A la medida, Talla 53
Lo puro puesto
Víctor Hugo Díaz, Editorial Cuarto Propio, Santiago, Chile, 2018
Por Susana Reyes
“Cuando el corazón del hombre se pone a pensar en la vida”
Jaime Sabines
Así transcurren los versos de Víctor Hugo Díaz, poeta chileno (53 años), en su reciente libro Lo puro puesto, publicado en Chile y presentado en México, como en una sucesión de fotogramas, que nos muestra los momentos vividos desde la perspectiva de las cosas, los sencillos actos donde aparece el yo como un fantasma.
En una actitud de desdoblamiento la voz lírica nos guía por el libro dejándonos saber sus intenciones:
Es solo abrir los ojos
y escuchar cómo se construyen los edificios
desde arriba.
Comienzan por el último piso
y el primero… se guarda para el final
Cada poema nos devela la materia prima del edificio que es esa vida que la voz lírica va construyendo, reconstruyendo, o quizás deconstruyendo, desde arriba hacia abajo, mostrándonos piezas, materiales, detalles. Desde el juego de abrir el libro en una Escena Secundaria, la analogía de la construcción hace iniciar el libro por los pisos superiores, y poco a poco vamos volviendo la vista hacia atrás con la consciencia de lo vivido, y entonces observamos y redescubrimos la fundación.
Jugar con piedras es sinónimo de vitrina rota
de espejos nuevos o packs de cerveza vacíos
traiciones de plástico
y castillos de arena antisísmicos
que al día siguiente nadie recordará…
Pero lo primero y lo esencial se ha quedado en la memoria. A fin de cuentas, dice el poeta, “Los recuerdos como los libros / se pueden ordenar en estantes y repisas / clasificarlos por tema, por edad, por dolor”. La memoria siempre se actualiza, cada vez que volvemos a un recuerdo, éste es tamizado por las experiencias inmediatas que nos hacen verlo siempre de otra perspectiva, aunque el hecho siga pareciendo el mismo, aunque después ya no lo recordemos. En esa primera parte, en los pisos superiores, esos instantes parecen disiparse.
En la Primera Escena, que es la segunda parte del libro, la voz lírica se interpela a sí misma:
Lo más extraño eres tú
ese al que le estoy hablando, a mí
Nos reuniremos este verano a ver la puesta de sol
alrededor de una fogata apagada y humeante
sobre arena usada para la Construcción
pero muy lejos del mar.
Esta voz que deja el mensaje, nunca pisa la sombra
que proyectan los cables de Alta Tensión
Y reconocemos el aquí y ahora, ese instante en que pareciera que no hay vacantes para terminar de construir la edificación que somos, y en adelante del poemario descubrimos una voz más colectiva, pero atrapada en un círculo vicioso de búsquedas, carencias, de formas de resolver que no son más que nuestra propia esencia: vivir, morir, vivir para morir, o morir para vivir.
Después de sembrar los terrenos con gente
y con techos
cada familia cosechó diez ladrillos de adobe
Así construyeron su escuela.
Y en estos poemas de la segunda parte vemos la construcción atropellada de nuestros cimientos, de un colectivo que siempre se agrede, la piedra no solo es material de construcción, sino también un arma que acomete contra nosotros mismos en el momento menos pensado.
Así transcurrimos, parece, a fin de cuentas sólo tenemos lo puro puesto que es la vida entera que recorrimos y que a veces ya ni siquiera podemos recordar. Lo puro puesto de Víctor Hugo Díaz, hoy, es la Medida de la Poesía.
A todo eso que es visible.
a lo que sucede entre dos espejos, frente a frente,
mirándose
MATERIALES LIGEROS
Las pisadas de los que huyen
se pueden escuchar durante la sequía
son el crepitar de flores
y pastos muertos del año anterior
donde cada paso dice algo
historias inconclusas que suceden
entre Estaciones del Metro
o construcciones de material ligero
que los puertos y el aburrimiento
de no sentir miedo
se llevarán
odios amados que se cocinan por horas, un día a la vez
a fuego lento durante años
en este vertedero de puertas abiertas;
pero clausurado a los que piensan escapar.
Islas que nunca han visto el agua
apenas calles pavimentadas
y explosiones extranjeras fabricadas
para reunir a los amigos
pero solo a los que puedan recopilar extremidades
armar el rompecabezas
y después sepultarlo.
Cuando al lado solo hay dinero falso
y la respuesta es: no me acuerdo
no sé lo que hice ayer
era el último Teléfono Público de monedas
solo
en el Centro Comercial
mientras nadie llegaba
por el camino bloqueado
huérfano de pies.
