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CHIAPA UNA CIUDAD CON APELLIDO

Roberto López Moreno

Mi madre nació en Chiapa de Corzo; Chiapa, la primera población creada dentro del nuevo universo que nacía en los nóvedos calendarios, la indomable matriz. Chiapa de los Indios, Chiapa, grafonía tutelar. Chiapa, la madre en la que nació mi madre; Chiapa, la que va a dar nombre a una histórica región de la República, llegada y punto de partida del mundo sureste, la indomable parida a la sombra de la pochota, en una de las márgenes de la enorme mecánica hidráulica que viene desde muy lejos y hasta muy lejos se dirige. Chiapa de Corzo, tierra-luna, guacamaya según algunos, según otros, con posibilidades etimológicas diversificadas hacia otras direcciones. La del idioma chiapaneca (Aguilar Penagos). Chiapa. Con apellido. Chiapa de Corzo. Chiapa de los Indios, Chiapa de los soctones, Chiapa del Tepetchia, Chiapa de lo invencible, Chiapa de calor y piedra, de iguana y verdeagua, Chiapa de Corzo.

   Mi madre nació en Chiapa de Corzo, yo huixtleco, soy, entonces, también hijo del vientre en llamas de las Chiapas. Soy el hijo de una madre que nació en el centro del espíritu de Chiapas, eje geográfico del que hablo, centro ígneo de aventuras, venturas y desventuras, hamaca que dejó Sanguieme, para que viniera el historiador y se sentara en ella y nos viniera a relatar lo que hemos ido aprendiendo a sorbos de pozol y tascalate, lo que hemos aprehendido en la hoguera de cada célula que nos conforma y nos mantiene vivos -a los vivos y a los muertos- entre cada aurora y cada ocaso que se hilan con su río interminable de tiempo. Aquí vivió mi tío Víctor Pola, mi tía Antonieta de la Torre, mi abuelita Chinita, mi abuelito Margarito, aquí ha vivido el tiempo. Mi abuela tenía la memoria suficiente para relatarme las diferentes epopeyas que aquí habían sido y yo, desde la ciudad de México, en la colonia Portales, las reconstruía fidedignamente, así como reconstruía en mi imaginación los perfiles de la inmortal Chiapa con apellido, de la entrañable Chiapa de Corzo, casa y tumba y surco y aurora de los Chiapa.

   Y se arrojaron desde las alturas antes de ser esclavos. Y el Río Grande se llenó de murmullos encajonados en el enorme cañón en donde hablaban de heroísmo las almas de todo un pueblo, esperando a que subiera la corriente para liberarse por fin hacia las arrechuras del mar (muchos años después iba a venir el “investigador” extranjero, como lo han hecho los “investigadores” extranjeros, a decir que no era cierto; que las batallas del Sumidero habían sido pura ficción; los “investigadores” extranjeros que no tienen la capacidad de comprender la enorme fuerza mágica de los pueblos, los “investigadores” que vienen con la consigna de borrar las epopeyas si éstas no nacen griegas). Y se arrojaron desde las alturas. Y fueron –los soctones nadalumi– los únicos que no dijeron palabra de rendición. Y pasaron los años. Y cuando fueron amenazados por las armas de los oscuros, triunfaron con su luz natural. “A las doce horas estaré tomando agua de la pila de Chiapa” había amenazado el sombrío enemigo, el amigo de tiranos y ensotanados, y a las doce en punto, el pueblo heroico estaba arrojando su cadáver a que la pila de Chiapa le hiciera beber su derrota.

   Fueron historias que pasaron de padres a hijos, de hijos a nietos, historias de orgullo de un pueblo indomable. La llama se traslada del padre al hijo y crea la unidad, la barra de transmisión forjada entre el valor y el honor, la fortaleza erguida se sustenta entre la honra y la dignidad transmitida. Los abuelos actúan en los hijos y en los nietos, en la descendencia forjada con pundonor, el orgullo del padre que se ve reflejado en el hijo cuando éste responde al voltio histórico y son una la fe y la decisión de defender lo digno. Entonces el abuelo había luchado desde su tiempo por el nieto y el bisnieto, el padre por el hijo, el hijo por los hijos que vendrán… y así un pueblo se hace a la dignidad y a la fortaleza. La fuerza transmitida del padre al hijo. Por eso un pueblo con apellido es más grande históricamente hablando.

   De ahí la gran tragedia cuando esos vínculos se rompen. Los dolores terribles cuando el hijo pierde al padre, pero más terribles aún, cuando el padre pierde al hijo por la inversión antinatural que esto representa. Entonces, el desgarramiento es total, inadmisible por incomprensible, por la desproporción, por lo inexplicable, por lo injustificable. Ángel Albino Corzo, luchó por sus ideales, pero estos le habían sido también como una dádiva ancestral, como algo que sede la fuerza mayor al hijo destinado; entonces su lucha estaba luchando por la tierra heredada, desde ella, la dadora, por lo que quedaría en buen uso patronímico el compuesto: Corzo de Chiapa; entonces el hijo se convierte en padre, se transforma en el padre de su dador y Corzo de Chiapa empieza a caminar sobre la tierra convertido en el dador a la tierra que le había dado la vida. Chiapa recibe así su heroísmo y su apellido, Corzo de Chiapa se entrega (en, a, por) Chiapa de Corzo, determinando de este modo un entrecruce de cósmicas energías.

   El héroe combate y decide también sus descendencias biológicas. También los dioses lo habían hecho cuando fundaron la tierra y decidieron pasar de lo déico a lo material, hubo un tránsito de la magia hacia la sangre rebotando entre las venas. Así ha sido en todas las culturas. Cuando Ometecuhtli, solitario en el espacio decidió crearse una compañera, Omecihuatl, los espacios se poblaron de las dos fuerzas y más, pues ambos compañeros en aquellas soledades se decidieron por tener  hijos que les dotaran de sentido, y así lo hicieron en las alturas del décimo tercer cielo del cielo. Fue cuando los dioses padres hicieron a los dioses hijos, cuatro, para cubrir los puntos cardinales, para que ningún rincón del cosmos latiera en orfandad.

   El Norte, el Sur, el Este, el Oeste.

   El Negro, el Rojo, el Azul, el Blanco.

  Tezcatlipoca, Camaxtle, Quetzalcóatl, Huitzilopochtli.

   El Espejo que humea, beligerante dueño del bien y del mal que todo lo podrá, centro de cataclismos.

  El dios montoncito de huesos, feo, indefinido, incoloro.

  La serpiente emplumada, dios de la inteligencia, la sabiduría, las artes, la cultura.

  El colibrí zurdo, el que hará vibrar su poderío sobre la tierra y será la fuerza de la voluntad, el grandioso, el glorioso, el robusto, la energía sobre el mundo, el de la astucia bélica, el combatiente triunfante, el guerrero del Sur. Ya había dioses e hijos de los dioses en el cosmos.

   Pero el dios padre Ometecuhtli sufre el extravío de uno de sus descendientes y el dolor debe haber sido, como dios que era, un dolor universal. El hijo que escoge el Norte como morada, la tierra árida, en donde sólo soplan la soledad, el frío, el desierto, la muerte, Tezcatlipoca; la fuerza descomunal dedicada a provocar las tragedias, el que destella raigones fúnebres. Los cuatros dioses creados por Ometecuhtli y Omecihuatl habían sido pensados como compañía de sus padres y dotados de dones divinos. Pero uno de ellos aprovecha esos dones y se aleja del sentido inicial, baja al mundo por una tela de araña y hace que lo negro sea su imperio. Se convierte en antagónico de su hermano Quetzalcóatl, el favorecedor de la luz, la inteligencia, la bondad y las artes; le hace enloquecer mediante un brebaje maldito y es la primera vez que unos padres amorosos sienten que pierden a uno de sus  hijos.

   Sólo los héroes fueron hechos para los magnos dolores. Padres que pierden a sus hijos. ¿Quién puede imaginar el desgarramiento del rey Príamo al contemplar el cadáver de su hijo Héctor arrastrado frente a las murallas de Troya? Héctor su hijo, el guerrero mayor, su orgullo primogénito tirado por las bestias del ultraje azotadas por Aquiles frente a la muralla, despedazado por las armas y la furia del adversario. Príamo deshecho, Príamo aullando, Príamo desmayando, Príamo… y el cadáver ahí, enfrente, lo que quedaba como residuo de la carne de su carne, de la sangre de su sangre, envuelto en lodo y derrota. ¿Dolores más graves pueden haber para un padre sumergido en la impotencia? Después, el orgulloso Aquiles mantendrá el trofeo de su victoria ahí, a la intemperie, hasta recibir la presencia de Príamo mismo, en actitud peticionaria, solicitando el cadáver despedazado para darle sepultura. Mientras, atrás de la muralla, Casandra, la hija de Príamo enloquecía.     

   ¿Podríamos detenernos unos segundos apenas en el dolor de Níobe al ver cómo Apolo asesinaba a los hijos de su vientre y Artemisa a sus hijas sin poder ella evitarlo? Era la manera de pagar las befas de que había hecho objeto a su antigua amiga Leto por ser Níobe, en ayuntamiento con Anfión, madre de 14 hijos y Leto tan solo de Apolo y Artemisa. A Níobe nieta de Zeus, hija de Tántalo y esposa del rey de Tebas tocó ver la venganza de Apolo siendo testigo de cómo moría cada uno de sus hijos mientras ella se convertía en piedra como única manera de no quebrarse frente al agobio. Se convirtió en roca, sí, pero en una roca muy peculiar por ser la única que lloraba entre el resto de riscos resecos que le rodeaban, una enorme roca húmeda de llanto que al desquebrajarse finalmente dio nacimiento a una fuente en el Asia Menor.

   Un recorrido por diferentes episodios de la mitología griega nos coloca en diferentes momentos frente a ese pesar enloquecedor de ver a un hijo muerto. Es tan violento el golpe que recibe el alma en tales circunstancias que las páginas que a esos casos se refieren se han vuelto inmortales con sólo despertar la imaginación a tales posibilidades. Los poetas del mundo clásico lo sabían y así fue como dejaron escrito tales espantos para la larga cadena de los tiempos y a ella seguimos sujetos con el azoro presentido palpitando dentro del pecho.

   Cuando Cristo muere ultrajado en la cruz, alguien había sido su padre, descendiente de alguien era su carne de hombre, su dolor de hombre, su soledad de hombre frente a la turba. ¿Qué dolor pudo haber martirizado a aquel hombre padre? ¿o se trata del tránsito cuando se pasa de lo divino a lo terrenal y entonces los parámetros a los que acudimos se rompen definitivamente y no nos sirven para nuestra interpretación de mortales? Pero mientras, ante nuestra impotencia nos quedamos en la primera instancia, un padre que observa el dolor de su hijo, un hijo que es llevado en acto de violencia a una muerte espantosa, rodeado por el odio de los demás, por la indiferencia, por el deseo de vivir el macabro espectáculo.

   Si ese padre es un dios ¿cómo habrá de ver tal muerte? Si ese padre no fuera un dios ¿cuál habría de ser el descomunal dolor que tendría que desgarrarlo? Oh, el enorme misterio que pervive a mitad de estas consideraciones. Sólo tenemos la regla inmediata de simples mortales. Sólo nos abruma la capacidad de imaginarnos a un padre que observa al hijo ¿carne de su carne?, desfalleciendo en una tosca cruz elaborada por una vesania sin perdones. Cuánto dolor en esta hora. Por lo pronto nos quedamos en la primera instancia: el dolor de la carne y junto con él un infinito dolor a quien le ha tocado ser el padre de esa carne. El dolor brutal del padre; el dolor del hijo muriendo brutalmente.

   En la Biblia, en los diferentes salmos de David está insinuada la muerte del hijo. Se deduce que tal muerte no nos pertenece. Dios es el que sabe. Él conoce y decide acerca del que va a morir desde antes de ser la primera luz en el vientre de su madre. El designio es el proyecto. Él conoce de mis actos antes de ser cometidos, todo está destinado por él y si el hijo muere antes del padre (deducimos) es porque así estaba previsto el trazo. Al final todo es producto de la gran sabiduría por lo que el dolor no debiera serlo y sin embargo es el gran inoportuno que dobla los cuerpos y las almas, el que se anida en los vientres y estrangula los minutos. Así de tan mortales somos.

   Son los poetas los que más directamente nos hablan de esto. La gran obra con la que se inició la novela moderna en México se llama El luto humano, de José Revueltas. Este libro fue publicado en 1943 y se inicia con la muerte de una niña frente a la angustia y desesperación de sus padres que presencian, en medio de una noche de temporal, el fallecimiento inevitable de la niña. Un fragmento de este episodio apunta: “Caminó perplejo y entontecido por espacio de media hora, peleando con el aire y el chubasco. “Murió la pobrecita de Chonita”, se dijo, pues Chonita se llamaba su hija. Y se lo dijo como si él no fuera su padre y, no obstante ella fuera algo mucho más tierno, acaso más querido que una hija. Una idea insólita, en medio de la noche, surgía en su cerebro: el último sacramento, la final comunicación de los pecados, el último aceite, el óleo santo del rey de los judíos, no era otra cosa que la inmortalidad. Pues la muerte sólo existe sin Dios, cuando Dios no nos ve morir”.

   Uno de nuestros poetas de todos los tiempos fue don Enrique González Martínez, sufrió la muerte de su hijo cuando éste iniciaba apenas su carrera literaria. Lleno de dolor don Enrique escribe un poema angustiado frente al cadáver de su hijo: “Prendí tu antorcha… pero boca impía,/ soplando con aliento de pavura,/ mató su llama sin tocar la mía./ Como pájaro ciego en la espesura/ que a golpes busca al prófugo del nido,/ se estrella en tu silencio mi locura”…) Pero andando los años, su nieto, Enrique González Rojo, hijo de aquel hijo tronchado repentinamente, va a sufrir también la muerte de su propio hijo. Entonces, el nieto  que proviene de ese linaje de lutos, en medio de su infinito dolor le escribe al abuelo: “Abuelo, yo no puedo como tú,/ hincarme de rodillas a los pies del Enigma. No puedo hacerme trampas, abuelo, cuando miro,/ que el minúsculo templo de la fe, sin nada en sus entrañas,/ es quien otorga el nombre/ de Dios al gran vacío”.

   La poesía mucho sabe de estos trances aniquilantes. Lucila del Perpetuo Socorro Godoy Mendoza, chilena, el primer Premio Nobel en América Latina perdió a su hijo a quien nombraba Yin Yin cuando éste se suicidio a los 18 años de edad. Ingestión de arsénico. Lo lloró desde dos vértices, como Lucila del Perpetuo Socorro y como Gabriela Mistral que fue como la conoció el mundo. Primero la aflicción sin salida y después la soledad, el angustioso recuerdo de lo irrecuperable.

   Freud sabía de esto más que por sus estudios, por su experiencia propia. El descendiente muerto. La naturaleza en el ejercicio de un acto antinatural. “El duelo es un enigma” había dicho. El 25 de enero de 1920 expiró su bella hija Sophie a los 26 años de edad víctima de neumonía gripal. Él escribió: “A todos nos llega el turno y ahora me pregunto cuándo será el mío. Ayer he pasado por algo que me hace desear que ese día no tarde”. El 19 de junio de 1923 perece su nieto Heinele con apenas cuatro años y entonces asienta: “Encuentro esta pérdida muy difícil de soportar”. El hijo muerto en la antinaturaleza de la circunstancia mata al padre quien queda muerto dentro de la vida para vivir su doble muerte irremediable.

   Lacan se preguntará: “¿Acaso el trabajo del duelo no se aparece, como una luz a la vez idéntica y contraria, como el trabajo destinado a mantener, a sostener todos esos lazos de detalle?”.

   Elisabeth Kubler-Ross, pionera de la tanatología, explica que la pérdida de un hijo es un dolor tan profundamente impactante, que parece antibiológico, antinatural y resulta enloquecedor. Tan terrible es que no tiene un nombre científico, filosófico ni literario, simplemente no existe un nombre para este específico tipo de dolor; nadie ha podido bautizarlo, más que como “el más profundo dolor del alma”.

      El héroe griego, el personaje bíblico, el caudillo histórico ya habían fallecido un tanto en la defunción de otros por eso siguen viviendo en los tiempos.

   El héroe griego…

   El hijo muerto y el héroe con las entrañas roídas. “Mataron a su hijo –relataba mi abuela a su nieto absorto– después, le pusieron un tambor a la altura de la cabeza para martirizarlo, y duro y duro y duro con el tambor ese hasta que lo mataron también a él”.

   El héroe ya con el hijo muerto es torturado hasta culminarlo en su propio deceso. Antes de ser asesinado, don Ángel Albino Corzo ya había pasado también por los terribles callejones de los que habla Kubler-Ross. Su muerte entonces fue media muerte porque la otra mitad ya se la habían adelantado los asesinos de su hijo. Su drama fue el drama de los gigantes, los que tienen que subir una roca hasta la cima para que ésta vuelva a caer y vuelva a ser levantada por la víctima del suplicio. Su drama fue el drama de los gigantes, los que tratan de robarle el fuego a los dioses para beneficio del hombre y en venganza son encadenados a la roca para que los buitres les devoren las entrañas.

   Don Ángel Albino Corzo tenía mucho que pagarles a los malvados; su juarismo era un insulto para los de la baja calaña. En 1861 el Congreso de su entidad lo había declarado Benemérito de Chiapas por su presencia en la promulgación de la puesta en vigor de las Leyes de Reforma en el sureste.

   Con las armas en la mano combatió a un clero tenebroso que terminó huyendo a Guatemala; enfrentó a los poderosos que se cebaban en el destino de los indígenas; había confrontado en el Soconusco un separatismo que iba encaminado a romper la unidad en beneficio de afanes imperialistas. Su idea era en ese momento conservar la unidad y con ella hacer un solo frente de pasión republicana; había sido Gobernador del Estado, y había puesto su brazo al servicio de los humildes.

   Todo esto lo llevó a recibir en territorio chiapaneco al general José María Melo quien en su nativa Colombia, defendiendo también estos ideales, había tomado por escaso tiempo la Presidencia de su país. El general Melo fue perseguido por los reaccionarios de su tierra. Cruzó todo Centroamérica poniéndose al servicio en cada caso de las causas republicanas, hasta que llegó a Chiapas y ahí se presentó a las órdenes del general Ángel Albino Corzo como la forma más directa de luchar por las ideas que Juárez enarbolaba en el resto del país. Juárez ordenó que se le diera tropa de mando para apoyar a Corzo y consideró su presencia en Chiapas como un acto de fraternidad latinoamericana. Poco tiempo después el general José María Melo iba a fallecer en una emboscada que los conservadores proimperialistas le tendieron en la hacienda de Juncaná. Su cuerpo quedó deshecho sobre las aristas de un tambor. Dejó un hijo que fue adoptado por Albino Corzo y que terminó casándose con la hija de éste, de nombre Amada.

   En 1866 cuando ya había dejado de ser gobernador por presiones del comandante del Cuartel General de la Línea de Oriente, el nefasto Porfirio Díaz, y había éste impuesto como Gobernador a un criminal de nombre José Pantaleón Domínguez, el general Ángel Albino Corzo en respuesta a las arbitrariedades que Pantaleón Domínguez estaba cometiendo contra el pueblo, lo obligó a renunciar y luego lo hizo prisionero. Ahí y en esa forma quedaron saldados los odios funestos.

   Con la ayuda de los déspotas Domínguez inicio la persecución de don Ángel Albino Corzo; pero antes, los esbirros del criminal tomaron prisionero en la finca de Nucatilí al hijo de don Ángel Albino Corzo, un joven que dirigía un pequeño periódico llamado La Tijera. El 23 de septiembre en el interior de la finca los criminales dieron cuenta de la vida del joven Donato Corzo Ruíz.

   El hijo de don Ángel, sin defensa alguna vio como los asesinos lo rodeaban y lo vejaban con saña de bestias sedientas. Las palabras hirientes eran pronunciadas con un odio del que participaba incluso una mujer que se encontraba en el lugar. Ella fue precisamente la primera en abrir fuego sobre el pecho del joven indefenso. Donato calló al piso envuelto en sangre. El hijo del héroe, abandonado en mal trance por los dioses. Se arrastraba sobre el piso de tierra sin recibir auxilio alguno, por el contrario, todo en su entorno eran burlas y palabras injuriosas mientras él daba muestras de asfixia.

