ABURRIMIENTO
José N. Méndez
Tim insiste en salir a jugar a la plaza a medianoche, pese a todo lo que estamos viviendo el movimiento no parece haber cesado, ahora los rostros son irreconocibles debido a los barbijos, hace tiempo que no sabemos cómo luce una sonrisa sincera o una mirada con una pizca de bondad; pero tampoco es algo que nos haga mucha falta.
Ya le expliqué por tercer día consecutivo que hay un virus mortífero en el ambiente y salir sin precauciones no es algo que podamos permitirnos, además un par de relámpagos anuncian una tormenta y mi camioneta sigue haciendo ese ruido extraño en el motor; pienso que no debí forzarla tanto en el último paseo, también siento que no debí tomar tanto café para pasar la noche reflexionando estupideces o escuchando los lloriqueos de Tim porque está aburrido.
Aquí vamos de nuevo, es la cuarta vez que explico todo esto.
Encierro, virus, Tim, aburrimiento, lluvia y motor; repito los conceptos como si de un mantra se tratase para convencernos de que esto terminará pronto, muy pronto.
Ok, quinta vez, es suficiente.
Mañana iremos de paseo, pero será una caminata corta, jugamos con alguno de los vagabundos que pide dinero a las afueras de la alcaldía y regresamos a casa a tiempo para que pueda dormir dignamente y él por fin se quede callado de una condenada vez, definitivamente está muy malcriado.
Supongo que eso es lo que pasa cuando la voz que te seguía de niño se queda a vivir en un cuchillo y se acostumbra a hacer cada tercer día, una dieta de sangre de algún infeliz.