre estos dos elementos padre / perejil, aparece otro personaje más dentro de la enunciación que cumple el papel de mediador entre ambos y este resulta ser la hermana quien es la que alista el perejil. De igual manera la hermana suple un rol muy comúnmente ligado al de la madre que es de la actividad de cocina, lo cual se traduce en la capacidad de procesar los alimentos.
Se van elaborando paralelismos entre el padre y el olor del perejil, mientras el padre es denominado como “el japonés”; el perejil viene a ser “el secreto local de cocina”. La confluencia de ambos elementos se da en el hogar a pesar de la distancia representada.
A partir del verso 15 se observa un cambio de voz, pues si bien el yo lírico va hablando hacia un sujeto impersonal, el padre ahora se vuelve el alocutario y esto coincide con la transición en torno al tiempo. El sujeto lírico se dirige al padre y lo constituye como un sujeto del saber, pues este es capaz de aprehender los elementos del lugar al que fue a vivir como lo son la cocina representada por el perejil y la familia: “creo que usted adentraba ese secreto en otro más grande para componer la belleza de su orden casero que ligaba familia y usos y trucos de esta tierra”.
Al culminar el poema observamos que ya mostrándonos el presente la familia que una vez el padre podía reunir se encuentra dispersa. Esta ausencia se encuentra representada por “la cena en el día de los muertos” que da a entender la condición de fallecido y como su contraparte el perejil (ahora) y en la percepción del sujeto lírico perdió intensidad en tanto a su olor siendo un elemento banal.
A partir de este punto analizaremos los poemas centrados más en la figura materna, iniciando con el poema “Mamá cumple 75 años”. El título de este apertura una escena familiar como lo es el cumpleaños de la madre, además ofrece la edad de la madre “75 años” el cual sitúa a este sujeto dentro la etapa de la ancianidad. De igual manera el término “mamá” vuelve a mostrar al yo poético dentro del enunciado, pues este término indica la relación consanguínea con el personaje.
En los primeros versos se observa la escena ritual del sacrificio y la ofrenda lo representan “los cinco cuyes” que serán dados a la madre la cual es mencionada como “reina vieja”, Li ning nos hace referencia a la idea de sacrificio referente a la cultura moche con respecto a las degollaciones. Podemos referir la imagen de la madre como monarca que por tradición se comprende su autoridad por designio tanto mortal como divino, esto hace también referencia al matriarcado donde ella cumple el rol de lideresa, mientras que los hijos son los súbditos o dominados.
A pesar de ello la madre es mostrada desde un elemento más cristiano pues es mostrada como identificación con la divinidad que al mismo tiempo se desacraliza al ser identificado con un elemento mundano como lo es “la bombilla de luz”. La vista del yo lírico se centra en los ojos de la madre que conectan hacia un tiempo pasado y se observa el carácter dual de la madre por medio de una metáfora y oxímoron “un animal de ternura demasiado severa” que remite a la ternura como elemento propio de lo sentimental y lo severo que puede implicar la ausencia de este más ligado al control y la disciplina. Esta dualidad se va inclinando más hacia lo severo pues más adelante es descrita como alguien “alta e enhiesta” postura que se condice con la actitud severa, tomemos por ejemplo el caso del sargento para con sus soldados. Luego el yo lírico se dirige hacia la madre a la cual se le atribuyen estas cualidades de dominación en dos frases “tu, señora eras el miedo” y la que cierra el poema “tú eras nuestra más antigua dolencia”
En el poema “El camisón (Magritte)” se repite la alternancia entre madre e hijo. Hay una referencia a la pintura de Magritte “Filosofía en el camarín” que el yo poético se encarga de describir; “el camisón de mi madre tenía tetas, tetas inagotables”. Podemos señalar en tanto la figura de la madre dos momentos tal como señala Li Ning. El primer momento se da en tanto la madre está desprovista del camisón, el cual es metáfora del rol materno de la lactancia. En los tres primeros versos se observa a la madre relacionándose con sus semejantes las “vecinas” en un ambiente típico como lo es el mercado. Así la madre no constituye un sujeto el cual solo va a interactuar con el hijo, sino que está al librarse de su rol puede interactuar con sujetos externos al ámbito familiar. La madre al volver a casa se incorpora de nuevo el rol materno en la interacción con el yo lírico representado y este rol va a estar muy relacionado con la el carácter natural, a pesar de lo artificioso del camisón pues esta ahora es “como los animales milagrosos” y es capaz de sintetizar la leche (capacidad de dar vida) a partir de elementos naturales como lo son la hierba, la miel y la tierra. Si bien se menciona la vida reflejada en los senos y la leche, esta es capaz de representar la muerte al señalar que los senos producen leche tóxica. Al continuar con el poemas se observa la presencia de más concreta de lo muerto al mencionar este un hecho muy común en los poblados alejados de la ciudad por lo cual “las madres perdían muchos niños en el fondo de esas casas lúgubres”. El razonamiento mítico se hace presente al mencionar la creencia de que la leche que las madres derraman para limpiar los conductos mamarios está destinada a los niños fallecidos. El yo poético cambia la temporalidad donde este ya es mayor, y huesos son la sinécdoque del cuerpo humano y a través de la figura del epíteto en el color blanco indicarán la salud del mismo y por ende que la madre cumplió con el rol de amamantarlo adecuadamente.