   Luego, con mucha dificultad, logró arrastrase hasta un horcón que sostenía un medio techo de palma; ahí logró ladearse medianamente y quedar sentando, con en el horcón como respaldo, sobre su sangre, mientras boqueaba intentando tomar aire en aquella atmósfera cerrada. Uno de los matones cansado ya de la escena en la que el joven Donato Corzo perdía la vida a cada segundo que pasaba, tomó una bayoneta que se encontraba recostada sobre un obscuro camastro, la pulsó apuntando hacia el joven y dejó ir toda la carga del filoso metal en el estómago de la víctima. Ese hecho hubiera sido definitivo, sin embargo, todavía hubo alguien más que volvió a disparar sobre el cuerpo del moribundo, como para asegurarse de que el trabajo estaba cumplido. En medio del regocijo general Donato Corzo Ruíz dejó de existir.

   La persecución en contra del liberal fue más intensa. Mientras cruzaba montes y abismos para ponerse a salvo de quienes le asediaban, sus parientes más cercanos eran despojados de sus pertenecías y arrojados a la calle entre burlas y carcajadas. Propiedades saqueadas, burlas contra el personaje, familiares arrojados sobre el empedrado, tal era la realidad de ese momento. Según los testimonios históricos don Ángel huye primero a Guatemala, a Puerto Ángel, Oaxaca, luego a Ocotlán, Puebla y por último a la Ciudad de México.   El héroe avanzaba sobre los kilómetros de la fuga con la herida del hijo muerto en el pecho, Aparicio su otro hijo, fue su inseparable en el destierro. Sufría brutalmente el general por la muerte de su hijo, pero más grande fue aun su dolor cuando en medio de la fuga su hija, Amada Corzo, a dos días del asesinato del joven, no pudiendo resistir más los filos de la desventura cayó en estado de demencia al llegar a Huimanguillo provocando un nuevo dolor al atormentado padre, además de que por las mismas razones, su compañera de vida, de nombre Zaragoza, caía enferma como un nuevo peso en medio de la desventura.

   En 1875 se agravó la enfermedad de don Ángel Albino Corzo. Fueron las horas del tormento. Julián Grajales alquiló un cuarto contiguo al cuarto donde se debatía el héroe y habiendo sólo una frágil pared de por medio hizo que el cohetero oaxaqueño Manuel Ramos, trasladara desde su fábrica un enorme tambor que se colocó a la altura de la cabeza del que agonizaba. El tambor se accionó día y noche hasta que a las 19:00 horas del 12 de agosto, cuando apenas cursaba los 54 años de edad falleció el héroe que llevaba por delante además de las traiciones de que había sido objeto, la dolorosa muerte de su hijo. Los hombres mayores sufren tormentos mayores, así nos lo ha dicho la literatura de los siglos.

   En la hora cercana a su muerte, el hombre desgarrado por el asesinato de su hijo, agobiado por la demencia de su hija, dejó un texto para la posterior denuncia: “de todos los que me atacaron, los que me ofendieron, los que me hirieron, me golpearon, me traicionaron, todos los que difamaron mi nombre pronunciaré los nombres de Pantaleón Domínguez, José Velasco, Julián Grajales, Salvador Urbina y el canalla de Macías”.

   Don Ángel Albino Corzo no es sólo héroe de Chiapas; es héroe de la humanidad.

   Don Ángel Albino es un orgulloso Corzo de Chiapa.

   Mi madre, la chiapanequísima Rita Moreno, nació en Chiapa de Corzo, una ciudad con apellido.

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MARTÍ Y LOS ECOS DE LA INFANCIA

Dra. Rocío García Rey.

 

 

LA ANÉCDOTA

           

 

Este trabajo es apenas un boceto de las múltiples interpretaciones que de José Martí pueden hacerse y es ante todo una invitación a mirar su papel de escritor para la infancia. Al leer algunos de sus textos he caído inevitablemente en el recuerdo personal. ¿Qué me dice el nombre de Martí más allá de la historia de las ideas? ¿Qué me dice el nombre desde mi historia personal? Me veo, entonces, siendo niña y asistiendo a la segunda escuela primaria por la que pasé: “Escuela Primaria José Martí”, ubicada en una colonia popular (del Municipio de Ecatepec, Estado de México), y siendo además la escuela que abrazaba a los niños “problema” de la comunidad. ¿Quién es José Martí? Pregunté a mi papá “Fue un prócer cubano”, respondió: Mi duda no fue disipada. En mis seis años sólo cupo una frase: “No es mexicano.”

            Un día un niño lanzó la osada pregunta al profesor: “Maestro, ¿verdad que cuando se abrió esta escuela, vino José Martí?” La respuesta: una sonora carcajada de parte del profesor, seguida de un “cómo crees, si ya está muerto.”

            “Prócer cubano muerto que se parece a Aquiles Serdán” fue la frase que formulé para mí misma, sin entender el significado de prócer y por qué si era cubano no era negro (porque no está de más decir que tanto mis compañeritos como yo teníamos la creencia errónea, de que Cuba era habitada por negros). La aclaración de quién había sido Martí permaneció en la gaveta de los silencios durante los años de primaria y secundaria.

            El enredo geográfico e histórico aumentó cuándo en quinto año leí  “Hidalgo” y abajo el nombre del autor: José Martí.[i] Guiada, sin saberlo, por una visión reduccionista, me pregunté ¿Cómo un cubano supo de un mexicano? Mi corto entendimiento me hacía creer que las historias de los países sólo las podía escribir alguien perteneciente al país en cuestión. Y aunque también había dos textos más, uno sobre Bolívar y otro sobre San Martín, no me “preocupé” de ellos pues se trataba de figuras absolutamente lejanas en geografía y en comprensión para mí.

            ¿Es lícito narrar mi anécdota? ¿Qué importancia puede tener si fui a la primaria Benito Juárez o José Martí? Parte de la respuesta tiene que ver con ciertas filiaciones subjetivas que tenemos a los temas y que parecen ir más allá de lo propiamente académico. Lo importante, en este sentido, está en prestar atención a que esas filiaciones son parte del bagaje y del horizonte cultural en el que hemos vivido.

MARTI  Y LA INFANCIA LATINOAMERICANA

           

Quisiera comenzar este apartado con una pregunta ¿Cuál es la interpretación que daríamos a la reproducción de textos de Martí, en libros de texto infantiles? ¿Por qué de los pensadores- escritores del siglo XIX encontramos a Martí? La respuesta quizá es harto conocida, pero creo que no así la reflexión en torno al hecho. El cubano José Martí (1853-1895) fue uno de los pocos que miró en la infancia latinoamericana un sujeto de recepción de sus textos. Otro ejemplo está en el colombiano Rafael Pombo -1833-1912- cuya producción tomó en cuenta también al público infantil con sus Cuentos pintados y morales para niños formales.

           

La particularidad de Martí con respecto a Rafael Pombo es que el cubano inserta en sus escritos para niños el tema de Latinoamérica y lo que de ello se desprendía: la musicalidad del lenguaje –“¡Vaya la niña divina!/ - dice el padre, y le da un beso-. Vaya mi pájaro preso a buscar arena fina.” [ii]-; la defensa del continente a través del conocimiento, en la que podríamos encontrar una vertiente axiológica – “El viajero hizo bien porque todos los americanos deben querer a Bolívar como a un padre. A Bolívar, y a todos los que pelearon como él porque la América fuese del hombre americano”[iii]; la ternura de padre mezclada con su deber ser de revolucionario; el exhorto a su hija María Mantilla para liberarse mediante el conocimiento y romper el “eterno femenino”:

 

[…] ¿Piensa en el trabajo libre y virtuoso, para que la deseen los hombres buenos, para que la respeten los malos, y para no tener que vender la libertad de su corazón y su hermosura por la mesa y por el vestido? Eso es lo que las mujeres esclavas, -esclavas por su ignorancia y su incapacidad de valerse, -llaman el mundo del “amor” […] [iv]

           

             Cierto es que fue en el siglo XIX cuando la infancia como grupo particular cobró mayor visibilidad, sobre todo en términos pedagógicos, en Europa            con los trabajos de educadores como Pestalozzi  (1746-1827) y  Fröbel (1782-1852). Pero como vemos, Martí apenas nacía cuando Fröbel habían muerto, así que el trabajo de rescate de la infancia como la generación en la que podían depositarse los anhelos de cambio, poco tiene que ver con una pedagogía europea. Porque Martí estaba convencido del papel de  la educación como elemento para lograr cambios, pero ésta no se reducía únicamente a la escuela. Hay de hecho una invitación a ser autodidactas y a compartir los conocimientos aprendidos. Ilustro este planteamiento con las siguientes palabras también a la niña Mantilla:

          

  […]Así si serán maestras, contando esos cuentos verdaderos a sus discípulas, en vez de tanto quebrado y tanto decimal, y tanto nombre inútil de cabo y de río,         que se ha de enseñar sobre el mapa como de casualidad, para ir a buscar el país     de que se cuenta el cuento, o – donde vivió el hombre de que habla la historia.-       Y cuentas, pocas, sobre la pizarra, y no todos los días. Que las discípulas amen    la escuela, y aprendan en ella cosas agradables y útiles.[v]

           

Años antes de las cartas a María Mantilla aparecerían dos textos clave en la difusión de la literatura para niños. El primero es Ismaelillo (1882). ¿Cuál es la novedad de este libro? Se trata de un texto poético dedicado a su pequeño hijo. Un hijo que representaba las esperanzas y los anhelos que como revolucionario lo mantenían avante. Pero además se trata de un libro donde un hombre (dándole peso al género) se atreve a cantar el amor tierno a su hijo.

            Hijo: espantado de todo, me refugio en ti./ Tengo fe en el mejoramiento humano, en la vida futura, en la utilidad de la ventura y en ti./ Si alguien te dice que estas          páginas se parecen a otras páginas, diles que te amo para profanarte así […]  [vi]

            Escritor prolífico alimentado también de múltiples viajes, Martí echó mano de diferentes géneros literarios y en el caso de la infancia, insisto, ésta fue mirada y en algunos casos admirada por él. No se trataba únicamente de guiar a las “juventudes americanas” como años más tarde harían Rodó, Vasconcelos o Mistral, se trataba de rescatar a este grupo mediante la educación porque era a través de él que podría realizarse el cambio concebido como la liberación no sólo política sino de pensamiento. En “La Sangre Nueva” podemos leer el pasaje en el que cuenta con admiración cómo un muchacho, alumno de la escuela comercial de Packard  para defender el honor de Cuba.

            El niño habla con toda la fuerza de la sinceridad y de su honor: ¿quién le   ofende             a su Cuba? ¿Por qué Cuba, de hijos más trabajadores y cultos en su mayoría, y más universales y emprendedores que los hijos de España, no puede   emanciparse de España?[vii]

           

            La defensa de la Patria no era entonces ya un trabajo exclusivo de los adultos, y tampoco se reducía a una defensa desde un lugar físico particular. El topos más importante se hallaba en el espíritu. Y espíritu, en la propuesta de Martí, es el lugar de la creación y la construcción de un conocimiento “propio” que ayude a tirar la creencia aldeana, como el la llama, de que el mundo y la noción de patria se reducen a estar en  un solo lugar en términos geográficos. En este sentido es comprensible su fuerte cuestionamiento que hace en Nuestra América “¿Para qué sirven los letrados artificiales?”[viii] A esta pregunta bien podemos enlazar su razón de escribir La Edad de Oro: “Para qué los niños Americanos sepan como se vivía antes y se vive hoy, en América, y en las demás tierras […]” y con ello podemos decir que Martí trataba de prevenir que volvieran a prevalecer las visiones constreñidas y únicas.

           

Ahora que la SEP trata de proponer (¿o imponer?) una aparente propuesta educativa. Ahora que se habla de “Una educación para todos,” me pregunto si algo del chocante espíritu aldeano no anda todavía rondando. Me pregunto si a los encargados de la nueva política educativa les dirá algo el nombre de José Martí o sí como yo cuando niña lo reducen a “prócer cubano” de algún momento ya desvanecido.

           

 

 

NOTAS

 

[i] Se trataba de un texto al que titularon “Tríptico” y  que pertenece a “Tres Héroes” contenido en La Edad de Oro.

 

[ii] Martí, José, “Los zapaticos de Rosa”, en Obras Escogidas,  España, (Col. Centenario II) p. 200.

 

[iii] Martí, José, “Tres Héroes” en  La Edad de Oro. Publicación mensual dedicada a los niños de América. Perú,  Briceño Editores, 2003, p. 20.

 

[iv] Martí, José, “A mi María” Cartas a María Mantilla, Cuba, Centro de Estudios Martianos, edit. Gente Nueva, 1982. p. 66. La carta fue escrita en 1895, cuando Martí  se encontraba en Cabo Haitiano.

 

[v] Martí, Cartas... op. cit. pp. 95-96

 

[vi] Martí, José, Ismaelillo, Madrid, Mondadori, 1999, p. 11.

 

[vii] Martí, José, Sobre las Antillas, (Selección, Prólogo y notas Salvador Morales), Cuba,  Casa de las Américas, 1981, pp. 165-166.

 

[viii] Martí, José “Nuestra América”, en Obras Escogidas, op. cit. pp. 119 y 121.

 

 

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El surgimiento del movimiento independiente

en la poesía mexicana

Andrés Cisneros de la Cruz

 

 

A diferencia de un movimiento social, o la concreción de un instituto, escuela, o incluso una vanguardia, para el poeta la independencia es un proceso, antes que un fin, y por tal modo, es un acto radical —que significa de raíz— y que se afecta desde los cimientos de su propia vida para generar un impacto que se notará en su creación, y de ahí que el poeta sea la fuente de las infinitas  particularidades, y su mezcla, su conflicto.

            En el México moderno, la independencia cultural deviene de la inconformidad con que se institucionalizó la cultura a partir de los movimientos literarios de principios de siglo, con el visor de desarrollar un México integral, que dejaba fuera las estéticas no convenientes con el proyecto general de vida nacional, así como un preciosismo fundacional que encerró la poesía en una vitrina, sólo para la contemplación de los conocedores, o de los asistentes a tal museo, que regularmente fue la clase política, luego los autores apadrinados, y para la segunda mitad del siglo, la universitaria, hija y beneficiaria de las instituciones del México contemporáneo.

            Similar es en el rubro de lo político, donde la Revolución Institucionalizada se mantuvo como una imposición acordada para evitar más “muerte pública”, de lo cual devino la dictadura que hasta la fecha se mantiene con base en convenios internacionales y la inversión de capitales inimaginables, sin embargo con sus mismo sistema de supresión activo.

            Pero en los años sesenta y setenta el literato o poeta iban de la mano con la militancia, y en muchas ocasiones la literatura se veía afectada por tal situación, pues quedaba en un nivel secundario, supeditada al interés de partido o grupo. Y el poeta perdía esa independencia. Es decir, el poeta pertenecía a una escisión política, pero él se mantenía sujeto a un ideario. Sin embargo varios poetas lograron romper con esta segunda atadura, e hicieron de su arte un arma propia de expresión poética, y por ende, con su postura, un carácter político: una lógica artística, antes que un deber partidario. Porque la política del poeta es más profunda, pues corresponde a la constante transformación, y no la estandarización de la belleza, o al carácter estático de un fin.

            El grupo no grupo de la segunda mitad del siglo XX, que mejor ilustra este fenómeno y sus debidas complejidades, fue el compuesto por los hijos de la ira, que podemos llamar así, por Una gramática iracunda, de Enrique González Rojo Arthur, el más joven de sus integrantes. Y por otra parte, José Revueltas, que es tinta tutelar y confrontante, de este movimiento de múltiples cabezas, y que mantuvo una conexión dialógica con Efraín Huerta, que José Emilio Pacheco homologó con Dámaso Alonso, por su libros, Los hombres del alba y los Hijos de la ira, respectivamente, publicados el mismo año. El último integrante de esta pequeña comitiva de disidentes de la escritura, es Ramón Martínez Ocaranza, que se escindió en una soledad convulsa, para dar origen a una reflexión profundamente violenta y crítica; a un lenguaje que transcribía claramente la teratología del mundo.

Sin embargo hay una gran distancia de la ira de Dámaso (“Sí, alejadme ese tristísimo pedagogo, más o menos ilustre, ese ridículo y enlevitado señor, / subido sobre una tarima en la mañana de primavera / con los dedos manchados de la más bella tiza, / ese monstruo, ese jayán pardo, / versánico estrujador de cerebros juveniles, / dedicado a atornillar purulentos fonemas / en las augustas frentes imperforables, / de adolescentes poetas, posados ante él, como estorninos en los alambres del telégrafo”) con la de Huerta (“Literalmente perdemos contacto con el suelo: vamos al infinito apoyados en nuestra propia sangre. / Olvidamos los ríos y el silencio. / Gritamos por la noche y las voces del viento se recogen / en un puro rencor de ojos desorbitados. / ¡Qué destino, qué lucha y cuánta cólera reprimida!”), cosa que Ocaranza dice de este modo (“Y crece el corazón, / y crece el cielo, / crece el polvo de la muerte oscura, / y crece la esperanza, / y crece el odio, / y crece el barco del dolor del mundo. / Pero yo estoy aquí, / junto a mis lágrimas, / a la orilla del mar / junto a mis muertos / tendidos en la nocturna flor de las espumas, / bajo el cielo del mundo / y de la muerte, / convertido en un puño, / en una espada.”) y la gramática iracunda de González Rojo, de este otro (“Pero un día, / ante los golpes de culata, / las ráfagas de párpados vencidos, / el furor lacrimógeno, / me nació un inesperado / «hijos de puta». / Se trataba de mi primer arma, / de un odio que a dos pies / cargaba la sorpresa de su propio nacimiento. / A partir de entonces, / dentro de mi gramática iracunda, / dentro del diccionario en que mi cólera / se encontraba en un orden alfabético, / disparaba palabras corrosivas, / malignas expresiones que eran áspides / con la letra final emponzoñada. / Pero yo me encontraba insatisfecho. / Ningún hijo de puta / corría hacia su casa, ante mi grito, / para zurcir el sexo de su madre. / Mis alaridos eran inocentes, / inofensivos eran como besos que Judas ofreciese / tan sólo a sus amantes. / Ante eso, / pasé de un insatisfecho «cabrones» / —pólvora humedecida por mi propia saliva— / a una pequeña piedra, / el pedestal perfecto de mi furia, / la lápida mortuoria que encerraba / la pretensión guerrera de mi lengua. /
Y ahora, en la guerrilla, / mientras limpio mi rifle. / recuerdo cuando yo era, camaradas, / lo que podría llamarse una persona / decente”). Prevalece el desencanto en España y México, una imposibilidad ante el dominio, pero en México, la ira se desprende del dios, para volverse totalmente humana. Y se vuelve un arma para enfrentar la increíble injusticia que priva en la realidad. La ira para los poetas mexicanos es un motor emancipatorio y de inconformidad.

            Los movimientos “independientes” de los ochenta, fundamentalmente se dieron desde la música, el performance y la plástica [con sus debidas excepciones]. Mientras la poesía oficial se fundía con la operatividad de la UNAM, Punto de partida, y con los encuentros de autores jóvenes [que reproducían el sistema de apoyos del Centro Mexicano de Escritores].

            Entre tanto la poesía comienza a allegarse a los institutos de investigación, así como a círculos literarios conformados por burócratas y editores maquiladores. Por otra parte, en los lindes de la realidad de a pie, el día a día de la calle, la poesía es un ruido; una melodía rupestre que se desahucia y sobrevive a capela. Rupestres, infras, estridentistas, poeticistas, burlándose del rey que camina desnudo, mientras la corte le aplaude su traje.

 Es el auge del performance, el rock mexicano, la danza, la pintura, el poema objeto. La poesía visual como asidero de la poesía concreta. Y la tendencia contracultural como una empatía con la decadencia social, y el intelectual como un proscrito que se deja caer en la roca de los sacrificios dionisiacos. La causa perdida, y la sensación total de la derrota de cualquier revolución.

            Es en los noventa donde se moldea la figura de la editorial independiente, ahora modelo elemental para el ejercicio cultural. En principio es un movimiento que surge de los maquiladores de libros oficiales, y que así genera un capital alterno para generar su “otro” pronunciamiento [muchas veces enajenado por el mismo campo de autores que ha editado, pero con otra idea de la edición]. Punto aparte de la editorial alternativa, se haya el fenómeno independiente como tal, que no cuenta con el capital, los medios de producción, y el acceso a los núcleos intelectuales de ejecución, y que por obvio, si quiere realizar un proyecto, tiene que apelar a la creatividad y a la promoción autónoma para generarse los medios y métodos de producción y reproducción intelectual.

