Imagen: “De presencias y de ausencias” de Marcelo Stella
SUEÑOS RECURRENTES Y OTRAS MINIFICCIONES
/ Ricardo Bugarín /
Si los sueños son recurrentes, debemos considerar que esos son sueños caprichosos, quieren poseernos por entero y por eso se aprovechan de nuestro momento de descanso. No hay nada más desvalido que un hombre extendido sobre una cama. Esto lo saben los sueños recurrentes y por eso se complacen en satisfacer sus obscenas necesidades visitándonos, acosándonos, rodeándonos, asaltándonos, violentándonos, poseyéndonos, dominándonos, hasta convertirnos en estropajos. La mejor estrategia, en este caso, es esperarlos despierto, atentos, alertas, la noche entera si fuese necesario, hasta combatirlos por cansancio. Se lo confirmo yo que en veintisiete meses ningún sueño recurrente ha osado atravesar el umbral de mi habitación y aquí estoy, quietito en mi cama y con los ojos bien abiertos.
CONDICIÓN DE LAS CURIOSIDADES
No todas las curiosidades son para ser mostradas. Porque a veces uno nombra una curiosidad y pobrecita, se queda ahí destemplada, a la intemperie. Las curiosidades son para los íntimos. Para los cercanos. Por ejemplo, usted toma una curiosidad y se la muestra a un amigo íntimo y, ahí nomás, usted puede comprobar cuan íntimamente curioso puede ser ese amigo. O sino digamos, cuán íntimamente amigo puede ser ese curioso. El asunto que usted después deduce y, según le parezca, muestra otra curiosidad o cambia de amigo. Pero las curiosidades son una cosa reservada, de eso no hay que olvidarse.
PEDIDO EXPLÍCITO
Detesto el Reader´s Digest. No me regales más esas lecturas pusilánimes. En casa había estantes llenos de esa revistita presuntuosa. Las que no terminaron en el campo, se fueron en valijas a la biblioteca pública. Esas cosas me parecen tan idiotas como las colecciones de postales. Mi abuelo estuvo años en la sección de español. Detesto el español, una lengua tan amplia y tan mal utilizada. Me esforcé en olvidar el entenadoinglés americano. Toda esa parte del mundo me parece un continente que no necesitamos. Disfruto de mi sonriente mandarín y del sabor de estas hojitas centenarias. No necesito genealogías. Detesto a mi familia. No me escribas más y no me hagas estúpidos regalos.
PABELLÓN 13
Rodó por las escaleras dibujando las cabriolas que tanto nos gustaban. En el último peldaño se detuvo. Saludó al agradecido auditorio y luego se dejó caer, exhausto. Ahí lo dejamos, cubierto de honra y de honor. En el pabellón 13, girando hacia la izquierda, puede verse todavía algo de sus restos.
SESIÓN
Cristalizábamos bastante bien y tuvo que llegar ese engreído amarillo que se cree estalagmita de la National Geographic. Interrumpimos el proceso y nos miramos en comunicativo silencio. A la primera señal, iniciamos nuestro concierto de gorgoritos y de eructos para amedrentarlo. Alcanzamos el propósito y lo vimos, raudamente, recoger sus cosas y salir disparando. Iba como un loco, perdiendo esa lechecita tenue que le conocemos cuando tiene miedo y, escaleras abajo. oímos el portazo. Retomamos la cristalización y, en calma, nos fuimos tomando de las manos.
ORFANDAD
Aconteció una vez que un zafío olvido se dejó a la intemperie todos los recuerdos. Cuando en la alta noche recordó que los recuerdos estaban al desamparo corrió con tanta desesperación que, en el trayecto, perdió la cabeza. Dicen los que saben, y de esto hay mucho escrito, que desde entonces hay muchos olvidos huérfanos.