En el poema impureza se observa la presencia del sujeto lírico al igual que en los otros poemas en el enunciado como personaje. Luego de haber observado las marcas textuales anteriores nos damos cuenta de que los dos sujetos mencionados: “el japonés” y “la serrana” son el padre y la madre respectivamente, Li Ning observa que estos dos gentilicios señalan la procedencia y formas de vida del mundo japonés y el andino.
Una frase muy importante dentro del poema es “ser hijo de” que mezcla o alterna las figuras retóricas de la repetición y la elipsis. La repetición se da al mencionar constantemente esta frase a lo largo del poema y va a identificar al yo lírico (hijo). La elipsis se da al no completar la frase “hijo de…”; pero es la palabra misma “hijo” que conlleva la presencia padres. Lo que no se menciona resulta ser medular dentro del poema pues “ser hijo de...” es decir sus padres, es lo que logra definir al yo lírico que representa esa necesidad de identificarse en ellos, pues el miedo resulta negativo en él y necesita recordar quien es para hacerle frente. De igual manera se señala que hay dos tiempo, un ahora dentro de la habitación del hospital donde este enfrenta al miedo; y otro pasado donde van a estar la figura paterna y materna por separado.
Al mencionar a la figura paterna, más allá de las referencias al mundo japonés (kotó, la estación de radio) resalta en el padre la capacidad de aguante que fue “picado por el cáncer más bravo que las águilas”, referencia a Prometeo y es capaz de apreciar la música, de nuevo aparece la figura de la repetición en la palabra elegancia para dar intensidad al hecho de no mostrar agonía.
Como complemento aparece el otro sujeto “la serrana” que en este caso va a luchar en contra la vejez. En comparación con el padre en su acto contemplativo de la música, esta va a ser un sujeto con la facultad de enunciación en dos ocasiones dentro del poema. En primer lugar ante la vista de quienes perciben su vejez ella expresa “más arrugas hay en tus compañones que en mi majoma carajo” donde podemos referenciar el lenguaje coloquial y regional, y también un tono agresivo. Por último dos versos más adelante esta vuelve a enunciar, pero ya no para confrontar al otro, sino para otorgar una reflexión “deja el tiesto sobre las brasas, hijo, para que coja más temple”. Es esta última frase la que la vuelve un sujeto no solo capaz de enunciar, sino que es portador de sabiduría ligada a lo popular.
La última parte constituye una reconciliación de estas dos formas de afrontar a la muerte, la contemplativa y silenciosa del padre; y la desafiante y sabía de la madre. Es por ello que al final del poema la descubre que no hay que extirpar el miedo, sino acogerlo, ser consciente de su existencia. En este proceso se mezclan las dos actitudes tanto del padre como de la madre pues por un lado se señala que se tiene que experimentar, y por otro hay que ser conscientes de su existencia, es decir en un plano sensible y cognitivo.
Los dos libros de Silvia Tubert constituyen una fuente indispensable para poder situar las la configuración tanto del padre como de la madre, lo que resulta muy interesante de la lectura de ambos textos es que están muy ligados el uno con el otro, por ello se puede señalar que la cada uno referencia al otro en tanto que la figura del padre y de la madre siempre han estado correlacionados. Por ello podemos señalar que en su obra se observa un proceso de transformación de ambas figuras a través de la historia, partiendo de una época primordial en donde había un relativo equilibrio de fuerzas, hasta la época contemporánea en donde aún se intenta restituir la figura materna de las consecuencias que tuvo en empoderamiento de la simbolización del padre. Es importante mencionar apoyo de fuentes históricas, sociopolíticas y psicoanalíticas para el desarrollo de las figuras del padre y de la madre sin dejar de ser crítica con respecto a estas. Además la autora se sirve tanto de ejemplos históricos como representados en la literatura para desarrollar su influencia.
Al reconocer la figura paterna en los tres poemas se puede señalar lo siguiente:
El padre está ligado a cuestiones sensibles: las manos mencionadas refieren al tacto, en el verso final estas también sirven para mostrar ternura hacia los hijos; en el segundo poema el perejil está ligado a olfato en mayor grado y luego al gusto (para dar sabor a la sopa). En el poema impureza el instrumento del koto y la estación de radio son escuchadas por el padre. Pero este sentir no es simplemente un percibir, sino el poder apreciar las sensaciones.