            Ambas posturas devienen de los círculos que fueron conformándose en los años ochenta, y que en los noventa se presentan como círculos editoriales para consolidar una figura, o un trabajo subterráneo en el segundo caso. Y aunque la poesía está al margen del interés de Estado, fuera de foco, en este momento histórico lo que se busca moldear desde las instituciones es otra cosa. Por algo es que se fragua una visibilidad “alternativa” operada desde el Conaculta, de talla salinista, que dio auge a los círculos en torno a Paz, y donde los apoyos favorecieron las obras que realizaban una crítica hacia la “narco-violencia” que fue cada vez más notoria a partir de entonces entre la sociedad civil. Y así, se conformó el círculo elemental de la burguesía poética nacional.

La burguesía, entendida como los productores oficiales de cultura, se apoltrona en torno al recurso, y crean un mythos para proteger su núcleo del “ruido externo”, eso que desde la teorización de sus esgrimistas, se puede denominar periferia de la burguesía, y que no es, desde su óptica, sino una fuerza que busca desplazar a la primera burguesía, o replicarla. Ante lo que se genera un cerco de contención que deviene en ley, canon, o estereotipo, para definir qué es poesía, y quién no es poeta. De cómo luce el rapsoda, no sólo físicamente, sino también como debe ser su modo de vida. De este proceso surgen, efectivamente, un segundo círculo de medios de producción, con copias no autorizadas, ilegales, de los primeros. Lo que garantiza el proceso de reproducción de la obra, sin exponer la clase. Porque los segundos productores mantendrán su condición —de vida y clase— en tanto que no generan capital intelectual alguno. De modo similar sucede en talleres, y otras formas capacitación [antes que de educación] derivadas de métodos de reproducción estructural, y que distan mucho de la enseñanza. En el arte, y en la poesía específicamente, la capacidad de producir realidad para vivir, y el poder de transmisión intelectual, no obedecen a una clase económica, sino a una clase transformativa radical, inscrita dentro de la clase intelectual, aunque sea minoritariamente. Si el arte obedece a una clase económica, entonces concibe policías o guardianes de las letras que buscan mantener vigentes e inmaculados sus patrimonios. Alta técnica y perfeccionamiento del arte. Sin que eso conlleve un arte transformativo; paradoja de su denominación.

            Es una especie de Alforja, nombre de aquella ciudad de Tomás Moro o de los Telemitas, que era una ciudad imaginada, cercada en sus propias reglas, fueras de las reglas del mundo. Sin embargo, si una ciudad de esta índole busca imponerse sobre su rededor, devendrá invariable en una lógica de conquista; o imperio. Por tanto, si puede existir una axiología que se contraponga a la axiología de la corrupción, desde la poesía en México, radica en combatir, denunciar, desparecer los procesos de empoderamiento enajenado. Así, la oralidad, como discurso dialógico, es sustancial para un pensamiento plural de los cánones, porque da un lugar a los demás procesos, antes que ignorarlo para imponer el propio. Por tanto, es crucial, para entender o construir una pluralidad, en primer lugar, reconocer que hay movimientos bien definidos que buscan consolidar una idea de poesía, con el soporte en una realidad, por muy cuestionable que sea. Entender qué representa cada una de estas corrientes es fundamental para poder ver más claro el panorama de las poesías mexicanas.

            No es nuevo el tema, ni es la única corriente de emancipación teórica, la descolonización de la filosofía, que paulatinamente se irá mezclando con la poesía. También está el esquizoanálisis de Omar Lara, por poner ejemplo. Y vale aquí un ejemplo de oposición entre dos puntos de vistas distintos, uno conciliador con lo que ya es en el mundo actual, el de Julio Ortega, por demás conocido, y el otro, por un desligamiento brusco con este mundo que es, con Lara, por demás, poco conocido. Sin embargo los dos coinciden en puntos cruciales, al saber que la España prehispánica, encuentra su modernidad en el Nuevo Mundo, en tanto que, Lara arguye que esté nuevo mundo es por principio un desligue del viejo mundo. Ortega: “Leer y escribir son las grandes apropiaciones que el sujeto del Nuevo Mundo instrumenta para pasar de su condición tradicional y subyugada a su renacimiento en la fe, lo moderno y la individualidad. En rigor, su carácter de sujeto requiere del control de estas operaciones para poder manifestar la memoria étnica como una actualidad crítica; y también para demostrar que la cultura oral era capaza de anticipar la filosofía política dominante con sabiduría comunitaria y su orden superior. Si Cervantes parecía haber dudado de la modernidad de la España del siglo XVII, [el Inca] Garcilaso de la Vega parece proponer que la modernidad de España son las Indias”. Así, el lenguaje, sea oral, como esta mnemotécnica que genera el poeta en lo que fonéticamente prevalece con un significado, en Lara toma esta modernidad presente, que no es distante a la otra modernidad, y espeta: “En el Estado-nación moderno brota un nuevo aparato de captura; la esclavitud maquínica se ha sustituido por la sujeción social. En el capitalismo, el capitalista es como sujeto de enunciación, y el proletario como sujeto del enunciado. De esta forma, el capitalismo realiza la subjetivación, llevándola al punto más radical de dominación en la esfera privada. El capitalista ha generado una axiomática con los flujos descodificados, y en la subjetivación hecha (por los obreros) y de ésta se ha llegado a asumir como fundamental y necesaria la recodificación (el Estado) hecha por el capitalista. El obrero ya no está esclavizado por la máquina sino sujeto a ella”.

            Estas dos visiones tan opuestas y coordinadas a la vez, dejan en claro que el devenir, por un lado, es inherente, y por otro, la perspectiva con que quiera enfocarse el suceso, es lo que se proyecta hacia el futuro: prospectiva elemental del teórico que busca definir un camino a seguir de acuerdo a la interpretación de los hechos. Así, la modernidad (posmodernidad), vista por Dussel, se puede leer más o menos en lo siguiente: “La modernidad no es un fenómeno que pueda predicarse de Europa considerada como un sistema independiente, sino de una Europa concebida como centro. Esta sencilla hipótesis transforma por completo el concepto de modernidad, su origen, desarrollo y crisis contemporánea y, por consiguiente, también el contenido de la modernidad tardía o posmodernidad. De manera adicional quisiera presentar una tesis que califica la anterior: la centralidad de Europa en el sistema-mundo no es fruto de una superioridad interna acumulada durante el medioevo europeo sobre y en contra de las otras culturas. Se trata, en cambio, de un efecto fundamental del simple hecho del descubrimiento, conquista, colonización e integración (subsunción) de Amerindia. Este simple hecho dará a Europa la ventaja comparativa determinante sobre el mundo otomano-islámico, India y China. La modernidad es el resultado de estos eventos, no su causa. Por consiguiente, es la administración de la centralidad del sistema-mundo lo que permitirá a Europa transformarse en algo así como la conciencia reflexiva (la filosofía moderna) de la historia mundial. Aún el capitalismo es el resultado y no la causa de esta conjunción entre la planetarización europea y la centralización del sistema mundial (Dussel 1999:148-149)”.

            Desmitificar sin mitificar es lo difícil (construir para destruir, y no destruir para construir); porque se hace hincapié en “remitificar”, pero la función de la poesía tiene el reto mayor de decir sin decir. Afirmar para dudar. Al final, esta mitificación en vida, en ídolos, divide el panorama en una clásica forma que es risible: los buenos, lo malos y los feos. Después de todo la película (tipo Hollywood) no tendría sentido si no hay un bueno y villano que busca acumular todo el poder bajo un mismo cetro que presupone la “mejor opción” para todos. El Estado, el capital privado. Ambos. Las sectas. Los partidos políticos. Izquierda o derecha. Y al final el malo, que siempre pierde y no le sirve a ni a dios ni al diablo, o para el caso, a ambos, según les convenga. Y el feo, es el pueblo, que sirve para ambos amos: a la descolonialización o al colonizado gobernante.

 

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Utopía y escritura: breve comentario del “El abanderado” de Eusebio Ruvalcaba

Dra. Rocío García Rey

 

En la década de 1990, cuando muchos pensamos que las utopías políticas habían sido inhumadas y que por tanto  nuestros pasos sortearían suelos oscuros,  surgió en México el resplandor del movimiento zapatista. Personajes que no habían sido enunciados ni considerados por la oficialidad de los discursos en general, se colocaban en el escenario de la palabra, de la voz y la visibilidad.

            El 1 de enero de 1994, los escenarios cambiaban. Todos los escenarios incluido el de la literatura. Quien escribe  esta columna tenía veinte años y ve aventuró a  ir a trabajar a la zona llamada de “conflicto”. La firma de Tatic Samuel plasmada en una identificación “hechiza” era el pasaporte para que los compañeros zapatistas permitieran la entrada a la zona en que creímos nacía el sueño renovado.

            Ante lo visto, ante lo vivido yo quería plasmar con palabras los olores de la selva, la imposibilidad, en ocasiones, de comunicarme plenamente con los dirigentes porque yo no hablo tojolabal. Palabras, palabras sorteando la hoja en blanco. El afán de veracidad me abrazaba, aún no cabía en mi mundo la verosimilitud.

            Meses después de mi regreso de Chiapas, mi hermana mayor compró un libro titulado  Atrapados en la escuela. Se trata de una compilación de cuentos hecha por Beatriz Escalante y José Luis Morales. Entre el abanico de historias cuyo eje es precisamente la escuela y el ambiente de cautiverio que la educación tradicional cimienta, aparece una historia que despliega maestría en la construcción de un personaje: “El abanderado”, cuento del Maestro Eusebio Ruvalcaba.

            Movimiento zapatista, cuentos, ¿cómo armar este relato? Lo armo mostrando lo que señalé al principio de este texto: el quehacer literario para algunos fue también darle vida a historias cuyo telón de fondo tuviera que ver con lo que sucedía: una ruptura en que la historia inmediata era escrita de manera diferente, si recordamos los comunicados del célebre Subcomandante Marcos o la forma en que veíamos a nuestros hermanos indígenas que habían dicho “Basta”.

            Ruvalcaba no fue ajeno a este nuevo edificio político y  demostró mediante el cuento “El abanderado” ese binomio conocido, pero no por ello siempre comprendido: el entrecruzamiento entre literatura y sociedad. Lo hizo creando como personaje principal a un niño de sexto año de primaria (el abanderado) que critica los ritos caducos y sin sentido que se llevan a cabo para ¿honrar a la Patria?

            El clásico narrador omnisciente es desplazado por un yo, un yo púber (el abanderado) quien narra lo que piensa de la escuela, incluidos sus compañeros y “el ciudadano director”. Con su relato  pone en tela de juicio lo que desde las instituciones nos hacen creer es el comportamiento adecuado. Se premia la conducta para que después se nos dificulte ser hombres y mujeres de ruptura.

            El personaje creado por Ruvalcaba, es el  “niño héroe”, quien mediante su monólogo construye al tiempo una etopeya de sí mismo y un retrato del ambiente que lo rodea. Es una vez que comienza a contar cómo y por qué fue elegido “el abanderado” de la escuela, que se despliega la gran crítica al sistema: “Dicen que se fijan en todo, o sea lo que ellos creen que es todo: las calificaciones y la conducta. Claro está que tienes que estar en sexto. Pero estar en la escolta es una verdadera lata […]”

En efecto, -bajo una mirada obtusa- lo cuantitativo: las calificaciones, unidas a la conducta son la muestra de que la escuela  está creando a los futuros buenos ciudadanos. “El abanderado”, por suerte, es el símbolo de la rebeldía que puede existir aun dentro de un microcosmos: escuela, salón de clase, patio donde se lleva a cabo el homenaje a la bandera. Por ello se entiende que nuestro personaje no encaje con los demás adolescentes y que diga: “Y a mí me aburren como si estuviera viendo a Raúl Velasco; por eso prefiero estar solo en el recreo y no echar relajo cuando la maestra sale de la clase por cualquier cosa”.

            Si las revistas pornográficas que ven sus compañeros unidos a  los actos cívicos se vuelven carentes de significado importante para nuestro personaje, hay un gran acontecimiento de quiebra que Ruvalcaba usa como giro de tuerca: los comunicados del Subcomandante Marcos y los acontecimientos en Chiapas. “Sobre lo que yo habría querido platicar con Tinajero y compañía era sobre otra cosa: sobre Chiapas y el subcomandante  Marcos. Pero a nadie de mi grupo le interesa.”

            Los significados de la vida y la lectura del mundo se expanden cuando “nuevos” textos aparecen ante nosotros y develan que, por ejemplo, ser patriota no se reduce a ser abanderado.

            Los roles de género también son visibles en el cuento, pues mientras la madre del abanderado se esmera en que su hijo esté presentable en el homenaje y por ello almidona su camisa; el padre es el “lector” de política. Es, entonces, por éste  que “el abanderado” conoce los comunicados del Subcomandante.

A mi papá sí. Me lee los comunicados […] y me cuenta las luchas que desde tiempos muy antiguos entablaron los indígenas y la forma en que los han despreciado, desaparecido y explotado […]

Él mismo ha guardado los periódicos desde el dos de enero –porque el primero no hubo- , porque dice que el día de mañana van a servirme para hacer un trabajo universitario.

Pobre.

Ahí sí está muy equivocado porque yo lo último que quiero es ir a la universidad.

Hay entonces, un entrecruzamiento, también, entre la ruptura del futuro trazado desde el statu quo. Por un lado otrora subalternos : los hermanos indígenas se asumen como sujetos y por ello capaces de cambiar el rumbo de la historia y el abanderado proclama su grito de rebeldía adolescente, no por ello menos importante, no por ello carente de peligro para la escuela y las autoridades.

El día del homenaje a la bandera dice el personaje:

[…] recordé un viejo sueño: dar El grito desde el Palacio Nacional […] grité sin pensarlo dos veces: ¡“Viva México”! De inmediato toda la escuela grito: “viva”, y entonces grité, más fuerte todavía, lo más fuerte que pude, lo primero que me vino a la cabeza: ¡Viva el subcomandante Marcos! Como si fuera uno solo, la escuela por completo gritó lo mismo: ¡Viva! 

La metamorfosis es impecable en el cuento que estamos comentando: Del sueño ubicado en un espacio oficial de la política: El Palacio Nacional hay un salto a un espacio también oficial, el gran cambio está en el significante y significado, pues gritar Viva México no tiene peligro, es un acto incluso aplaudido, gritar, empero, un viva a quien en 1994 era el gran enemigo de la “paz”, era un delito. La voz con toda la simbología que aglutina, es emitida, pero no todo lo que se grita será aceptado. Por ello la gran vigilancia y castigo (en términos de Foucault) se despliegan. En el caso del cuento nuestro niño héroe es expulsado de la escuela y colocado en un espacio de cautiverio mayor: una escuela privada.

“El abanderado” después de años vuelve a mí y se conjunta con aquella experiencia propia.

He dicho yo también quería escribir en 1994 del movimiento zapatista. Eusebio Ruvalcaba me enseñó con su cuento, que había muchas formas e historias, incluso fuera de la selva traspasadas por aquel movimiento que creímos nos devolvería las utopías.

 

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El panorama cultural en Mérida y la necesidad de mirar hacia afuera.

Adán Echeverría

 

 

 

Me parece que el panorama cultural en Mérida, Yucatán, está creciendo mucho. El trabajo que vienen desarrollando los promotores de cultura, junto con los grupos independientes, más las escuelas de escritores, los diferentes foros como Tapanco, La rendija, Macondo, la misma Escuela Superior de Artes de Yucatán, y sus áreas de dramaturgia y artes visuales, o de música, han hecho que el crecimiento cultural en Yucatán se perciba.

Cada mes, si es que no cada semana, hay alguna actividad que realizar, alguna muestra de teatro, alguna galería por inaugurar obra de algún artista visual. ¿Qué es lo que creo que falta? Falta crítica, dejar de aplaudirse los unos a los otros. Falta menos víscera en las críticas, readecuar las soberbias y alejarnos de las vengancitas estúpidas. Aún existen esos pequeños fanfarrones que creen que lo saben todo, y que lo pueden todo. Aún existen, como personajes de pueblo del siglo XIX, pequeños que viven de quién fue su abuelo, su padre, su mami, y entonces, otros les hacen la corte y les dicen: Vaya, vos si que heredaste el talento de la familia para el periodismo. Yo conocí a tu madre, excelente primera bailarina, vos saliste con todo su talento. Oye, que bien pintas, tu padre debe estar encantando, ahí en la gloria de dios. Y cosas así por el estilo. El genio no se mama, se construye.

Pondré algunos ejemplos históricos:

Hay que revisar el nacimiento del Instituto de Cultura de Yucatán, junto con el nacimiento de Bellas Artes, en el estado de Yucatán, el cual se aleja apenas a los años 60. Los grupos de escritores estaban bajo el gobierno de Juan Duch Collel, un español avecindado en Yucatán, el cual logró en aquellos años la presencia de incluso Pedro Salinas. Pero conforme los años fueron sucediéndose, cerraron las puertas a los jóvenes.

El primer impulso se da con los talleres de la Universidad, de donde salieron un número interesante de cuadernillos que aún se consiguen en la librería de la Universidad: Roger Campos para revisar poesía, y Joaquín Bestard (recién fallecido), para revisar narrativa.

Sin embargo igual comenzó el impulso de talleres literarios en la Casa de FONAPÁS, que era una agencia federal cuyas oficinas se encontraban en lo que hoy es la Casa de la Cultura (o de las Artesanías, ahí por el edificio de Monjas, en la calle 63); estos talleres fueron impartidos por lo que poco a poco fue consolidándose a nivel federal como la Sociedad General de Escritores de México (SOGEM); uno de estos talleristas que vino a Mérida, agrupó a dichos jóvenes para fundar el Centro Yucateco de Escritorees, A.C.

Entre los miembros fundadores se encuentran Beatriz Rodríguez Guillermo, Jorge Lara, Roger Metri, Jorge Cortés Ancona, Óscar Sauri, Claudia Sosa, Melba Alfaro, Luis Alcocer (quien al día de hoy es presidente de la misma agrupación).

Luego de esto se sucedieron muchas incorrecciones y alejamientos que más tuvieron que ver con rencillas particulares (pleitos por poder, por vanidad, por sexo, por presupuestos, como siempre), muchas de ellas eran respecto a la postura de algunos sobre las filiaciones sexuales de los integrantes.

Era sabido que los personajes de la Universidad, rechazaban que un homosexual llegara a un puesto de gobierno en el ámbito cultural. Así que cuando Jorge Esma Bazán (un dramaturgo yucateco de mediana talla, que intentó consolidarse a nivel nacional pero jamás pudo conseguirlo), volvió del Distrito Federal, y con su regresó a Mérida, se desempeño en cultura.

Él le había abierto la mente a muchos personajes del aparato gubernamental para no tener esas barreras homofóbicas como otros, y llegó a ser nombrado Director del Instituto de Cultura de Yucatán. Con su gestión las cosas cambiaron radicalmente, porque la apertura fue amplísima. Y entonces el mismo CYE (Centro Yucateco de Escritores) cambió radicalmente.

Personajes como Jorge Cortés Ancona decidieron separarse del grupo original, y al contrario del apoyo, comenzaron a poner impedimentos, y desde ahí comenzó una lucha únicamente por los presupuestos. Esto ocurría en los años 80 y 90.

En 1993 se funda Navegaciones Zur, y también se funda El Juglar, un suplemento cultural del ya desaparecido 'Diario del Sureste'. El cual era el órgano oficial del gobierno. Así que política y cultura comienzan a caminar de la mano.

Posteriormente se funda la licenciatura en Literatura en la UADY, y luego se funda esa misma licenciatura en la Universidad Modelo. Estamos entrando a los años 2000, cuando tiene su nacimiento la Red Literaria del Sureste. Más adelante se fundarán las dos Escuelas, la de Escritores que originalmente dependería de la SOGEM, y la de Creación Literaria, que depende de Bellas Artes.

Pero con el paso de los años ha vuelto a ocurrir lo mismo. Al día de hoy la primera escuela, la de la "Sogem" está tomada por integrantes del CYE, y la de Creación Literaria está tomada por los integrantes de la Red Literaria del Sureste, y hay escritores, que les vale totalmente ese drama que se traen unos con otros, y dan clase en ambas Escuelas.

Pero Mérida, ha crecido, y esa batalla con el tiempo fue perdiendo sentido. Porque son muchos los que han venido a vivir a Yucatán, y que no han entrado en esa disputa generacional, ni de grupismos, o al menos así pareciera. Sin embargo la batalla sigue existiendo y las descalificaciones, como las premiaciones de unos (como jurados) sobre otros (sus agremiados) se siguen repitiendo como sucedió hace apenas unos pocos meses con el Premio de Poesía de Prohispen, que durante dos años seguidos han estado premiando a integrantes de la Red Literaria del Sureste, siendo jurados precisamente personajes de la misma agrupación.