Los barrenderos saben rastrear el peso y tiempo
que dejan los desperdicios sobre tierras depiladas
también leen el silencio que cometen las hojas secas
junto a árboles desnudos exhibiéndose en público
una tarde sin viento.
Pero no importa, todos han vuelto, nadie huía
ya crecieron los pastos
levantaron nuevos techos
regresó la lluvia.
HELADOS
Los dedos nunca andan solos
Escapan desde el otro lado de la ciudad
manchas de sangre y semáforos en rojo
conduciendo un carro de Supermercado
lleno de ganancias
a exceso de velocidad.
Como el trabajador del frigorífico
que abre temprano el negocio
antes de los disparos
a la hora en que se decide dejar la infancia
y envejecer
para ser adolescente por décadas
empuñando un arma casi falsa
mientras lo único sembrado
ya comenzó a reproducirse.
Un buen golpe madura bajo el sol
primero se arrojan las redes
para ver si amanece
los anzuelos, después
-el que mira a todos lados y sus llaves
son la carnada-
Pero la luna siempre es quien dice la verdad
justo antes de eyacular en su cara
bajo amenaza de no contárselo a nadie
Escombros que sirven de pantalla
a una casa de seguridad en Ciudad de México
donde alguien se lava el culo
ensuciado por nadie.
Ahora parece que todos los pájaros
con un mensaje atado a la pata
perdieron su dirección para repartirse el botín
La colilla de cigarro que siempre
quiso provocar un incendio
antes de apagarse.
Hoy es el día más caluroso
y los Helados seguirán vendiéndose en las calles
Pero el dinero, por fin, se derretirá en otras bocas.
OBJETOS CULPABLES
Lo primero sería sentarse
a deletrear la palabra DESIERTO
al lado izquierdo de un crimen recién cometido.
Porque la culpa será siempre de los objetos
objetos sospechosos en la escena
armas, sobrenombre.
Al parecer, quedaban deudas pendientes:
un lago que se evaporó en sólo una noche de lluvia
o el deseo de Feliz Cumpleaños
que nunca, nunca se cumple
donde la sangre se esparce y fluye
por las imperfecciones
por la geografía mal terminada del suelo de cemento
barricadas levantadas con materiales ligeros
prueba suficiente de un trabajo mal hecho
pero que al menos sirvió
para dejar escrito su último mensaje.
Así es la suerte, sólo para algunos:
el primer recluta muerto en una guerra
o el último, segundos antes de la rendición incondicional
cuando la intemperie, el agua o la tierra seca no importan
tampoco el vidrio polarizado antibalas CNI
que al final alguien bota de su casa
para obtener la clave de la caja de seguridad
donde se guardan los recuerdos que nunca serán
donde se esconde ese vello púbico
depilado tantas veces, hecho de tiempo sintético
de ese que se vende en todas las ferreterías
en oferta, hasta agotar el stock.
Igual a estar desnudo en posición fetal
en medio de las piedras o de la vegetación y la brisa
extrañando lo bello y tóxico
de las aguas contaminadas
el sudor del sol su brillo dorado
el precio en oro de todo lo que no se tiene
dorado seco en la piel todo el día
esperando el brillo de una limosna.
“Viajero, si escapas de esta cárcel
y vas a Esparta
diles a todos que nos rendimos, que fuimos culpables
que nos apuñalamos tras las rejas
en cumplimiento de su Ley”
LOS LÁPICES NO SABEN ESCRIBIR
No saben mentir
menos cuando están lejos de su casa
su periferia y los vertederos vivos
cárceles concesionadas
o las terribles consecuencias
que pueden dejar el rocío, el cambio de Estación
y lo rico que es
saludar en invierno a los extraños.
El martillo sólo sabe de clavos
pero escucha entre golpe y golpe la vibración y el ruido
que hacen los muebles que se mueven en el piso de arriba.
Los lápices tampoco saben leer
nacieron con síndrome de abstinencia
ya de fábrica
en medio de una fotografía digital
la familia retocada en sepia, suplantando a lo que no fue
con la misma mirada
a que huele el combustible de alto octanaje
una voz inflamable que se deja ver
pero que no se oye
tan sólida como el vacío
que prefirió quedarse en esa habitación
ya remodelada hace tantos años
donde las cajas de cartón todavía están ahí
embalando objetos y evidencias
el Estado Físico de la Materia
de esos recuerdos, una mañana
donde todo se hizo tarde.
El que nunca supo a qué especie pertenecía
cuáles insectos
la hierba
esos desperdicios
y los arbustos a la orilla del camino.