En el poema las manos el padre obtiene la capacidad de engendrar (manos hacia los hijos), esto hace alusión de una capacidad muy ligada a la configuración de la madre (embarazo, parto). Lo interesante es que si bien esta capacidad se presenta, no se hace presente la figura materna, es más bien su ausencia lo que otorga al padre la autosuficiencia como para engendrar hijos. Tubert señala que la figura paterna intentó apoderarse de la capacidad de engendrar imbólica, esto da cuenta el nacimiento de la diosa atenea a partir de la cabeza de Zeus, o también al mostrar cómo las leyes romanas daban mayor potestad a los padres que a las madres sobre el derecho de los hijos.
En los tres poemas observamos que la imagen del padre es traída al recuerdo del yo lírico ya que siempre hay dos tiempos uno el de la añoranza y otro de un presente en donde este ha fallecido. El padre a pesar de proveer el referente japonés, también es representado por medio de la figura de Prometeo en el poema la impureza, pero a su vez también es representado de igual manera el poema “poema trágico con dudosos cómicos”[3] en los versos: mi padre por ejemplo el lamentable Prometeo /silenciosamente picado por el cáncer más bravo que las águilas. La figura de Prometeo corresponde a la de un trágico que al otorgar el don del fuego a los hombres es castigado por los dioses. El fuego también corresponde al igual que las manos un elemento polisémico tanto de protección, iluminación (ligado a la sabiduría), y la cocina.
La madre resulta ser un sujeto más multifacético que el padre y tiene un papel más activo y dominante. En primer lugar la relación de la madre con los hijos en el poema “Mamá cumple 75 años” viene a ser vertical, pues a pesar de ser alguien que ofrece ternura también es alguién que provee miedo. Vida y muerte se encuentran reflejados dentro de ella, los cuyes son sacrificados a su nombre, pero también sirven de alimento para la familia. Tubert nos habla habla acerca del padre tiránico en el teatro del Cid donde el rey impone su voluntad por encima del padre real, supliendo sus funciones. En la tradición judeo cristiana la figura absoluta paterna está representada por dios el cual por tradición se muestra dual en tanto sea dios como sujeto de amor y dios como sujeto de miedo.
A diferencia del padre, la madre puede deshacerse de su rol como tal como apreciamos en el poema “El camisón (Magritte)” ya que al volver prenda a la maternidad se observa que esta se encuentra reservada para el ámbito del hogar. De igual manera la lactancia se encuentra muy relacionada con la configuración de la madre. Tubert en su libro Figuras de la madre señala que La lactancia materna constituye un elemento filial entre madre e hijo.
Embarazo, parto y lactancia son constituyentes de la madre. Con la aparición de las nodrizas se intenta desligar esta facultad de la madre pues volvía al niño débil y le resultaba más difícil integrarse a la sociedad. Por otro lado con el avance científico se observa que la lactancia es fundamental para el desarrollo de los niños, y este adquiere un valor moral, pues era bien vista la mujer que daba de lactar a los niños. En ambos casos se observa que la lactancia era siempre eliminada o impuesta por el patriarcado más que una decisión de la madre. La madre constituye un sujeto de enunciación, no solo es alguien que actúa, de manera muy dinámica pues en poemas como impureza se señala la capacidad para matar a los animales de corral, sino que la enunciación es una de sus cualidades y esto conlleva el poder para repartir sabiduría que es más con respecto al saber popular, pero aun así no deja de marcar al yo lírico.
Podemos concluir que en estos poemas mencionados la figura paterna y materna van a adquirir singularidades que escapan del molde tradicional. La madre va a constituir el la figura con mayor dinamismo dentro del poema en tanto que esta tiene un carácter más activo con respecto al hacer y la variedad de roles de que desempeña. Por otro lado el padre va a tener un campo más reducido en tanto que es alguien que hace o contempla siempre en silencio. Li Ning en su libro Cosas de Familia hace un recuento la aparición de los padres en la poesía de Watanabe siendo 21 en los que aparece la madre, mientras que solo en 7 aparece el padre. A pesar de ello ambas figuras resultan determinantes para la configuración del sujeto lírico y yendo un poco más allá en tanto influencias pues cada parte representa la influencia mítica-regional y japonesa que están muy entrelazadas en la obra poética de Watanabe.
[1] Ponencia presentada en el Primer Congreso Internacional de Literatura y Género: Identidades genéricas latinoamericanas en Conflicto, universidad de san marcos, Lima, Perú, julio 2017.
[2] En su libro Cosas de Familia. Metáfora de la identidad en la poética de José Watanabe.
[3] En el poemario Álbum de familia.