Pero hay autores (escritores) que habitan otras plataformas ajenas a esas rencillas. Que parecieran estar ajenos a dichas actividades y a dichas batallas, sin embargo, aunque no se den cuenta son afectados.

En un reciente intercambio de correspondencia el Lic Jorge Cortes Ancona, me dijo que los integrantes de la antología "Karst, escritores de la península de Yucatán en 2016", no son conocidos por la Subdirección de Literatura, porque son ellos los que no se han acercado a la misma. Cuando debe ser todo lo contrario.

Las ediciones que aparecen en Sedeculta, siguen siendo de personajes de la Red Literaria del Sureste, pocos escritores del CYE, y los que no perteneciendo a dichos grupos, logran ganar un premio son poquísimos.

Sin embargo, no hay foros donde se expliquen las convocatorias, no hay directorios de escritores, no hay catálogos que relacionen a los nuevos escritores, a los escritores con mediana trayectoria, a los escritores con una trayectoria más amplia, para que las ediciones tengan esa misma categorización.

Los integrantes del Consejo Editorial son en su mayoría personajes de la Red Literaria del Sureste, y algunos personajes que por vivir pegados a los presupuestos de cultura, ahí permanecen durante años.

El número de escritores yucatecos, o radicados en Yucatán, se encuentra entre los 150 y 200 autores para este 2017. Y uno los puede categorizar respecto a su trayectoria: Como Iniciados, De Mediana Trayectoria, y de Amplia Trayectoria, y no por su edad.

Por ejemplo: Óscar Sauri quien fuera incluso director de literatura, podría considerarse de Amplia Trayectoria y que se ha hecho así mismo homenajes, bajo el amparo y apapacho de alguien como Irving Berlín Villafaña, se ha dado premios así mismo. Pero intentemos recordar alguna de las obras de Óscar Sauri.

Lo mismo ocurre por ejemplo con Claudia Sosa, cuál es su obra. Lo mismo con Víctor Garduño, quien tiene un libro de cuentos, que ha publicado en dos ocasiones, en un lapso de más de diez años. Los otros misterios. Pero la realidad es que dichas obras (la de Víctor, Sauri, Sosa) no trascienden las fronteras yucatecas, porque no se promocionan, no se dan a leer, no se hace crítica sobre ella.

Ya son muchas las generaciones que se han graduado de las dos Universidades, y los estudiantes que se han graduado no se han atrevido a hacer crítica sobre las revistas, los portales de literatura, la obra de los escritores.

Y si estas han aparecido como Tesis, se han quedado ahí, guardadas en las bibliotecas. Recientemente en la revista "delatripa" publicamos un excelente trabajo de Cristina Leirana sobre la literatura infantil en Yucatán. Trabajos como éstos hacen falta en Yucatán.

Un análisis de la dramaturgia, no solo un recuento, un análisis de los cuentistas, un análisis de la obra poética, pero eso aún no ocurre.

Apenas se elaboran algunas reseñas, pero estas quedan en los portales, no son retomadas, no son debatidas, no son confrontadas contra el tiempo, contra los lectores, como influencias en nuevas generaciones. Y cuando "se debate" en Mérida, solo se ataca personalmente.

La realidad es esa: una persecución de presupuestos para becas, proyectos, publicación de libros y entrega de premios, pero muy poco sobre la crítica a la literatura de Yucatán. Sobre su comparación con otras literaturas, sobre su influencia.

La literatura yucateca está viva, en dos años 2015, y 2016, se han hecho dos antologías, una de ellas es Casi una isla, que al final dejó fuera a muchos autores que entraban en la edad, pero que por cuestiones de presupuestos, y amiguismos, no cuajó en forma.

Mario Pineda y yo, hemos antologado a aquellos autores de los que teníamos conocimiento, ya sea porque se han acercado al taller literario, o porque han participado en nuestros proyectos de revista. Sin embargo, ambas iniciativas la de Marco Murillo y Jorge Manzanilla, como la de Mario Pineda y mía, debían ser apoyadas por la Sedeculta. Jorge Cortés Ancona me escribió enviando un "Dictamen", en el que se niega el apoyo a la publicación, porque carece de calidad. Una antología que ha sido impresa en una revista en Guanajuato, unos autores que publican en revistas nacionales, que han ganado premios por sus obras. Y entonces Jorge Cortés Ancona dice que Ángel Fuentes Balama, o Daniel Medina Rosado, no tienen calidad con respecto a la obra poética de Alegría Agosto, a quien recientemente editaron por Sedeculta Yucatán.

Estas actividades deberían ser absorbidas por dichos servidores públicos. Tengo noticia de una nueva antología de cuento editada por Sedeculta del taller de Víctor Garduño, pero es difícil acercarse a ella desde Ensenada, Baja California. Porque lo que se necesita es la distribución de los libros, las lecturas, las presentaciones, las publicaciones hacia afuera del estado.

La narrativa escrita por mujeres, por ejemplo lleva una línea muy clara que puede seguirse: Carolina Luna, luego Patricia Garfias, y ahora Violeta Azcona Mazun. Sin embargo, ni Patricia Garfias ni Violeta Azcona tienen libros que puedan leerse a nivel nacional. Porque la Sedeculta ha fallado a este respecto. No ha permitido ni privilegiado la reunión de esa obra.

Cuando en el (2006-2009) realicé para el Instituto de Cultura: "Novísimos escritores yucatecos", incluimos autores de poesía, narrativa y ensayo. Cuando el CYE tuvo la oportunidad de publicar "Litoral del relámpago", se agruparon narradores y poetas.

La antología "Casi una isla", marca en este sentido, un franco retroceso, porque no incluyeron a los narradores de esa generación. Además de que dicha antología "Casi una isla" dejó fuera a muchos autores de poesía como Esaú Cituk Andueza o Mario Pineda.

Mario Pineda, que ha sido incluso ganador del premio de poesía joven Jorge Lara, quedó fuera, por cuestiones de presupuestos, de definir qué no tenía la estética que necesitaba dicha antología. La antología Karst, a la que le fue negada la publicación por parte del Consejo Editorial en busca de una coedición Tijuana-Mérida, incluye 21 autores: narradores y poetas nacidos o avencidados en la Península de Yucatán, y decidieron que no tenía calidad. Dejando a un grupo de 21 autores sin el apoyo institucional.

Autores yucatecos actuales a seguirse: narradores Carolina Luna, Carlos Martín Briceño, Roberto Azcorra, Will Rodríguez, Violeta Azcona. Poetas a seguirse: Manuel Iris, Ileana Garma, pero hay que revisar sus textos, y alejarse un poco de la soberbia que los revista, y de muchas declaraciones absurdas que realizan en pro de quedar bien con quien puede brindarles un apoyo en cuestiones culturales, ya que ambos aplican el "habla bien de quien te puede ayudar a merecer". Hay que revisar detenidamente a Jorge Lara, a Álvaro Chanona Yza, al mismo Ángel Fuentes Balam a Daniel Medina, a Ángel Augusto Uicab. Y esperemos que pronto puedan editarle un libro en físico a Violeta Azcona, a Daniel Medina Rosado, a Ángel Augusto Uicab, a Jhonny Eúan.

Si la Sedeculta en su área de Literatura se dedicara a establecer un directorio creciente, una búsqueda de autores yucatecos, la literatura yucateca saldría ganando. Con las nuevas plataformas tecnológicas bien podrían catalogarse a los autores Iniciales, a los de Mediana Trayectoria y a los de Amplia Trayectoria, considerando Premios y Becas (estatales y nacionales), Publicaciones Personales, Publicaciones Colectivas, Publicaciones en Físico (estatales y nacionales, tanto como de autor, o por medio de un consejo editorial), Publicaciones en PDF. Apariciones en publicaciones periódicas en físico, en PDF o virtuales (sólo en línea), en portales nacionales como en portales internacionales. Ya que dichos directorios o catálogos solo podrían hacerle bien a nuestra literatura yucateca o mexicana.

En México, como en toda América Latina, los escritores no pueden vivir de ser escritores. Sin embargo, hay que definir muy bien el tipo de escritor que se es. Es decir, en una antología de cuentos de Scott Fitzgerald, se menciona que con la venta de uno de sus cuentos, el autor se pudo comprar una Casa. Eso nunca ocurrirá en nuestro país, para con los escritores. Solo hay que darse cuenta que el Premio Aguascalientes de Poesía, otorga 250 mil pesos, y una casa de lo más pequeña del Infonavit cuesta 350 mil pesos..

Recientemente la revista Tierra Adentro, donde he publicado textos desde el año 2004, me comentó que no podía publicarme mientras no pudieran pagarme. Y como soy becario del Conacyt, pues no puedo darme de alta en hacienda, ni cambiar todos mis datos fiscales para poder acceder a un pago de 2400 pesos por un cuento que iban a publicarme en enero de 2017. Esas fueron las noticias que Bernardo Esquinca, el editor de la revista Tierra Adentro, me señalara. Una absurda forma de cerrarle la puerta a los creadores.

Los presupuestos en cultura son muy pocos, y muchos los que se dicen escritores, y los que son escritores. Por tal motivo la batalla por los presupuestos se vuelve una descalificación infame. Son 32 entidades federativas; comento arriba que hay alrededor de 200 escritores en Yucatán, cuyas edades fluctúan entre los 80 y los 16 años, la batalla presupuestas es totalmente estúpida, porque de inicio está mal enfocada. Además de que muchas obras que se financian con becas o presupuestos federales o estatal no llegan a materializarse.

Es decir, autores becados no terminan el proyecto porque no hay supervisión para que lo hagan, y lo peor es que ni siquiera publican la obra por la que fueron becados. Eso lo he visto con muchas personas, muchos "artistas". Cuando fui becario del Fonca en 2005, éramos cinco becarios en novela. Solo dos publicamos nuestra obra. Una chica de Sonora y yo. De los otros tres ni siquiera pude saber si terminaron la obra por la que fueron becados, porque no la publicaron.

En nuestro país, necesitamos trabajar de algo que nos de nuestro sueldo y además permitirnos escribir. Lo cierto es que si pudiéramos tener un trabajo que nos dé el sueldo que necesitamos para vivir, lo más pegado al interés que tenernos, en este caso la literatura, sería mucho mejor. Se puede dar talleres, se puede promover la literatura, se puede trabajar como agente literario, profesor, de asignatura, investigador, se puede perseguir premios y becas, vivir de ellos, si tenemos el empacho para ello. Continuar con los estudios, y generarte una amplia cultura. Pero pocos son los que viven de sus regalías por la venta de sus libros.

Falta mucho. Las direcciones de literatura de los estados dejan de lado la posibilidad de tener Programas Interdisiciplinarios de Servicio Social. Si cada Dirección de Literatura, tuviera un grupo de estudiantes cumpliendo su Servicio Social interdisciplinario, para cada autor que publican, estos autores por lo menos durante las 480 horas que tarda el Servicio Social pudieran tener participación con la sociedad. Pero pretenden que todo parezca una imposibilidad de presupuestos, de gastos presupuestales.

Ejemplificaré de nuevo: En 2015, apareció la antología "Casi una isla" en Yucatán. Los dos compiladores Jorge Manzanilla y Marco Murillo, viven fuera de México, estudian el posgrado en el extranjero. Sin embargo, la mayoría de los autores antologados viven en Mérida, o en México. La subdirección de Literatura y Promoción Editorial de la Sedeculta a cargo de Jorge Cortés Ancona, bien podría disponer de un equipo de tres o cuatro estudiantes de Servicio Social: uno de la carrera de diseño, otro de comunicación, uno de historia, antropología social, o incluso de psicología, y hacerles toda una campaña publicitaria a los autores, al libro mismo, para que este libro estuviera en la radio, la prensa, la televisión yucateca, e incluso nacional, durante 3 meses sin descanso con la finalidad de que se interesen por la obra. Pero no lo hacen.

Entonces ¿quién conoce el libro "Casi una isla"? Solo los autores y los que nos dedicamos a la literatura. Lo mismo ocurre con cada libro que Sedeculta publica. Su esfuerzo y su apoyo terminan en eso, en ver la publicación, en intentar una sola presentación. Y para de contar. Eso es una pena. Se necesita mucho más. Necesitan promover a sus autores, promover sus libros; pero pegados a los presupuestos operativos anuales (POAs), solo se dedican a cumplir con lo que ya se ha establecido, sin apostar por la creatividad. Son incapaces de mirar los beneficios de los programas de Servicio Social, que en México, es parte de los requisitos en casi todas las universidades para obtener el grado. ¿Porqué no aprovecharlo?

Publicado en La pluma sobre el ojo
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Jueves, 16 Marzo 2017 07:11

] 4 [ El mundo ideal o el canon imaginario

 

Andrés Cisneros de la Cruz

Las revoluciones invisibles

] 4 [ El mundo ideal o el canon imaginario

 

 

Aunque la mayoría de la población no determina la realidad, la mayoría sí determina cómo la realidad puede ser percibida. El humano como ser social necesita sentirse parte de algo, y aunque sea de un modo artificial se integra, aunque en términos tangibles sea una fantasía. Baste el ejemplo de que el núcleo elemental de la vida, la familia, pocas ocasiones llega a cumplir esta función. Porque vivimos en un mundo de familias disfuncionales (que no sólo incluye a las parejas separadas), y que no logran desarrollar una lógica interna y se fracturan porque están unidas por un ideal genérico, antes que por un proyecto común, especifico; de tal forma obedecen a intereses ajenos a los integrantes del foco emocional. Así los hijos, siendo reflejo de los mismos padres, no tienen respuestas claras sobre qué hacen en el mundo, o en qué son buenos, respuesta que sería fuente de su futuro bienestar. El desatino vocacional es fruto de la desorientación familiar, porque por principio, los integrantes trabajan para el imaginario de “una familia ideal”, un cuadro que conocieron en el cine, en la televisión, en revistas de moda; para un debería que las gobierna sin que lo perciban, y que por el contrario, al empujarlas a recrear estructuras lejanas a su contexto, limita exponencialmente las posibilidades de vida que verdaderamente tienen al alcance.

            Es importante traer a colación, que lo que se ve, no es sino un reflejo, una escena imaginaria a la que damos verisimilitud sólo en la medida que la aceptamos como realidad. Vale la pena la acotación, porque la familia es igual. Inventamos la forma en que vivimos y asumimos esa forma como una verdad. La ilusión de su realidad nos hace pensar que nuestra familia es el “deber ser” del mundo. Y de ahí se deriva toda una gama de emociones, que van desde las frustrantes hasta las gloriosas. También de ahí se derivan los incentivos simbólicos y la sensación esperada de “éxito”, donde la expectativa de desarrollo para ser aceptado en el grupo, se nutre de figuras tutelares que representan valores ambiguos o contradictorios.

            Entre ser Pedro Infante y James Dean, el mexicano se vuelve un hibrido. Lo mismo el poeta, con una mezcla de ídolos se le imponen los héroes poéticos del mundo, especialmente las imágenes rebeldes de poetas deidificados, lo que provoca que los bardos en su primer etapa desarrollen un ansia, que podemos denominar como el síndrome de Rimbaud, porque se les impone el “deber ser” un ídolo, para ser aceptados como poetas de una buena vez. Viven bajo el peso de la figura divina del efebo prodigio y el debería del poeta joven es que si no es Rimbaud, será un fracaso, y a su edad es normal que no tengan tolerancia a la frustración.

También están los poetas Bukowskis, que aprenden a empinar el codo antes que a hacer versos, o se ajustan a una idea Dadá o Infra: y antes de escribir el poema, lo rompen, o se comen la hoja como acto performático; en pocas palabras, buscan volverse personajes míticos antes que poetas. Y con esa ansiedad, es a la poesía a la que le cobran la factura. Una vez pasada la juventud primera, el aprendiz de poeta se coloca ante el pináculo del suicidio. De la renuncia. Descontextualizados, los escrituradores de versos con síndrome de Rimbaud, hacen equipo con los poetas Verlaine, y se guarecen en el omerta para ser incluidos, al fin, en los círculos que pagan bien por el silencio; y de esta forma se cumple la forma de reconocimiento que mamaron desde el hogar. La complicidad enferma de tomar todo para sí. Y otra vez, a la poesía se le cobra la factura.

El imaginario entonces, se vuelve en contra del mismo poeta, que en teoría es un reformador natural, no sólo de la lengua, sino de los rituales de la comunidad. Es decir, al igual que en la economía especulativa que ha acarreado la inflación al mundo, y que nos hace vivir en una irrealidad que se sustenta en la deuda, así también, el poeta compra un sueño que terminará de pagar cuando sea un adulto entrado en lo senil, y sin saberlo, el éxito del hombre, será la semilla de su ruina.

Por ejemplo, los aprendices o aspirantes a ejercer este oficio, piensan que el hecho de escribir líneas (con las lecturas que tienen, que regularmente son pocas, o nulas) es ya, por un supuesto acto de honestidad desbocada, la concreción de un poema libre de todo el esnobismo culterano, que por colmo no conocen. Todos saben que sumar y restar —o hacer una ecuación— no te hace matemático. Así como tampoco saber dibujar una elipse o  un cubo, te vuelven un arquitecto. O saber que el paracetamol baja la temperatura, te da la autoridad de un médico. Sin embargo, decir lo que sientes, y darle un toque cantadito, ya te hace poeta.

Uno de los factores por lo que sucede este fenómeno, es que la figura del cuicapique mexica, equivalente a la del ollave irlandés —ambos poetas profesionales, con un estudio de más trece años, sólo para tener el derecho a escribir un poema de su propio cuño— en México fue aniquilada. Los cuicapiques, quizá como la referencia más cercana que tenemos a una tradición de canto profesional que represente una identidad, y mantenga un vínculo de sabiduría entre una generación y otra, ha sido relegado, o sólo se mantiene latente en ciertos grupos hablantes de otras lenguas, que no el español. Es decir, viven proscritos de la “lengua oficial” de México. En español la figura que tenemos más cerca de una tradición milenaria, es naturalmente la del juglar (invento de los lingüistas visionarios de las cruzadas y conquistas que vendrían después del siglo XII): juglar, además, con una chapa de Quijote, por no decir de Sancho9— y que obedece a ciertas necesidades históricas ajenas a la contextualidad mexicana. Es decir, lo más cercano que se tiene en el México españolizado o global, es a Joaquín Sabina o Leonard Cohen, antes que a Rockrigo González y Jaime López. Lo que nos hace entender que la tradición milenaria de cantores profesionales del pueblo, en español, está acuñada en una marginalidad que es expuesta como un subdominio, y no como lo que es, un canon en formación.

El poeta que canta, que traza la percusión, el ritmo, la dinámica de la danza, el sentido de ritual de su pueblo, en el México turístico, no existe (porque cuando existe es excluido, ninguneado y marginado). Y pese a la marcada distancia con la tradición irlandesa, sin embargo, de un modo global —como la economía— se canta el hado de los rituales irlandeses. Se danza bajo el ritmo sefardí. Se piensa con la estructura política de los cantores de Wagner. La biblia de los poetas mexicanos es la Diosa Blanca. Los qawalis son el espíritu de una libertad mística, y en cambio, los rituales de las lenguas nacionales indígenas, por decir lo menos, son vistas como folclore.

México presume ante el turista de tener una riqueza histórica para su identidad. Pero al momento de escribir, el poeta mexicano no se piensa como un “legislador” de la palabra y la idea —enfoquémonos otra vez en política y economía: en la ley del hogar— sino como un obediente o súbdito, que debe responder a una tradición, regulada no por poetas, sino por políticos y economistas globales que obedecen a una identidad que no tiene que ver con la sociedad mexicana, sino con el cosmopolita rico que gobierna aquí y en Roma. Y en el caso de los juglares, se asumen como bufones bajo la sombra del rey, antes que bardos en busca de un lenguaje que ritualice sus sociedades minoritarias en formación. Por lo dicho, estamos ante un reto mayúsculo, ante un plan generacional —lo que puede llevar al menos unos cien cyberaños (porque la velocidad de las transformaciones con la aparición del internet es diez veces mayor que en otros siglos—.

Pero los ídolos, los íconos, las estrellas, son los que gobiernan el imaginario poético. El poeta, cualquier poeta, al menos si se quiere pensar en una poesía con identidad, se tendrá que deshacer de estas medallas de chocolate.

