Disertación contra el soneto
Roberto López Moreno
Perder en estos tiempos el tiempo en un soneto es ocio tedioso, odioso, porque el verso, aritmética oscura, limita su universo entre sumas y restas y restos de un faceto y chocante y pedante y pujante mamotreto. En un lenguaje nuevo francamente es perverso sujetar las palabras; si el efecto es adverso, por parir un poema se aborta un triste feto. Los poetas modernos debemos bien unidos formar un solo frente contra dicha amenaza. Los que no escriban sonetos son netos sonidos de su tiempo, de un tiempo, nuestro tiempo, nuestra era plagada de ritmos diferentes. Sonidos pasa los que contando versos jamás dijeron nada.
¡Jamás he escrito un soneto; qué mal gusto, no lo haría, verdad de Dios no lo haría, no lo haría Qué boleto! No lo haría ni en secreto, no lo haría, no lo haría, no lo haría, no lo haría.
Jamás he escrito un soneto.
¿La verdad? Que es una bronca, si una palabra no entronca con el final anterior, no falta un poeta añejo que te trate de pendejo y eso sí que no. Mejor, si un soneto me manda a hacer Violante y en la vida me miro en tal aprieto, le azoto con el arpa, porque un reto tan grosero, falaz y repugnante, no es para mí, poeta de talante, poeta de mi tiempo, de respeto.Total, no se hable más ¡Muera el soneto! y que rime rimando por delante. El argumento a favor del verso blanco es tan simple: la libertad que goza le cubre con prudencia todo blanco. El verso libre es forma portentosa.
Aquí ni el ni tu... ni yo me atranco. ¿Un soneto? ¡For God!, qué fuchi cosa.