Por uno más y el alto precio del cobarde
Por uno más
Mate que te quiero verde
como las esperanzas que portas
te quiero suave
como las miradas que unes
y acarician almas en tempestades
Mate que te quiero de la anchura del mundo
pronto y listo
cuando arrecia el cansancio bajo el sol
Y también segundos antes de amar
Mate que no diferencias entre pobres y ricos al fraternizar
Y se convida al hermano, al desconocido, al ladrón y al decente por igual
Mate que eres historia y cargas la sangre de pueblos que ya no están
Y barres fronteras, enlazando manos
en pos de hermandad
Mate que te bebo, pidiendo dignidad
para los peones
que tu yerba han de cosechar
Ni un mate me falte nunca en esta vida al transitar
Ni en la noche postrera,
cuando ya no quepa una cebada más
También te quiero mate con tu espuma nueva, y con mano bien firme,
para robarle a la muerte,
una mateada más.
El alto precio del cobarde
Ansiedad,
manos siempre sudorosas,
temiendo extenderse
en una caricia
que quiebre la segura y siempre tentadora comodidad.
Y suelte
de una puta vez
la magia inaudita
que salve el crepúsculo
Y ponga a todos los dioses a rezar
porque acabe la eternidad
Cuando tanta libertad
asusta,
sólo queda enmascarar
Rogás que otro venga y te rompa la larga lista de excusas
que la boca no cesa de enunciar
Los miedos carcomiendo el espejo,
estampando grietas por doquier
Sentándote a mesas dónde la gente habla, ríe,
la música suena y vos estás lejos, lejos del suelo,
convertido en muecas
Estás
corriendo,
siempre corriendo,
yendo a su encuentro
atravesando el puente
con el sol entibiando la cara
Y los ojos incandescentes
de saber que estaba cerca
Ya se acercaba
el amor
Nadie sabe que ahí fue
Nadie sabe que de ahí es de dónde no volvés
¿Cuántas derrotas acumulan tus párpados?
Cae el peso sobre la noche de acero
Añorar lo infinito
es tarea insoportable
Eyacular, escupir, maldecir, siempre huir
Y vas al filo de las horas buceando por nuevos escudos que te protejan
Que te retengan en la silla,
para no extrañarte hasta enloquecer
Deseando que el trajín de la gente, siempre con sus ruidos conocidos,
su ronroneo de cuna,
aniquilen la mirada de esa mujer,
y sepulten los sueños que no querés volver a ver
Y en un sólo golpe certero se borre
lo que cala hasta los huesos
sin porqués.
No hay silencio más
espeluznante que el de los muertos a los que aún no les llegan sus diez.
Vivir es inventarse
siempre el paraíso,
a cada minuto, renacer.
Y arriesgarlo todo,
incluso por nada
Por nada,
¡por NADA!
¿Acaso no lo ves?