El imago, que puede ser el último estado de desarrollo de un insecto, desde el punto de vista entomológico; o si se ve desde la perspectiva de C.G. Jung, es el proceso de conformación de la personalidad de acuerdo a su identificación con el inconsciente colectivo. Imago, que es la representación, la imagen, la idealización que persiste de nosotros en nuestra mente: está más sujeta al cuerpo de nuestro lenguaje, que a la materia de nuestro cuerpo; una perspectiva de Lacan. En pocas palabras. Lo que queremos ser está más ligado con la programación de nuestras palabras, que con la lógica de nuestro cuerpo. Y aunque el cuerpo determina lo que somos. El lenguaje determina lo que seremos. Por eso las batallas por dominar el predio de los significados, son tan cruciales para los gobernantes y administradores de la riqueza global. Porque lenguaje es destino; es poder.

¿Qué imagen tiene el poeta de sí mismo, entonces? ¿Qué imago lo gobierna? ¿Si el poeta tiene la capacidad de representar en el lenguaje, no sólo la imagen que tiene de sí mismo, sino por consiguiente, de los que entren en contacto con él, no es su poder equiparable al de cualquier empresa internacional con un aparato agresivo de publicidad? No un poder de la misma fuerza, pero sí equiparable. Si atendemos bien a estas preguntas, podemos también saber que sería ingenuo pensar que el poder de la palabra, pueda ser entregado a alguien adverso a los imperios invisibles del capital. Sin embargo, también es claro que hay poetas que pueden desarrollar su método, su propio camino para desarrollar dicho poder, sin la necesidad de comprarlo en ninguna tienda-escuela de patente, o ni siquiera, en los talleres-genéricos u otras formas de reproducción del modelo ocupado en la última actualización de software poético de los “que gobiernan”.

El imago no es uno. Aunque un solo imago —y sus variables maniqueas— sea el que se impone desde los aparatos globales. Pero entre lo dialéctico y lo maniqueo, hay una tremenda fuerza de oposición, y al mismo tiempo de indiferencia entre el uno y el otro, que para el que entiende la magnitud de lo dialéctico, fácilmente podrá diluir lo maniqueo. Por supuesto, este es un trabajo que el poeta en su propia obra, entregará para su imago, que no de un golpe evolucionará, sino a través de la experiencia y el conocimiento, y sobre todo en concordancia con su origen, que de algún modo será (inconsciente e invariablemente) su episteme para trazar su mundo. Esa discusión sobre el ser converso de clase, la tuvo Engels y Marx. El burgués que se torna obrero. O en nuestros tiempo, el pobre que llega a rico. Tratamiento de los conversos que representa la lucha en favor de un ideal u otro; en favor de la “emancipación y la equidad”, o de la “gobernabilidad inevitable”. Es claro que no tiene nada dialéctico oponer tales términos, puesto que cada uno se reproduce y genera de acuerdo a su propia inercia, y no son opuestos, sino disímbolos. Dicho de otro modo; sólo representan caminos distintos. Sólo al vector que quiere acumular más fuerzas, le conviene ideologizar con la percepción maniquea de opuestos, porque eso garantiza la “atracción” requerida en el caso de que la fuerza que quiere cooptar, se enganche.

[Diapositiva sobre la lógica teórica de Europa sobre América]

Marx jamás se ocupó de estudiar el desarrollo del capitalismo en América Latina. La razón para esta significativa ausencia de la «cuestión latinoamericana» en la obra de Marx parece ser la influencia que ejerció sobre su pensamiento el famoso «veredicto de Hegel» sobre América (Aricó 1980:97-99; Zea 1988:225-236). En sus Lecciones sobre la filosofía de la historia universal Hegel consideró que América Latina se encontraba todavía «fuera de la historia» por no haber desarrollado unas instituciones políticas y un pensamiento filosófico que le permitieran insertarse en el movimiento progresivo hacia la libertad, característico de la «Historia Universal». En opinión de Hegel mientras que los Estados Unidos habían empezado a desarrollar una pujante industria y unas instituciones sociales republicanas las jóvenes repúblicas latinoamericanas continuaban aplastadas bajo el peso de una «rigurosa jerarquía» social, «el desenfreno de los clérigos seculares» y la «vanidad» de una clase dirigente cuyo único interés era «dominar y hacerse ricos» por medio de la obtención de cargos públicos, títulos y grados. Poscolonialidad explicada para niños. Véase página 16.

 

 

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Lunes, 06 Marzo 2017 05:18

INFANCIA Y EXPRESIÓN LITERARIA

 

 

INFANCIA Y EXPRESIÓN LITERARIA

Dra. Rocío García Rey

 

En esta ocasión inicio mi participación recurriendo a una cita de Borges. Ello se explica porque este texto tiene como eje exhortar el trabajo literario para la infancia. El escritor argentino en “La biblioteca de Babel”, señala que: “La biblioteca es ilimitada y periódica. Si un eterno viajero la atravesara en cualquier dirección, comprobaría al cabo de los siglos que los mismos volúmenes se repiten en el mismo desorden (que, repetido, sería un orden: el Orden)”. En efecto lo que aquí nos reúne es una suerte de herencia de historias, poemas, glosas, paráfrasis, es decir todas aquellas formas que a lo largo de los tiempos se han posicionado como parte de ciertas tradiciones de escritura. Es así que somos poseedores, aunque no lo hayamos percibido plenamente, de una gran Biblioteca a la vez simbólica y física. Para entrar en ella no hace falta sino echar a andar esa acción que puede situarnos en la episteme, en la duda, en la develación de nuevos significados del mundo. ¿A qué acción me refiero? A leer. Coloco a propósito el verbo en infinitivo porque deseo que este escrito sea una invitación para que hagamos un ejercicio de “elección”. Se trata, en efecto, de querer contagiarlos –para que después ustedes contagien.- de la emoción, incluso de la confrontación que produce la literatura, y si logro transmitirles aunque sea una pizca de emoción y reflexión, será más fácil que ustedes elijan si conjugan este verbo que he arrojado: “leer”. Porque no es lo mismo pronunciar: leer que decir yo leo, yo leí, ustedes leerán. No será lo miso incluso decir yo fomento la lectoescritura que quedarnos mirando fríamente los libros. En nuestras manos, como adultos vinculados con el quehacer literario, está no obliterar nuestro compromiso con un sector imprescindible: la niñez.

            La lectura y la escritura nos posibilitarán ser sujetos y no objetos. Entre la palabra y el silencio, entre el nombrar y el callar está también una toma de posición de vida. Ya lo dijo la gran filósofa María Zambrano: “Pues el hombre puede estar en la vida de varias maneras: pasivamente o en activo. Lo cual sólo se realiza plenamente cuando se acepta la responsabilidad o cuando se la vive moralmente”.

            Aun cuando hay emoción por la palabra vuelta literatura, también soy consciente que atravesamos una suerte de andamio oscuro que es la ausencia del hábito de la lectura. No reduzco el acto a decodificar palabras, sino a llevar a estas a una significación mayor que incluye hacer inferencias, síntesis, paráfrasis. El panorama no es muy colorido porque el resultado ante las Pruebas de PISA que México ha arrojado, en materia de lectura, no ha sido el mejor. Veamos, en la prueba del 2009, cuando se evaluó la capacidad lectora de los estudiantes, nuestro país obtuvo un 0.4 frente a un 6.8 como marcador de la OCDE.

            Ahora bien, si existe tal situación no es el momento de asimilarla de manera pasiva, sino de vislumbrar si podemos hacer algo desde nuestro espacio, desde nuestra trinchera. Tal vez podamos comenzar por desempolvar nosotros mismos libros y textos que por una u otra razón han sido arrojados al cajón del olvido.  He dicho “por una u otra razón”, pero ello en realidad es un eufemismo, pues hay que ser valientes para reconocer que vivimos en términos de Zygmunt Bauman, en un mundo líquido, en cual hasta las ideas parecen ser evanescentes.  En un artículo que publiqué hace algún tiempo, titulado “Notas para mirar el presente / Notas para nombrar el pasado señalo:

Vivimos un tiempo en que nuestra lectura del mundo tiene que ver con un cúmulo de acelerados cambios cuyos significantes podemos visualizar, pero cuyos significados no terminan de ser emitidos porque mayoritariamente pertenecemos al aquí y al ahora en el que la reflexión tiene un espacio cada vez más reducido. Acaso seguimos siendo testigos de la llamada “crisis de paradigmas.” No está por demás decir que, si recurrimos, precisamente a la historia, caeremos en la cuenta de que éstas son parte de la misma dialéctica económica, social y de pensamiento[1].

Lo expuesto no pretende conducirlos al muro de lamentaciones, más bien desea invitarlos, ya he insistido mucho, a leer y en este momento también a escribir, pues no lograremos formar lectores ni constructores del mundo (en términos de Paulo Freire) si no nos atrevemos a exhortar a que los niños plasmen en la pantalla, en el papel, sus historias, sus sueños, sus temores. ¿Qué sería el hombre, aun el infante, sin la posibilidad de ejercer el derecho a la escritura?

En este sentido apoyo totalmente lo expuesto por la gran Maestra Emilia Ferreiro, cuando advierte de los peligros que entraña dicotomizar lectura y escritura. Destaco parte de una de su ponencia:

Queremos, además, que (los alumnos) sean capaces de producir textos […] no sólo para cumplir requisitos burocráticos […] sino para eso tan importante que es «decir por escrito», poner la propia palabra por escrito y a través de ese aprendizaje, comprender mejor la estructura, la función, la fuerza elocutiva y la belleza de los textos que otros han producido”.

           

Producir textos conlleva una acción de abstracción y de recreación de otras historias ya contadas, ya dichas, aunque no por ello agotadas. En efecto, se trata de enseñar a dialogar a los niños con los textos que le proporcionemos. A ellos, en efecto, no les importa si les decimos “mira, esto es la poiesis, aquí está la inventio”, aun así serán partícipes de ellas y robustecerán su bagaje lector. Si no enseñamos a los pequeños a dialogar con la lectura estaremos inhumando esa gran Biblioteca a la que se refiere Borges, y al mismo tiempo le daríamos la espalda al trazo vuelto, letra, emoción, metáfora, descripción. He ahí la gran importancia de nutrirnos de literatura. He ahí la importancia de permitirnos escribir guiados por los exhortos de Huidobro en su “Arte poética”. “Que el verso sea como una llave que abra mil puertas” / Después el poeta chileno dirá: “Una hoja cae; algo pasa volando/; Cuanto miren los ojos creado sea, / y el alma del oyente quede temblando”.

            El verso, los versos, el cúmulo de palabras vueltas texto, aun en tiempos líquidos, por fortuna, siguen apareciendo. Y los niños bien guiados pueden ser los grandes poetas.

            ¿De qué se trata entonces? De asimilar, entender, significar el término que también la maestra Ferreiro ha aportado: Cultura escrita. Ahora bien esa cultura escrita no podrá cobrar alas, no podrá ser significado si no asumimos lo que otra gran teórica de la lectoescritura: Teresa Colomer ha enunciado: la intervención. Para que los niños se embarquen en el viaje de la creación y recreación que implica la lectoescritura, debe existir un cuerpo guía; un cuerpo que sostenga las cuerdas de ese andamio que acompañe a los niños en el recorrido y que comparta la pasión por las letras. Se trata de intervenir en la praxis en el mundo de los niños, esos seres por lo que FrÖbel, en el ámbito europeo, se ocupó. En geografías propias no debemos obliterar proyectos de lectura como el de José Martí, quien en 1889 editó su periódico ex profeso para la infancia: La Edad de Oro (1889) o los proyectos de Gabriela Mistral.

  A continuación me tomaré la libertad de contar mi propia experiencia como adulta que se atrevió a romper el canon y cantar el verso.

 II

CANTANDO EL VERSO / ROMPIENDO EL CANON

Hice mi doctorado en Letras con un tesis titulada: “Proyectos literarios para la infancia latinoamericana: Una revisión de José Martí, Gabriela Mistral y Carmen Lyra”. Durante mi paso por el doctorado surgieron las siguientes preguntas que junto con las consecuentes repuestas  deseo compartir.

¿Cuál es la labor de una doctorante en letras, cuya investigación versa sobre literatura infantil? ¿Cuál es su “deber”, además de leer, escribir, conceptualizar en torno a su objeto de estudio? Estas preguntas surgieron en mí, luego de que en varios Congresos y Coloquios me preguntaban ¿Crees que los niños de este tiempo entiendan los textos que estás trabajando? ¿Le has dado a leer a algún niño los cuentos que estás estudiando? Preguntas que me hicieron reflexionar en torno al papel que yo podría desempeñar para intentar romper el canon literario infantil.

En agosto y septiembre del 2014, implementé un modesto taller “piloto” para que niños alfabetizados se acercaran a textos de José Martí (1853-1895), Gabriela Mistral (1889-1957) y Carmen Lyra (1887- 1949). La duración fue de cuatro sesiones de 2 horas y media cada una.

El taller llevó el nombre tomado de un poema de Mistral (“Doña Primavera”): “El mismo verso cantaremos”. Logramos reunir a seis niños, cuyas edades fluctuaban entre los 6 y los 12 años. Los pequeños, hay que reconocerlo, tenían un bagaje como lectores. Ello fue de gran utilidad para que siguiéramos en voz alta los textos, lo cual también implica otra forma de acercarse a los textos.

Fueron seis textos los que trabajamos: “La casita de las torrejas”, de Carmen Lyra; “Doña Primavera”, “Estrellita” y “Piececitos”, de Mistral; “Los zapaticos de Rosa” y “Nené traviesa”, de Martí. Cada texto era leído en voz alta, en el caso de los poemas, éstos fueron musicalizados por los niños con ayuda de un xilófono. Echamos mano, también, de un pequeño teatrino para que representaran algunos cuentos e incluso poemas. A algunos textos les dieron continuidad, es decir, continuaron la historia después del final dado por el autor.

Cada sesión acudí con entusiasmo, asombro, pero también con un dejo de preocupación, pues pensaba ¿Y si les aburre este cuento? ¿Y si no entienden este poema? Mi sorpresa fue grata, cada clase los niños alzaban la mano para pedir leer, tocar el xilófono. En el caso de “Los zapaticos de Rosa”, todos estuvieron de acuerdo en que la personaje había hecho “bien” en ayudar a la niña enferma. Lo único que no entendieron fue que la niña enferma al final había muerto, aun así su reacción fue natural: “Um, pues entonces, la niña ya estaba muy enferma.”

Además de las actividades descritas, hacíamos de la pequeña salita, un espacio dialógico. Comentaban, daban su punto de vista de los cuentos. Iluminaban el mapa que utilizaban para ubicar el país de cada autor. Cuando leímos “Piececitos”, la pequeña Regina, de siete años, de inmediato dijo: “Habla de los niños de la calle”. El más pequeño, de seis años, sin que se lo pidiera, se puso frente al teatrino y dijo: “Vamos a hacerle unos zapatos”.

Los textos se volvieron no sólo material de lectura, también material lúdico que los invitaba a escribir o a hacer dibujos para representar alguna escena del cuento o poema.

Los niños nunca dijeron no entiendo o me aburro. Cuando les decía que los escritores que leíamos habían vivido “hace muchos, muchos años”, algunos preguntaban: “¿Cómo mis abuelitos?”

El cuento que despertó más comentarios fue “Nené traviesa”: se reían de lo que hacía la pequeña personaje. A diferencia de los adultos, con quienes en otro taller trabajé el mismo cuento, no se espantaron porque al final el personaje cree que por desobedecer no irá a la estrella azul cuando muera. Al contrario, los niños hicieron suyo el personaje y aconsejaban qué debía hacer.

Los participantes hallaron el ritmo, la musicalidad y se atrevieron, incluso, a cantar algunos poemas. Cuando finalizamos el taller, me atreví a preguntarles ¿qué habían aprendido? “Que hay un país que se llama Costa Rica”; “Leímos historias divertidas como la de los chacalincitos (se referían a “La casita de las torrejas”) y aprendimos a hacer poemas. Habían aprendido todo lo que yo nunca hubiera imaginado.

El taller, como he dicho, duró cuatro sesiones, aun así me dio la pauta para convencerme que el canon puede ser roto y nuestros niños pueden acercarse, disfrutar y dialogar con aquellos textos que muchos maestros y promotores de lectura verán como “pasados de moda”. Se trata de reposicionar en el campo de las letras de nuestros niños aquellos textos ricos en el tratamiento del lenguaje, en la musicalidad. Los pequeños, sin ser tabula rasa, están dispuestos a leer, a comentar e incluso a recontar historias, siempre y cuando el andamio para llegar a tales lecturas no tenga relación con la obligación.

Por lo anterior, no tengo duda que la escritura y la literatura infantil es una construcción cultural e histórica que no es ajena a los circuitos intelectuales. De ahí que la aceptación tanto de autores como de los propios textos para niños está ligada al tamiz del tiempo y de los referentes culturales. Además, a ello se une el compromiso que como ciudadanos adultos nos toca ejercer ante las nuevas generaciones.

No dudamos, por ello que el siglo XXI reclama nuevas formulaciones, nuevas explicaciones y sobre todo espera el relato pendiente que explique que la literatura infantil es un amplio abanico de riquezas por descubrir en el que los niños pueden ser posicionados como escritores de sus propios textos. Tal como lo propuso el propio Martí o el italiano Gianni Rodari. (Premio de Literatura Hans Christian Andersen en 1970).

            Demos la oportunidad a los pequeños  de vivir, de gozar, de ejercer plenamente, mediante la literatura, su derecho a la libertad de expresión y de acceso a la información:

Niñas, niños y adolescentes tienen derecho a expresar libremente su opinión, así como a buscar, recibir y difundir información e ideas de todo tipo y por cualquier medio, sin más limitaciones que las establecidas en el artículo 6o. de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. (Derecho de los niños XIV / http://www.cndh.org.mx/ninos_derechos_humanos)

Si damos esta oportunidad, aquella hoja mencionada por Huidobro, se transformara en texto, palabra niña, palabra vuelo, palabra semilla, palabra futuro. Si damos paso a esta palabra estaremos construyendo el ancla al conocimiento y será fruto de que como adultos estamos formando futuros ciudadanos para que sean dueños de la palabra, de la voz. No más ciudadanos que permanezcan en aquella Caverna aludida por Platón.

 

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Alexa Renata

Ángel Escobar revisitado desde una perspectiva íntimamente humana: una conversación con Marina Cultelli

 

Autor de varios títulos de obra poética, entre los que destacan Abuso de confianza, Cuando salí de La Habana y La sombra del decir, Ángel Escobar se suicida a los 39 años, un 14 de febrero de 1997, arrojándose al vacío desde el cuarto piso del apartamento donde vivía, en un barrio de El Vedado de La Habana, Cuba. No obstante la excelencia de su obra literaria, aún es escasa la bibliografía existente en torno a la biografía del poeta y a su poesía misma. Marina Cultelli, quien fue su primera esposa durante varios años, relata por primera vez acontecimientos hasta ahora desconocidos por el cada vez más creciente público lector de Ángel Escobar. 

 ¿Cómo y cuándo conociste a Ángel Escobar? Es decir, ¿bajo qué circunstancias se dio el encuentro entre ustedes?

En 1974. Fue amor a primera vista, ambos teníamos 16 años, a la semana ya éramos novios. Nos conocimos en el campamento de la escuela al campo de la ENA (Escuela Nacional de Artes Dramáticas). Yo había sido seleccionada como estudiante e iba a ingresar en el primer año de la carrera. Él estaba en segundo año. El campamento era en Isla de Pinos. Luego tuvo la suerte, según mi madre psicóloga, de poder encontrar una familia como la nuestra muy jovencito, en plena adolescencia, hecho que contribuyó intelectualmente también a su formación como escritor. Es obvio reconocer primero el rol de la formación teatral como estudiante de la ENA y del ISA (Instituto Superior de Arte, Universidad de las Artes), motivo por el cual prefiero detenerme en aquellas situaciones de aprendizaje no formal, que contribuyeron al desarrollo de su obra creadora y a su personalidad poética.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                            ¿Él ya tenía intereses literarios en esa época? ¿Ya escribía poesía, o solamente era lector de literatura en esos momentos?

Ángel empezó a escribir a los 16, ganó su primer premio a los 19. No tuvo sólo la etapa esquizofrénica, si bien existen síntomas que, desde esta perspectiva, se pueden descubrir, ahora, a muy temprana edad. Antes de estar enfermo, no era un enfermo. Por supuesto que le interesaba la poesía. En ese entonces me escribió el primer poema, que aún guardo, inédito. Por eso después del mes y medio reglamentario de escuela al campo, después de presentarlo a mi familia, cuando Benedetti llega a La Habana, mi madre nos llevó a conocerlo. Benedetti hizo algo que Ángel necesitaba y le agradeció siempre: lo orientó hacia la escritura más íntima, dejando de lado algunos poemas de contenido político; y analizando sus capacidades como poeta, que eran relevantes en el tono íntimo, como por ejemplo en los poemas de amor. Conocimos a Benedetti en el hotel Nacional y luego lo frecuentamos en su casa de Alamar, donde éramos vecinos.   Benedetti no era muy amigo de que Ángel mostrara, recitara sus poemas o los publicara, antes de tener una obra consolidada. “Usted escriba, después ya se verá. No sirve tener apuro. Tiempo al tiempo”, le dijo más de una vez Benedetti. “No deje de escribir ni un solo día, y por favor, tráigame lo que no le guste”. Este método de “tráigame lo que no le guste” empezó a dar un resultado asombroso. Lo que a Ángel le gustaba y lo primero que le mostraba eran poemas de compromiso político, que no eran los mejores. En cambio, precisamente aquellos que al principio menos le gustaban, fueron los que Benedetti le señalaba como verdadera poesía. Realizaba análisis críticos con las debidas explicaciones y con mesurada paciencia. El aprendizaje comenzó a crecer dando luz al poeta que había en Ángel. Siempre ávidos, comentábamos durante la semana las apreciaciones de Benedetti, quien también lo guiaba en las lecturas de manera muy simple: “Lea todo lo que le caiga en sus manos, cualquier cosa trivial o la más profunda. Todo sirve”.

    Benedetti fue gran amigo de mi padre, quien en ese momento estaba clandestino y posteriormente fue un preso político en Argentina. Mi padre también era huérfano y cuando salió en libertad en 1980 y llegó a La Habana, estrechó gran amistad con Ángel, quien ya había tenido una primera crisis a raíz del suicidio de su hermano Santiago. Mi padre había perdido un hijo. Mi hermano Alfredo fue asesinado en 1969, en la toma de la ciudad de Pando por el Movimiento de Liberación Nacional Tupamaros. A mi hermano, Ángel dedicó su poema “Ganas”.  Ambos, mi padre y Ángel, se adoptaron mutuamente.  Ángel Escobar no fue un autodidacta. Tuvo una formación académica. Era licenciado en el ISA. Es preciso reconocer que lo asistieron sistemáticamente diferentes maneras de “enseñanza no formal”, categoría pedagógica que designa el tipo de aprendizaje recibido a través de Mario Benedetti y de mi padre. A Benedetti lo veíamos cada 15 días aproximadamente, desde que viajó a La Habana (1975) y luego instalado en Cuba, hasta que se trasladó a España. Mi padre llegó a Cuba en 1980. Benedetti incluso nos mostró su Poesía trunca, en estado de elaboración. La última vez que nos encontramos los tres, fue en su apartamento de Montevideo, en 1993. Ángel, quien estaba invitado al Primer Encuentro Latinoamericano de poesía, aprovechó para agradecerle una vez más.

¿Recuerdas quién fue el jurado del premio David? ¿Lo apoyó alguien para ganarlo?

No me acuerdo quien fue el jurado del premio David. Ángel era un perfecto desconocido, y nunca se imaginaron que tenía 19 años. Era el poeta que más joven había recibido ese premio nacional. Irrumpió en la escena pública de las letras y nadie lo conocía. Lo apoyamos nosotros: yo, mi familia. Benedetti le dijo que si él quería se presentara, pero nada más. Trabajamos muchísimo él y yo organizando ese libro, viendo qué poema iba en cada página, etc. Por eso me gustó tanto esa merecida dedicatoria. Leíamos juntos una y otra vez los poemas hasta darles el ordenamiento final. Recuerdo que a mí siempre me parecía que después de algo denso debía ubicarse un poema que distienda, como el de “Adela en la siesta”; y ahí teníamos largas y muy ricas discusiones. Benedetti, que se alegró muchísimo cuando le dieron el premio, no participó ni de la selección ni del armado del libro Viejas palabras de uso. Ese trabajo lo hicimos los dos juntos. 

Sí, sabemos que el hermano menor de Ángel, Santiago, se suicidó. ¿Existen más suicidas en su familia? ¿Hay antecedentes de enfermedades mentales en la familia del poeta?

Sí, se suicidó también una hermana que se llamaba Agustina. Ángel nunca hablaba de ellos, y mi madre, como buena psicóloga, ya imaginaba una tragedia familiar. Desde el principio de nuestra relación, cuando comenzaban las vacaciones, él decía que iba para Santiago de Cuba a ver a su familia. Cuando regresaba, me decía que estaban bien. Quien se daba cuenta de que todo era muy raro, era mi madre. Ella creía que había ocurrido alguna tragedia familiar que él ocultaba, pero que en algún momento contaría, por lo cual no había que presionarlo. 

¿Por qué se suicidaron sus hermanos? ¿También eran depresivos?

Sí, se supone, pero no es demostrable. Yo solamente puedo decir lo que el propio Ángel decía de ellos o se imaginaba.

La mamá de Ángel, Cándida Varela, fue asesinada por Alberto Escobar, el propio padre del poeta. ¿Qué te platicó Ángel a ti sobre la tragedia familiar?

Mucho. Muchas cosas me habló después de que entró en crisis, en la primera crisis de sus 21 años. Los padres de Ángel estaban separados cuando su madre se fija en otro hombre (según Ángel). Entonces, a la edad de 5 años, el padre lo secuestra a él, junto a dos de sus hermanos: Santiago y Cándido. Como eran los más pequeños, se suponía que la madre iba a ir a buscarlos. El padre salía a trabajar por la mañana muy temprano y no les dejaba comida. Cerraba la puerta con llave y los dejaba encerrados. A escondidas, la madre llegaba y les daba de comer por debajo de la puerta papas y boniatos hervidos, también malanga o yuca, o lo que hubiera.  La madre ahuecaba con sus manos un pequeño pozo entre la madera y el piso de tierra. Pasaba la vianda y tapaba el hueco disimulándolo para que el padre no se diera cuenta. En aquel bohío había una ventana que su padre siempre dejaba cerrada y que en vano trataron de abrir. El padre la había clavado con madera sellándola por fuera y por dentro. Su segundo plan de escapatoria fue robarle monedas, juntar dinero, salir corriendo a la hora precisa en que se pudieran pagar un boleto y montarse en el tren. El bohío no quedaba cerca de la estación ferroviaria. Había que correr y subirse en un vagón en marcha para poder escapar bien lejos a donde vivía su madre. Hasta que un día el padre descubrió que le faltaban las moneditas y les dio una paliza que los dejó sin poder moverse. Al mayorcito casi lo mata. Y así siguieron.  Un día el padre manda llamar a la madre con el pretexto de que estaban enfermos. Y de aquí en adelante Ángel contaba dos versiones, de las cuales nunca supe cuál era la correcta. La primera aseguraba que el padre había asesinado a la madre en un cuarto de hotel, y que ellos se habían enterado cuando las autoridades tiraron el bohío abajo saliendo en libertad, para luego ser enviados a diferentes internados para que estudiaran. En la segunda versión, el padre había matado a la madre delante de sus propios ojos. Después de eso, todo se le había borrado y lo único que recordaba era el internado. Yo nunca supe cuál de las dos historias era verdadera. Tampoco pude preguntar mucho porque le producía mucha angustia el sólo hecho de contarlo. Lo cierto es que narraba una u otra situación como si las dos fueran reales, aunque eran excluyentes. Personalmente, me inclino por la última versión, por dos motivos: porque fue la primera forma en que me contó los hechos más de una vez, y porque recuerdo que cuando narraba el asesinato en el hotel, yo me hacía una pregunta muy simple: ¿cómo hizo su padre, que no tenía dinero para dar de comer a sus hijos, para alquilar una habitación en un hotel? Al principio, Ángel nunca habló de ningún hotel. Pero además la madre venía a dejarles comida por debajo de la puerta. A mí me da la impresión —aclaro que se trata de una impresión totalmente subjetiva— que la historia que relató mucho después era como una historia más armada.  Pero ve tú a saber lo que realmente pasó. Sus relatos eran horribles con o sin hotel. Fíjate que él vino a hablar del tema en su primera crisis, a los 21 años, cuando ya hacía cinco años que estábamos juntos. Además, hablar de ese tema no aportaba, no le hacía bien. Sí, el suicidio de su hermano Santiago, nebulosa mediante, ya que no se supo muy exactamente, lo llevó a su primera crisis emocional, aunque no hubiera internación ni medicación psiquiátrica. Todo lo que se dice de su niñez es cierto.

 ¿Alberto asesinó a Cándida por celos?

Ángel decía que era por celos.

Se sabe que la familia de Ángel fue numerosa. ¿Tuviste la oportunidad de conocer a los familiares del poeta, es decir a sus hermanos y hermanas?

Sí, conocía a varios hermanos y hermanas. El más pequeño era Santiago, luego Ángel y luego los demás. Eran como diez hermanos y yo conocía a cinco o seis. Conocí a Luz Marina, Miriam, Mireya, Alberto y Cándido. Hay otro hermano que falta: Demetrio. Era hermano por parte de madre. Demetrio vivía en La Habana. Nos veíamos una vez cada quince días a veces, o una vez por mes, más o menos. Demetrio y su familia siempre nos invitaban a cumpleaños, etc. Era obrero, vivía con su mujer y su hija y su trato era siempre muy pero muy amable. Ángel a veces se quedaba a dormir en la casa de este hermano. Cuando Ángel iba de vacaciones a Santiago de Cuba, se quedaba en casa de su hermana Miriam. A ella la conocí cuando fuimos de vacaciones por primera vez a Santiago de Cuba, estando ya casados. Pero al resto de sus hermanos y hermanas, Ángel no los había vuelto a ver desde los 15 años. A los 24 los volvió a ver. Fuimos juntos y lo recibieron festejando con los brazos abiertos y mucha emoción.   Ángel siempre me habló de una abuela que lo quiso mucho cuando chiquito. Él tenía un recuerdo de una abuela que le cantaba para dormirlo y se asombraba de que en ese recuerdo debía ser de muy pequeñito. Pero recordaba que lo quería porque le cantaba contra su pecho. Era esa sola imagen, una sensación muy tierna. Mi madre sostenía, como psicóloga, que en sus primeros años, Ángel debió haber recibido mucho cariño de su madre, ya que de lo contrario no podía ser la buena persona que era. Los primeros años, sobre todo el primer año y hasta que el niño cumple los cinco años, son vitales en la conformación psíquica. A su vez es este hecho a tan temprana edad, el del asesinato de su madre, el más horrible. Sus hermanos eran muy buenas personas. Nunca vi que ejercieran violencia verbal ni de cualquier otra índole.

   Ángel tuvo mucha relación con Demetrio, quien lo admiraba porque estaba estudiando. Él tenía las mejores calificaciones de la ENA y del ISA, y le gustaba mostrarlas a Demetrio y a mi familia. Conocí a Cándido porque fue a estudiar a Checoslovaquia. Al pasar por La Habana se quedó en nuestra casa. Cándido era tornero y había viajado para realizar estudios técnicos en mecánica. Nos trajo una caja de cerveza checa y probamos. Con Ángel se terminaron la caja rápidamente. Me pregunto si Ángel ya se estaba convirtiendo en alcohólico o había tomado un camino en el que, por no tener vuelta atrás, ya lo era. Corría el año 1986. 

Entonces Ángel estuvo distanciado un tiempo —varios años— de su familia. ¿Se sentía abandonado por ellos, por sus hermanos mayores?

Fue mi madre, con todas sus herramientas psicológicas y con el apoyo de mi padre, la que lo empujó a reencontrarse con su familia, a recuperar a su familia. Le decía: “Ángel, a mí no me importa que hayan pasado diez años ni veinte. Es su familia. Y te puedo asegurar que deben ser muy buenas personas, porque tú lo eres y no saliste de la nada. Si no quieres tener esa obligación contigo mismo, no la tengas, hacelo por ellos. Te vas a sentir bien y se te van a quitar todos esos miedos. Tanto ellos como tú se lo merecen. Ellos no te hicieron nada malo y no deben saber ni dónde ubicarte. No hablo por los de Santiago de Cuba a quienes ves en las vacaciones, sino de todos; uno por uno, tienes que recorrer la isla completa y volver a verlos”. Y mi padre seguía: “Ahora también son familiares de Marina porque están casados y ella tiene derecho a conocerlos”.    Para mis padres, la idea de visitar a su familia estaba indisolublemente unida a restituirle su identidad, hecho que iba a ser muy beneficioso no sólo para su salud sino para su poesía; y así se lo hicieron saber. Ante todos estos argumentos, los miedos quedaron atrás y emprendimos el viaje. Mis padres eran personas intelectualmente muy sólidas y eran muy cultos. Eran grandes lectores literarios desde siempre. Ese viaje cuando conocimos a las hermanas y hermanos fue precioso. Vivían muy modestamente, y cuando llegamos estaban asando un puerco y nos recibieron en cada casa con las mayores demostraciones de cariño y los abrazos y las lágrimas y el regocijo de haber recuperado a un hermano. La distancia ni el tiempo transcurrido importaban en medio de los amorosos recibimientos. Eran todos, tal como mi madre imaginó, gente muy pero muy buena.  El caso es que Ángel no se sentía abandonado por sus hermanos. Se sentía culpable de haberlos abandonado. Tenía miedo al rechazo, a que ni siquiera lo reconocieran. Quería cortar con todo, pero era imposible. Es muy complejo, porque al existir el asesinato, también había una sensación de abandono. Eran las dos cosas: culpa y abandono, y viceversa.

Esa primera crisis de Ángel a los 21 años que mencionas, ¿cómo fue? ¿Qué recuerdas? ¿Fue solamente una crisis depresiva, o también psicótica?

Se emborrachó, armó un escándalo y fue sancionado por un año sin seguir sus estudios en el Instituto Superior de Arte. En aquel momento que te emborracharas y te sancionaran por un año sin estudios era como para querer pegarse un tiro. A raíz del suicidio de su hermano Santiago, Ángel reconoció que necesitaba ayuda terapéutica. Así fue a la consulta de uno de los más reconocidos psicoanalistas argentinos, Juan Carlos Volnovich. Fue mi madre quien lo presentó a Volnovich, ya que la esposa de este psicoanalista, Silvia Werthein, trabajaba también como psicóloga junto a mi madre, en la misma consulta del Hospital González Coro. Por otra parte Ángel siempre, desde que lo conocí, me habló de suicidio. Yo tuve la suerte de conocer la etapa sana, o menos enferma.

¿Desde qué edad empezó Ángel a tomar alcohol? ¿Tenía problemas con la bebida?

Desde la primera crisis, a los 21. Cuando yo lo conocí, no tomaba nada de nada. Comenzó a tomar cuando empezó a estar con Celia, ya después de casi cuatro años de estar juntos, cuando yo me fui para Isla de Pinos a trabajar en teatro. En 1980, cuando mi padre llega a Cuba, vuelve a dejar de tomar. Mi padre hizo que Ángel dejara la bebida durante algo más de dos años, pero cuando él se marchó de Cuba para luego regresar a Uruguay, Ángel volvió a tomar. Cuando mi padre llegó a Cuba, Ángel había sido echado del ISA, a raíz del escándalo público en estado de alcoholismo. Tenía mucho miedo de verlo ya que era rechazado por casi todo su entorno. “Qué va a decir tu padre cuando lo sepa, soy una vergüenza”, decía. Mi padre lo supo y me dijo que quería verlo. Ángel abrió la puerta del apartamento de Alamar y se estrecharon en un fuerte abrazo. “Siéntese”, le dijo. “Lo que pasó fue para que usted dejara de tomar. Así que ahora va a dejar de tomar, va a buscar trabajo, y se van a ir a vivir juntos, porque cómo van a saber si de verdad se quieren, si no viven juntos. Pero usted no puede volver a tomar, si usted vuelve a tomar, ella me lo va a decir. Ya leí su poesía, es grande, pero a usted le falta formación, es muy joven. Así que vamos a empezar a estudiar juntos todas las semanas. Usted no puede faltar nunca”.   Al poquito tiempo mi padre había conseguido un apartamento prestado de uruguayos que estaban de viaje. Nos mudamos inmediatamente al reparto de Bahía. Era imposible que Ángel hubiera imaginado un suegro así. También ahora es casi inconcebible. Ángel, igual que otros jóvenes uruguayos, chilenos, argentinos, también cubanos, se convirtió en un “discípulo” de sus enseñanzas, que no estaban en los libros, sino en la vida, en esa realidad que había que transformar. Para eso estaban los libros, para conocerla mejor. Pero había que leerlo todo y aprender. Desmenuzarlo, analizar la realidad, aprenderla, comprenderla críticamente, entonces aprehenderla y accionar sobre ella en la práctica, transformándola. Ambos coincidían con Carpentier en que la esencia del hombre está en querer mejorar lo que es. Y en esa mejoría estaba, por supuesto, Ángel Escobar, cuya salud emocional y psíquica mejoró considerablemente. Cuando mi padre se fue, volvió a tomar.

¿Ángel era alcohólico? ¿Él consideraba el alcohol un problema o no?

No, nunca nos planteamos mucho ese problema. Yo no quería que tomara nada. Era contraproducente para su salud, pero él no lo quería reconocer. “Pareces un policía vigilando lo que tomo, es una cerveza, nada más”, decía. Yo tenía mucho miedo de que una cerveza lo llevara a otra y otra y así sucesivamente. Yo sabía que iba a regresar a mi país. Eso fue una de las primeras cosas que acordamos a los 16 años, mucho antes de casarnos. Cuando yo lo conocí no tomaba nada de nada, ni una cerveza. Más tarde comenzó a tomar y después que yo regresé a mi país o antes de despedirnos, ya el proceso era irreversible. No era un borracho, de ninguna manera. Tal vez, no lo puedo saber porque no soy especialista en la materia, llegó a ser al final de nuestra relación lo que hoy se considera un alcohólico social, pero alcohólico al fin. 

Ah, se casaron. ¿Fue sólo por el civil, o también por la Iglesia?

Sí, por el civil. Oficialmente casados. Él nunca fue religioso, rechazaba todo eso, pero mi madre sí que era cristiana y él discutía con ella buenamente. Nos casamos sin nada que tenga que ver con ninguna religión más que la del amor.

¿Se divorciaron después?

Nunca quiso divorciarse. Ni siquiera cuando nos vimos en Argentina, dos años después de mi regreso al Uruguay. Por lo tanto, supongo que se divorció por la vía de los hechos, por abandono de hogar de la mujer. Él era, como todos los hombres, muy machista.

¿A qué se debió la separación entre ustedes dos?

Yo tengo que ser muy honesta conmigo misma, y reconocer que no estaba dispuesta, con 27 años, a seguir en una historia que no me hacía bien, que no era saludable para mí. Por suerte, o por desgracia para Ángel, soy muy lógica, también muy intuitiva. Él todo lo contrario. Su lógica era la de la locura, aunque a veces le ayudara hacer gala de una racionalidad que no tenía. Su enfermedad puso distancias. Nada me identificaba con un enfermo psiquiátrico. Igualmente lo amaba. La razón fundamental de la separación, y posteriormente del supuesto divorcio, fue su relación con Anita, quien se hacía llamar Adriana en el exilio. Ella entraba en mi casa. Era una amiga de Rita, mi hermana gemela, aunque su motivo fundamental fuera Ángel.  Había diferencias culturales importantes: Un día me preguntaron por qué lo había dejado: “Porque él estaba con Anita”, contesté. “¿Y eso qué tiene que ver?”, me dijeron. Yo soy uruguaya, si un hombre está con otra mujer, ya eligió, que se quede con la otra. Esto es cultural. Ángel tampoco lo entendía, y lo que siempre me preguntaba cuando nos reencontrábamos en Argentina y en Uruguay era: ¿Por qué me dejaste? Esto no tiene que ver con su enfermedad, repito, es cultural.  Cuando Ángel regresó de Moscú, decidí decirle todo lo que pensaba, que Anita era su amante y que nuestra relación ya estaba rota. “Yo nunca te voy a dejar”, me dijo.  Respondí: “Tú ya elegiste, ya me dejaste”. Una de las dificultades de relación con Ángel, era que al vivir en un entorno uruguayo debía cumplir con tareas domiciliarias, hacer mandados (ir a la bodega), tirar la basura como cualquiera, etc. Asombroso fue para él ver que mi padre lavaba los platos. Pero Ángel era cubano y esto era una lucha entre nosotros como pareja. Esta era una batalla ideológica en la propia cotidianidad en la cual, teóricamente, Ángel estaba de acuerdo. Difícil era la práctica. Este tema de género, hoy está aún más presente a pesar de los avances. Es una pequeña gran batalla que damos las mujeres diariamente y no es reconocida.

¿Consumió marihuana o alguna otra droga recreativa? ¿Durante el tiempo que vivieron juntos, Ángel tomaba medicamentos psiquiátricos?

No, conmigo nunca consumió ninguna droga. Ni marihuana ni nada. Pero me habló algo sobre ese tema cuando vino a Uruguay estando en Chile. Ángel no tomaba medicamentos cuando lo conocí, ni tampoco después de su primera crisis, a los 21 años, que fue emocional. Comenzó a tomar psicofármacos durante su internación psiquiátrica que duró veinte días. Después su salud empeoró. Sé que eran varias pastillas. Cuando vino al Uruguay, hubo que inyectarlo por prescripción médica, a raíz del tratamiento psiquiátrico que debía seguir, una vez por semana. Le agradezco a Anita que haya tomado el rol de cuidarlo.

¿Qué recuerdas más o menos sobre lo que dijo al respecto de las drogas?

Estábamos cenando en la tradicional pizzería La Pasiva, en la Ciudad Vieja, y él, que sabía que yo era totalmente opuesta a ese tipo de consumo, me llevó a imaginar, en la conversación de sobremesa, algo sobre las drogas. Inmediatamente lo corté. Le dije: “Si te quieres matar no me lo digas a mí, yo no quiero saberlo”. Le hablé muy fuerte, pero sentí que era la última vez que nos veíamos y que tal vez estaba mucho peor de lo que parecía. Por eso lloré mucho en el aeropuerto cuando, después de quince días, nos despedimos. Eso fue dos años antes de su muerte.

¿Él quería entonces suicidarse con sobredosis de droga, o algo así?

No, eso no me lo dijo nunca. Fui yo la que tuve la sensación de que al ser enfermo, si llegaba en algún momento a drogarse, además del alcohol, iba a terminar en suicidio seguro. Sobre el suicidio te diré que, de tanto que él lo repetía, yo no le daba crédito. Imagínate una muchacha de 16 años con alguien que le habla de suicidio… Me reía y nunca le di importancia. Era romántico, casi shakesperiano que me dijera: “Si me dejas, me suicido”. Nunca lo creí hasta que su patología comenzó a evidenciarse, aunque eso dicho así, como lo más normal del mundo, ya formaba parte de una patología.

Mencionabas que Ángel no era religioso, ¿era ateo entonces o creía en algo? ¿Creía en Dios o practicaba la santería? ¿Cuál era su postura ideológica, política?

Él era fidelista, revolucionario, también marxista, pero un marxista crítico a través de mi padre. A través de mi madre conoció a una gran persona que era como nuestra abuela, y era santera. Entonces comenzó a relacionarse con la religión africana. Él decía que era ateo y a su vez cualquier Dios era tan poético que se servía de Él para su poesía. Todo lo que era útil a su poesía era bueno pero, como él mismo decía, no creía en nada: “Soy ateo porque me da la gana y hasta que me dé la gana o hasta que deje de darme la gana”. Así de simple. Le gustaba la lectura de la Biblia desde el punto de vista literario y conversaba de esto con mi madre, quien era muy cristiana.

¿A Ángel le interesaba la política?

Muchísimo. Le interesaba y se identificaba con las luchas por la libertad de nuestros pueblos, contra las dictaduras en Latinoamérica. Él se solidarizaba con las personas que habían dado su vida y sufrido las más atroces torturas y seguían con más ganas de vivir que nunca. Eso le hacía muy bien. Le hizo muy bien estar en contacto con esa realidad humana. Desde los 16 años nunca faltó a un acto solidario con Uruguay. Él mismo organizó actos culturales solidarios, o contribuyó a organizarlos siendo presidente de FEM (Federación de Estudiantes de Enseñanza Media), en la ENA.

¿Quiénes consideras que eran los mejores amigos de Ángel?

El mejor amigo, desde 1974, en la ENA, fue Nelson Villalobos. Villalobos es un artista plástico que ahora vive en Vigo, España. La actriz María Elena Diardes, el actor Jesús Raúl González. Las poetas Cira Andrés, Reina María Rodríguez en cuya casa conocimos al poeta argentino Juan Gelman, quien supo distinguir la singularidad de sus versos en medio de una lectura colectiva, y señalarlo públicamente. También asistimos a tertulias en la casa de María Gravina, poeta uruguaya, que vivía detrás de nuestro edificio, en Alamar. Basilia Papastamatíu, poeta argentina, contribuyó a difundir el valor de la obra de Ángel, así como también Efraín Rodríguez, quienes se dieron a la tarea de la publicación de sus obras completas. Merecería un capítulo especial su relación de amistad con Nelson Villalobos. Ángel deja un poema escrito sobre la mesa a este gran pintor antes de tirarse al vacío. Era, sin dudas, una relación de hermandad, que no tuvo comparación con ninguna otra.

¿Conociste a Raúl, el otro poeta suicida contemporáneo de Ángel? ¿Cómo era?

Raúl Hernández Novás era muy alto. Medía más de dos metros. Eso lo hacía caminar encorvado y no tener suerte con la mujer que él decía amar: María Elena Diardes, a quien ni siquiera se le declaró nunca por timidez. Vivía aquel amor platónico con una intensidad inusual. 

Al principio de la entrevista, te referías a la importancia de Mario Benedetti durante los primeros años de formación literaria de Escobar. ¿Qué opinaba Ángel acerca de la obra de Benedetti? ¿Con cuáles otros poetas tuvo contacto?

  Ángel no fue autodidacta, primero porque poseía una formación universitaria sólida. Segundo porque Mario Benedetti se convirtió en su primer guía literario desde que nos conocimos y por mucho tiempo, casi hasta los veinte años. Le llevaba sus poemas sistemáticamente, y fue Benedetti quien contribuyó a generar ese proceso de desarrollo que su talento poético precisaba. Benedetti analizaba sus poemas minuciosamente durante los primeros años, cuando recién empezaba a escribir; y lo estimulaba a seguir y a seguir y a escribir aunque no tuviera ganas. Ángel era un diamante en bruto a quien había que pulir. Esto ocurrió muy temprano independientemente de que el propio Benedetti no formara parte de sus preferencias literarias. Igualmente Ángel y yo leímos con atención La Tregua, El cumpleaños de Juan Ángel, etc. Recitábamos el poema “Padre nuestro latinoamericano”,  pero no le gustaba lo panfletario. Respetaba mucho al Benedetti intelectual y a su compromiso político con nuestro país y Latinoamérica. A los 16 años Ángel empezó a formarse como poeta en el contexto cubano y del exilio uruguayo en Cuba, Benedetti mediante. Más adelante, siendo un reconocido poeta, se vinculó con el contexto chileno del exilio. Después de ganar el premio David comenzó a relacionarse con otros poetas. Es entonces, después de los 20, que conocemos a Basilia.  Se ha generado una historia del poeta y su locura sin tener en cuenta que la mayor parte de su escritura poética fue producida entre los 16 y 27 años. Creo que es hora de aclarar estas cuestiones. Insisto, no existe una única verdad unilateral, sesgada, voluntaria o involuntariamente, consciente o inconscientemente, a partir de Efraín Rodríguez y sus ficciones en La cinta métrica. Los relatos sobre la verdad, o mejor dicho verdades de Ángel, serán múltiples, diversos y contradictorios; y como corresponde a todo universo cognoscible, no debe abordarse una sola visión de esa realidad, sino su totalidad ricamente diversa, con múltiples miradas, puntos de vista diferentes, donde no haya exclusiones. Me refiero a que existe un discurso organizado “oficialmente”, por el cual la biografía del poeta parece comenzar a existir a partir de mediados de los años ochenta en adelante, como si lo anterior no existiera. Yo diría a partir de que se conocieron con su última esposa, a quien no le quito el mérito de haberlo acompañado.  Luego de ser un gran poeta, con premios que le valieron reconocimiento, etc., también es preciso citar la asistencia los domingos por la tarde, a la casa de Eliseo Diego, para escuchar sus poemas. Posteriormente participamos de las tertulias organizadas en la casa del poeta César López, donde todos los asistentes leían. Por aquel entonces conocimos a Basilia, a Efraín, etc, cuando Ángel hacía tiempo que era, poéticamente, Ángel Escobar. Luego de ganar el premio David, formó parte de la brigada Hermanos Saíz, que en aquella época también organizaba encuentros, tertulias y recitales. 

Ángel escribió varios libros de poesía, pero además un libro de cuentos y una obra de teatro. ¿Tenía una disciplina para escribir? ¿Qué concepto tenía de su obra?

Todos los días escribía. Era tan exigente que nunca estaba conforme. Él sabía que su obra tenía calidad. Cada vez que pasábamos por la librería La Moderna Poesía, en La Habana Vieja, me decía: “Un día tú vas a pasar por aquí y vas a comprar mis obras completas”. Y así fue; cuando vi el libro, lo agarré, fui hasta la caja, pero antes de pagarlo me senté a llorar y tuvieron que traerme un vaso de agua. La obra de teatro no sé si se ha publicado, pero fue puesta en escena y dirigida por Raúl Jesús González.   Dudo que el talento de Ángel hubiera tenido la más mínima posibilidad de desarrollarse si no hubiera vivido en medio de la contención familiar que le brindamos, si no hubiera sido guiado por Benedetti en sus primeros años. El primer poema que escribió fue cuando nos conocimos. Él no había escrito antes poesía alguna, según me lo dijo. Sí había hecho apuntes, frases inacabadas, versos sueltos, pero nunca una poesía. Lo que sí tenía claro era que iba a ser actor, es decir, sería un artista y para eso empezó a estudiar artes dramáticas. 

¿Cuáles eran sus lecturas? ¿A qué autores recurría?

Lo primero fue Martí, Carpentier, García Márquez, a quien conocimos personalmente en el Habana Libre. Leía mucho a los franceses: Rimbaud, Verlaine… Dos Passos, Hemingway, Flaubert, Shakespeare, “Cartas a Théo”, de Van Gogh, Felisberto Hernández, Kafka, Machado, Rodó, Lorca.   Mi padre se reunía una vez por semana con Ángel para estudiar y formarlo, según decía. Sus lecturas iban desde Marx a Hegel y los filósofos idealistas, desde Platón, Aristóteles a Darwin, Lenin, Descartes, Bakunin o Trotski. Todas eran lecturas y estudios con un análisis crítico profundo. Estas lecturas también fueron muy importantes para Ángel. Cuando él dedica uno de sus libros y escribe “la dialéctica astilla la costumbre”, lo hace parafraseando a mi padre quien siempre repetía: “La visión dialéctica rompe lo que estás acostumbrado a ver”. Se refería a que te proporciona otra visión de la realidad y un aprendizaje de la misma desde otra perspectiva. Sus diálogos eran culturalmente muy profundos, y Ángel siempre se reconoció como él se autodenominaba, “discípulo” de mi padre. Esta designación la daba el propio Ángel sobre sí mismo, y no me parece falsa modestia reconocerlo. También utilizaba esta calificación Villalobos, que participaba de las reuniones de estudio.  Leíamos mucho a Carpentier, a García Márquez, y nos encantaba, a ambos, comentar sobre el denominado “Realismo mágico” de García Márquez, o “Lo real maravilloso” de Carpentier. Uno de sus autores más leídos fue José Martí y su poeta preferido Miguel Hernández. También le gustaba mucho Rilke y Baudelaire, y leímos las obras completas de Borges juntos, cuando yo tenía 23 y él 24 años. También leía a los coloquiales como Cardenal, porque lo respetaba y porque había aprendido a leer todo.  En su casa no había libros, pero sí en la escuela de Santiago de Cuba en la que estuvo internado. Llegaban las vacaciones y todos los niños se iban con sus familias. Él no, a él nadie lo venía a buscar. Se quedaba con un maestro y leían cuentos en la biblioteca. El maestro, que era muy bueno, se lo llevaba a su casa con su familia donde jugaba y andaba a caballo. Se pasaba horas en la biblioteca. Leía novelas para mayores como Los tres mosqueteros, etc. Luego, cursando la secundaria, se quedaba en la casa de una hermana en Santiago de Cuba, y leía escondido a la luz de una vela hasta muy tarde. En la secundaria, se encontró con el profesor de teatro, a la edad de 14 años. Siguió leyendo mucho, ahora teatro, y como el profesor se lo mandaba, podía estar hasta tarde a la luz del candil. A los 15 entró en la ENA.

Ángel estudió arte dramático, ¿representó alguna obra? ¿Era buen actor? ¿Qué empleos tuvo el poeta?

Tuvo un empleo en el teatro. Trabajaba en el mismo grupo que María Elena Diardes y Jesús Raúl González. Una de las primeras obras que hizo fue “Mano santa” de Florencio Sánchez, dirigido por Raúl Eguren. Estuvo presentándose en el Teatro de Miramar cuando aún era estudiante. Otra puesta en escena relevante, fue la que dirigió Flora Lauten, donde hacía de Egisto, en “Electra Garrigó”, de Virgilio Piñera, que fue su obra de graduación. Muchos de los poemas del último libro publicado, La sombra del decir, son de esa época: “Electra”, “Orestes”, Yago, “Desdémona”, etc. También conoció y frecuentó la casa de Humberto Arenal, a partir de mi amistad con la familia. Humberto Arenal, quien fue amigo personal de Virgilio Piñera, contribuyó a la interiorización de este gran autor a partir de charlas literarias con Ángel.  Era muy buen actor. Su relación con la poesía también se vincula al teatro. Le gustaba memorizar poemas y los decía muy bien. Luego empezaron los recitales propios.   En 1977, último año de la Escuela al campo de la ENA, sucedió el encuentro con Santiaguito Feliú. En el campamento de La Nueva Trova estaba Noel Nicola. Me acerco y le doy noticias de nuestro Daniel Viglietti. En aquellos tiempos saber que estaba bien, que había podido escapar y exiliarse de la dictadura uruguaya, era mucho. Entramos en confianza y en seguida estreché abrazos en medio de canciones. Así me conecté para siempre con Santiaguito Feliú, quien pareció como si viniera a despedirme a Montevideo en su último abrazo, dos meses antes de su muerte. Los primeros recitales de Ángel fueron junto a la guitarra y canciones de Santiaguito Feliú, cuando ninguno de los dos era aún reconocido.

Cuando tú conociste a Ángel, en esos primeros años de su relación, ¿ya era depresivo?

No puedo asegurarlo porque no soy ni psicóloga ni psiquiatra. Pero tenía actitudes que hoy podría situar como depresivas, como repetirme: “Te amo hasta el suicidio”. “¿Qué quieres decir?”, preguntaba ingenuamente incrédula. Me encantaba su romántica respuesta: “Si tú me dejas, yo me suicido”. Era un juego que nunca me creí. Yo lo vivía como un sobreactuado romanticismo. No prestaba atención a esa idea de la muerte ya presente. Teníamos apenas 16 años. Con el transcurso del tiempo, de tanto repetirlo perdió sentido, al punto que para mí se convirtieron en palabras repetidas por gusto, para hacerme enojar. Me acostumbré a ellas como a un slogan publicitario, que de tanto ser anunciado, dejó de tener efecto alguno. Ángel vivió conmigo sus momentos más lúcidos, su tiempo más sano y más feliz. Sí, éramos muy felices. ¿Hay algo más valioso que un amor juvenil correspondido, algo más pleno que esa adolescencia, ese acontecer de nuestra vitalidad estudiantil de los primeros pasos? Ese concierto de risas, el bullicio de esperas mutuas, encuentros y desencuentros, barcos, cruces en los mares, playas sin turistas, películas de cinemateca, forman parte de nuestra cinematográfica historia. En el fondo de mi alma le tengo que agradecer a Anita que lo haya cuidado.   Claro que yo tengo una ética diferente, y hubiera actuado de manera diferente, pero estas diferencias también son culturales, y finalmente tengo que agradecerle. Anita era mucho mayor que Ángel. Quizás ella era la persona que necesitaba para los momentos concretos, que le tocaron posteriormente. Y él la eligió. Mi experiencia vital era otra. Los dramas de los demás, aún siendo muy joven, eran relativos. Ángel se asombraba de mi optimismo. Sigo así, ahora soy más positiva todavía. Por eso, entre otras cosas, hoy agradezco que se haya encontrado con Anita. Mirado en la distancia era, para lo que ocurriría más tarde con su enfermedad, alguien más a su medida.

Entre los síntomas más comunes de la depresión se encuentran un sentimiento de tristeza, de vacío, de soledad, llanto, fatiga, indecisión, dificultad para concentrarse, pensamientos recurrentes de muerte, entre otros. ¿Cómo se manifestaban las depresiones de Ángel?

Cualquier cosa le producía angustia. Lo más insólito: un pajarito volando, una lluvia, hablar de cualquier cosa con un vecino. Todo era angustiosamente horrible. A mí me daba la impresión de que no valoraba nada, no podía ver, deformaba la realidad. En su etapa paranoica, si un escritor comentaba algo, seguramente era en contra suya porque nadie valoraba su poesía. Él sabía lo que valía su obra, nunca lo dudó, pero llegó un momento en que la vivencia persecutoria no le permitía soportar una crítica. En momentos de crisis, su enfermedad lo llevó a no aceptar ninguna apreciación que no fuera la exaltación de su obra. Se sabía mejor a los demás. Lo era. Un día le advertí que si seguía así se iba a rodear de aduladores. Tampoco servían mis advertencias. Una objeción a algún verso lo afectaba con una tristeza de semanas.  Ángel decía: “La poesía justifica mi existencia”. Con esta justificación se otorgaba el derecho a no realizar tareas domésticas. Había que atenderlo ¿Esta actitud tendría que ver con una situación depresiva? Yo lo vivía como una actitud machista y cómoda. Ahora, a la distancia, no sé, tal vez no hacía casi nada en la casa porque era depresivo. Comía normalmente. Me asombré cuando lo vi en Uruguay la última vez, pues estaba gordo. Yo era la que cocinaba y era obsesivo con el arroz, que si era así como se hacía y que si yo no sabía hacerlo… Yo no era una cocinera y él se ponía cada vez más exigente. Eso me molestaba mucho. Nunca sufrió de insomnio, más allá de que se quedara escribiendo hasta las 12 de la noche o más. Salvo excepciones, dormía bien. Se levantaba antes que yo de mañana y preparaba su desayuno. Nunca logró que yo me levantara para preparar un desayuno, como hubiera deseado. Lloraba, se podía emocionar mucho con una obra de arte, como el concierto de Aranjuez, y le gustaba dejar caer sus lágrimas libremente. Además le gustaba hacer el ejercicio teatral de llorar. Ambos lo hacíamos, pero él lo lograba mejor. Estábamos trabajando el método de Stanislavski, que trabajaba a profundidad con la verdad en escena, las emociones a flor de piel, la contención y la exploración de las más fuertes emociones. 

 Sí, ¿pero llorar por depresión, por tristeza? ¿Tenía sentimientos de vacío o de no corresponder al mundo, te lo comentó alguna vez?

Sí, claro. El mundo era totalmente ajeno para él. Vivía como si su existencia estuviera en otro plano, ajeno, distante de la cotidianidad. Su cotidianidad era otra, esa otredad, donde habitaba solo y solamente con su poesía. Una disociación entre lo real comúnmente objetivado como lo normal; y su subjetividad gravitante donde ese otro, su yo desdoblado era por un lado, un Ángel consciente, lúcido, con una inteligencia superior que leía, estudiaba, realizaba análisis inteligentes sobre cualquier cosa en el arte. Por otra parte, era un ser desintegrado, fragmentado en tantos mundos posibles, que no era capaz de encontrarse a sí mismo. Sufría, se angustiaba, no lloraba. Por momentos era una sola angustia caminando. Sabía ganarse amigos, pero sentía una terrible soledad entre la gente. Se miraba al espejo y concluía: “Ese no soy yo”. Era como si su cuerpo, su mente, su intelecto, sus sensaciones, sus emociones, estuvieran peleando entre sí para encontrar algo de cordura. Sin embargo, su espíritu creativo estaba por encima de todo. Era poseedor de una gran espiritualidad creadora y frente a esa fuerza avasallante de poesía, lo demás era la nada.

¿Alguna vez llegaste a verlo con una crisis psicótica?

Sí, en la crisis que tuvo a los 27 años. Nosotros estábamos juntos.

¿Cuál fue el detonante de esa crisis? ¿Cómo fue? ¿Qué síntomas presentaba?

Había regresado de la URSS. En aquel entonces yo sospechaba de sus relaciones con Anita. No hubo intento de suicidio, pero ocurrió algo que para mí fue terrible. Ángel nunca fue violento físicamente, por lo menos conmigo, y así como si tal cosa, lo más natural del mundo para demostrarme su amor, se iba a tirar del Morro. Ángel nunca reconoció haber estado con Anita, estando casados él y yo, por más que se lo pedí. Incluso cuando vino a Montevideo, al Primer Encuentro de Poesía Latinoamericana, dos años antes de su muerte, cuando vivía con Anita en Chile, le pedí que me dijera cuándo habían comenzado a estar juntos y mintió no sé por qué. Después que volví de Francia, en 1985, supe de esta relación porque era evidente. Como tenía el viaje a la URSS, preferí no decir nada hasta que regresó y entonces entró en crisis. Comenzó un delirio persecutorio que iba desde perros galgos rusos, la KGB, Trotski, su madre sentada sobre la cama y la demostración de su amor tirándonos del Morro. Al otro día ya estaba internado en el psiquiátrico.

¿Él quería que se suicidaran los dos lanzándose de El Morro?

 Aclaro que la primera crisis, la de los 21 años, fue emocional y fue tratada con el psicoanalista Volnovich. Ahora narro la segunda crisis: Cuando Ángel regresó de Moscú. Yo tenía la certeza de su relación con Anita. Esa misma noche lo increpo. ¿Y qué me contesta? Lo más absurdo: “No es cierto”. Sin dejarme hablar comienza a hacerme el relato de Leonardo Padura, quien había viajado junto con él en la delegación a Moscú. Podrás imaginarte lo poco que a mí me importaba esa historia, pero la misma quedó en mi memoria a raíz de esta situación. Cuando leí El hombre que amaba a los perros, esta discusión volvió a mí con mayor claridad. Si lees la novela de Padura podrás constatar que el personaje cubano que se encuentra con el asesino de Trotski, lee libros de este autor que le proporciona un exiliado uruguayo. Yo no puedo saber qué certeza tenían aquellas palabras que conformaron su delirio, el de “su” realidad. Simplemente doy testimonio de ellas. Volvamos a Ángel y yo en medio de esa discusión en la cual le planteo que nuestra relación se termina porque él estaba con Anita. Después de negar el hecho desvía la conversación hacia otro tema: “Leonardo Padura está loco, dice haberse encontrado en una playa de La Habana con el asesino de Trotski. Y si eso es verdad, la KGB lo va a perseguir a él y a mí también porque le di libros de Trotski que me dejó tu padre. Se los di pero ahora el que está loco es Padura, y si la KGB se entera de que yo se los di ¿qué va a pasar? ¿Qué va a pasar conmigo? Los galgos rusos que corren por la playa vendrán a buscarme, a la KGB no se le escapa nadie. Los he visto haciéndose señas detrás de mí, no me digas que no es cierto”.  Volví a insistir con lo de Anita y mi decisión de separarnos. Y él, vuelta con la KGB, Trotski, y los galgos rusos. Aquello parecía un diálogo de sordos, peor que la mejor obra de teatro del absurdo. Hasta que en determinado momento, me dice: “Ven, vamos a la parada. Vístete que nos vamos al Morro”. Yo me vestí porque muchas veces nuestras discusiones terminaban frente al mar del malecón habanero o en paseos por El Morro. Llegamos a la parada y mientras esperábamos la guagua, que como siempre no pasaba, me agarra fuerte de la mano y me dice: “Tú tienes que saber que te quiero. Me tiro del Morro si eso te convence. No me mires así”. Lo intimidaba mi forma de mirar. Siempre decía: “No me mires así”. “¿Tú crees que no soy capaz de hacerlo? Tú eres la vida de mi mujer y la mujer de mi vida. Siempre te dije que si me dejas me suicido. No sé qué piensas, pero tal vez sea mejor que nos tiremos juntos. Tú eliges”. Bastó que lo dijera para que yo lo trajera a la racionalidad inmediatamente: “Mirá, Ángel, yo lo único que sé es que la guagua no pasa ni va a pasar. Así que vamos para la casa”. “Tú siempre tienes razón”, me dijo, como si fuera lo más natural del mundo y regresamos a la casa tranquilamente nerviosos.   Mientras se duchaba y repetía en voz baja como un mantra “tu racionalidad me desbarata”, “tu racionalidad me desbarata”; comencé a probarme su ropa. Me vio vestida con sus camisas, que me quedaban bien ya que yo soy muy alta. Reaccionó porque su ropa en mi cuerpo fue la certeza que le produjo un miedo atroz a sí mismo. Pero a mí ya nada me sedujo después de ese momento. Le hablé muy fuerte: “Si te matas espero que te quedes bien muerto, porque si vives nunca más te voy a mirar a la cara”. Muchas veces he pensado que Ángel amaba su manera depresiva de ver la realidad y que yo era una optimista que alegremente rompía sus costumbres. Yo no sé si quería verdaderamente o no que nos tiráramos del Morro juntos, tampoco me interesó averiguarlo, pero que lo dijera me alcanzó para darme cuenta de dos cosas: de que Ángel estaba evidentemente muy pero muy mal, y de que yo no podía seguir estando con alguien que simplemente haya mencionado esa idea, independientemente de que la misma haya sido un pensamiento pasajero. El sólo hecho de haberlo dicho era para mí más que suficiente. Yo no era suicida.  En un poema escribió: “Tu racionalidad me desbarata”, cosa que acostumbraba a reprocharme. Bajé a llamar por teléfono a mi madre. Cuando llegó del trabajo, Ángel se sentó en la mesa haciendo girar un vaso vacío. Mi madre hablaba y él no contestaba. Como buena psicóloga, mi madre logró convencerlo de que al otro día, de mañana, fuera a hablar con Volnovich y que seguramente lo mejor sería ir al hospital Fajardo, donde tal vez tuviera un tratamiento médico por unos días, para sentirse mejor. Muy suavemente y con muchos argumentos, mi madre, que ya había hablado con Volnovich, quien a su vez ya tenía decidida su internación previo haberse comunicado con los psiquiatras del Fajardo, hizo que Ángel, que la respetaba mucho profesionalmente, se ingresara por propia voluntad.

Se sabe científicamente que el ejercicio físico contribuye a mejorar los cuadros clínicos de depresión y de ansiedad. ¿Realizaba Ángel algún tipo de deporte o actividad física?

   

En la formación teatral siempre hay un entrenamiento actoral muy riguroso a nivel corporal. Nosotros teníamos clases de esgrima, gimnasia, danza, pantomima y acrobacia, ¿qué te parece? Ángel era igual que cualquier muchacho adolescente que quiere lucir sus músculos. Él y yo, llegábamos a hacer 100 abdominales por día. Éramos casi niños. Jugaba a levantarme con un solo brazo. Jugábamos a quién desestabiliza al otro, y claro que ganaba. Jugábamos a correr y le ganaba yo. Desde los 16 a los 20 fue la etapa de hacer ejercicio para tener músculos. Ángel era un gran bailador. Los cubanos lo rodeaban para  verlo bailar. Al principio me daba vergüenza que la gente nos rodeara y me quedaba mirándolo junto a la compañía de Villalobos. En seguida aprendí. “Tú solamente tienes que acompañarme. Siente la música y déjate llevar, suavemente... cierra los ojos... y déjate llevar”, decía, y bailaba como los dioses.  Cuando llegó mi padre, luego de operarse y de hacer los tratamientos médicos correspondientes, comenzó a hacer ejercicio. Le gustaba ir a correr en el Golfito o en la playita de los rusos. Los vecinos de Alamar le gritaban “Juan Torena”, que era el nombre de un atleta olímpico. A mi padre no le importaba. Se reía de que le dijeran Juan Torena. Ángel decidió acompañarlo, porque no podía permitir aquello. Entonces les decían “Juan Torena” a los dos. Ambos venían contando la anécdota y riéndose para volver a salir a correr al otro día.  Mi padre le decía: “Con los ejercicios físicos, igual que con la lectura, lo importante es tener disciplina”, y Ángel lo seguía. “El ejercicio físico hace muy bien a las neuronas, el sistema nervioso también se alimenta”, y Ángel lo seguía. También hicieron largas caminatas por los montes en el campamento de Río Canímar. Allá salían juntos Ángel y mi padre. Siempre traían algo lindo después de largas caminatas en las cuales llevaban algo para comer en medio de la naturaleza. Mi padre era un gran amante de la naturaleza. Sabía distinguir los pájaros por su trino. “Ángel, usted me tiene que enseñar los pájaros de aquí. No, no los mire, cierre los ojos y dígame quién está cantando”. “No lo sé”, decía Ángel. “Sí, usted lo sabe porque es del campo, y las cosas lindas, como escuchar los trinos, no las debe olvidar, y si las olvidó, vamos, recuérdelas y aprendamos juntos. Es muy importante”. Y Ángel le hacía caso. El encuentro con mi padre fue muy sanador. Claro que uno puede emplear palabras ahora, a la distancia, y decir tal cosa fue sanadora, pero en ese momento de la relación con mi padre, pasaba humanamente por lo más sencillo del mundo: sentido común. Ángel apreció la naturaleza por seguir los consejos de mi padre, pero luego nunca más volvió a correr ni a las caminatas. Siempre mantuvo su relación con el malecón habanero, con su mar, que se convirtió en nuestro sitio privilegiado para soñar, amar, discutir, reconciliarnos, enmudecer mirando el agua, los colores del atardecer, las olas del mar embravecido, calmado, en fin, el mar.

Esa crisis sucedió entonces cuando él tenía 27 años, después de su regreso de Moscú. ¿Esa crisis fue puramente psicótica, paranoide? ¿Se mostraba triste, lloraba?

Esa crisis para mí fue gravísima. Yo no soy psiquiatra. Yo era su esposa. Ni más ni menos. Él estaba paranoico. Teníamos casi la misma edad. Él me llevaba unos meses y esto no era algo que estuviera a mi alcance. Sí lloraba, al otro día él me despertó temprano y lloraba. Repetía: “Soy una basura. No soy nada. No soy nadie. Tú me inventaste. Tú inventaste a Ángel Escobar. Soy un invento. No pude dormir. Vino mi madre y se sentó en esta cama como cuando llegaba hasta la casa en que mi padre nos había encerrado y, cuando mi padre se iba a trabajar, nos pasaba papas por debajo de la puerta y comíamos. Mi madre me ha venido a buscar esta noche”. Me dio mucha pena pero yo tenía una idea fija: “Vístete, que vamos a llegar tarde. Todo eso se lo contás a Volnovich”. Y me hizo caso. 

Ana María Jiménez fue la última mujer, después de ti, con la que Ángel sostuvo una relación de pareja prolongada. ¿Hubo alguna otra mujer importante en la vida del poeta, además de ustedes dos y de Celia?

No me parece que Celia haya sido importante. Otra mujer cubana que me parece valiosa como relación, es la poeta Soleida Ríos. En aquel momento la percibí honesta humana e intelectualmente, no obstante el dolor de su confesión. Fue la propia Soleida quien me puso en conocimiento de la situación existente entre ambos, durante su internación psiquiátrica. Ella estaba enamorada de Ángel. Tuvieron alguna relación de la cual apenas me percaté. Ángel estaba internado tomando psicofármacos. Soleida y yo discutíamos en el descanso de una escalera, mientras Anita pasaba a verlo en el horario habitual de visitas para todo público. Tal vez no fue ese el momento ni el lugar más apropiado, pero la actitud de Soleida Ríos fue sincera, franca.  Ángel tiene un poema en que habla de Ariel. Muy bien, racionalmente Ariel puede situarnos frente al conocido texto de José Enrique Rodó, uruguayo, quien siendo diputado confió a José Martí la misión diplomática, mediante la cual Martí se convierte en representante de nuestro país en Estados Unidos. Pero Ariel también se refiere a su noviecita de la niñez, Raquel Martínez. Ángel y Raquel fueron novios en el internado, desde los 10 a 12 años. Desde niño, jugaba con las palabras y las letras. De esta manera, a Raquel le llamaba Ariel. A porque es la primera letra del abecedario. Así, jugando, al invertir la primera sílaba del nombre y continuar con la última, el nombre de Raquel se convierte en AR Y EL. Raquel Martínez estudió profesorado en matemática en el Instituto Pedagógico Enrique José Varona, junto a Rita, mi hermana gemela, y en el último año se embarazó. Cuando Ángel la fue a ver, recién parida, al hospital González Coro, donde trabajaba mi madre, y se reencontraron después de mucho tiempo, abrazados, la llamó por su nombre de juegos, “Ariel”.  Raquel Martínez fue su primer amor. A los doce años Ángel pasó a secundaria y después de los 15 a la ENA. Cuando teníamos 16 años comenzamos a estar juntos. ¿Qué te parece lo de Ariel? Es una bella historia. La imagen de Ariel recién parida es muy tierna. Es un amor de niños, no hubo relación sexual, pero es una bonita historia. Al reencontrarse estaban muy contentos. Todos reíamos junto al recién nacido. 

 

 

 

Marina Cultelli es gresada de la Escuela Nacional de Artes Dramáticas y licenciada en Artes Escénicas del Instituto Superior de Arte en Cuba. Obtuvo el título de Magister en Enseñanza Universitaria, en la Universidad de la República (UDELAR), Uruguay, donde también cursó una Maestría en Estudios Teatrales. Es profesora del Instituto Escuela Nacional de Bellas Artes (Facultad de Artes) UDELAR, en Uruguay. Posee una extensa trayectoria artística como dramaturga, directora teatral, guionista y artista audiovisual. Ha impartido clases, conferencias, en distintas universidades de América Latina. Ha recibido diversos premios artísticos, nacionales e internacionales.

 

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Lectores de poesía mexicana: gustos y recomendaciones

Adán Echeverría

Un autor no leído es un autor víctima de la peor censura:
la de la indiferencia.

Octavio Paz

Primer Fragmento. Una pequeña encuesta

El 1 de abril de 2016 luego de una batalla, respecto a la poesía mexicana contemporánea y sus animadores, suscitada en las redes sociales, en especial la de Facebook, tuve a bien leer el comentario que la compañera poeta Mavi Robles-Castillo publicara: “Hay un problema grave con la poesía mexicana, más allá de que gracias a la moda de los slams ahora parecen más merolicos que poetas, y hay demasiados. México es el país con más poetas, según las redes; es decir, cualquiera dice soy poeta; eso sí, pocos o casi ninguno pueden defender su poema con el poema mismo, hacen todo tipo de aracles en el escenario que distraen del texto mismo, cuya calidad es regularmente mala; si fuese buena, esos aracles excesivos no serian necesarios”. Malva Flores en el prólogo de su libro La culpa es por cantar, señala que pocos son los poetas que aún gustan de leer sus poemas sentados tras de una mesa, y los denominó “poetas de mantel”.

Uno tiene que recordar que la poesía es oralidad, la poesía debe ser contada, cantada, gritada a los oyentes. Pero desde hace algunos siglos se tuvo la fortuna de desarrollar los procesos de imprenta, el lenguaje que había pasado de la oralidad a guardarse en otros tipos de papeles –papiros, pieles, telas-, pasó a ser difundido de manera masiva por las imprentas vía los libros, folletos, periódicos, revistas, panfletos. Este 2016 continuamos mirando cómo esas nuevas tecnologías nos arrebatan la mirada, y nos permiten ver que la poesía va tomando nuevos rumbos; se va expandiendo en nuevas formas; pasa del papel impreso al papel imaginario de una serie de programas, en el que el mismo romanticismo nos representa la simulación de una hoja de papel en los procesadores de textos, un espacio para poder asentar los caracteres mediante un teclado, o mediante el dictado por medio de la voz.

Pero a pesar de que esta era digital, que empezara a finales del siglo XX, permite un mundo diferente de soportes técnicos y tecnológicos que día a día se van descubriendo, y en los cuales la creatividad y la ciencia computacional serán los límites, el resultado continúa siendo la transmisión de conocimientos. Voces, videos, sonidos, imágenes, figuras que se mueven, se han vuelto el medio por el cual el lenguaje se transmite. Algunos pensamos aún que esas nuevas formas de expresión artística, que permiten la mezcla visual, sonora, e incluso táctil, y se presentan como poemas, no necesariamente lo son, dependerá del valor estético que queramos asignarle. Definitivamente el consumo multiplataforma nos permitirá acercarnos a esas nuevas tendencias, valorarlas y validarlas, e incluso comenzar a degustarlas para compartir con otros contactos, por medio de las redes sociales en que nos desenvolvemos día con día.

También es cierto que a pesar de todo lo bueno que uno puede encontrarse en la red, de igual manera, podemos encontrar, -y nos encontramos- con posturas egóticas más que estéticas, amparados en esa situación necesaria de "No necesitar la validación del otro sobre nuestra expresión", que en un principio es una idea muy sana, pero que tampoco nos da derecho a despreciar 'a pie juntillas' los bastantes años de tradición artística y literaria que nos ha precedido.

Es singular la postura de aquellos que dicen: "Yo no leo escritores muertos, solo me deleito con los escritores que están vivos y con los que puedo, incluso, intercambiar mi trabajo. Valoro a esos nuevos artistas, nuevos poetas, que se arriesgan en los nuevos materiales, las nuevas formas y tecnologías. Por eso no leo obras del Canon, ni me interesa; no soy fanático de lo que marcan las historias, y no me dejaré convencer de las autoridades universitarias y de todos esos críticos obtusos que siguen pensando arcaicamente, y no miran el cambio y las nuevas propuestas."

Cada quien sus filias y sus fobias. Seguro estoy que ni Chaucer ni Spinoza, ni Cioran o Cervantes, ni Dante ni Goethe, protestarán porque un grupo de “estetas” decidan no leerlos. Lo cierto es que quizá –me atrevo a señalar– aquellos a los que nos gusta la literatura, leerla, platicarla, consumirla, recomendarla, no tomaremos muy en serio a aquellos grandilocuentes que gritan por todos lados su 'No Necesidad de Conocer un Canon Literario, su No Necesidad de Lectura de Clásicos', por una simple razón: Lo que hoy somos es el resultado de la inventiva y creatividad de los que nos precedieron.

Cualquier buen lector, cualquier autor contemporáneo estará de acuerdo conmigo en ello. Abrevar de la tradición, conocer aquello que nos precedió, jamás irá en detrimento de nuestro trabajo. Necesario es conocer primero, para poder romper después. No se puede romper aquello que no se conoce. Porque no conocerlo, en definitiva no te brinda el impulso de querer romperlo. Pienso en el Ateo que no le preocupan las religiones y sus mitos, totalmente alejado de aquel que actúa en un claro: 'Gracias a Dios, soy Ateo', e intenta que todos los que lo rodean, piensen como él. Mi preocupación y mi olvido consistirán en darme cuenta de lo ridículo del asunto, dado que si fueras Ateo, tus preocupaciones no pueden ser las de los Creyentes, porque deberías sentirte ajeno a sus sentimientos. Lo mismo con el Canon Literario, negarlo no lo inhabilita, ni conseguirá la no existencia de su corpus. Pero conocerlo, permitirá criticarlo. En este sentido, las nuevas tecnologías, las mutables tecnologías que día a día evolucionan, nos irán brindando nueva plataformas para lo mismo: expresar nuestro pensamiento y comunicarlo, crear diversos corpus para compartir con el otro, con todo posible lector que se acerque. Y el proceso continuará siendo: Emisor-Mensaje-Receptor, lo que cambia son los medios, y la temporalidad para alcanzarlos. Para qué confundirnos.

Volviendo a la poesía, volviendo a la palabra escrita en la búsqueda estética de la construcción y comunicación de ideas, luego de leer las muchas posturas que todos asumen con tanta ligereza sobre lo que es y no es poesía, es o no es poema, sobre quién es o quién no es poeta, he tenido la idea de que en primer lugar habría que medir en qué agua estamos nadando, es decir: ¿Cuál es el conocimiento que los lectores de poesía, lectores de poemas, discutidores de literatura, tenemos acerca de la poesía mexicana, escrita por mexicanos, escrita y editada desde México?

Para contestarme, desarrollé un pequeño cuestionario que publiqué en mi página de Facebook con siete puntos: (1) Para tí, ¿cuál es el poeta mexicano o la poeta mexicana más importante?; y una vez que los encuestados definieran qué poetas consideran los más importantes para México, enmarcar la propuesta de lectura de este trabajo, entre los poetas nacidos a partir de 1960, para considerar la poesía contemporánea en este mismo artículo, sobre lo que ahora, para este 2016, se está distribuyendo y dando lectura, toda vez que a partir de esa década de nacimiento, los y las poetas de mayor edad fluctuarán alrededor de los 50 años, y ese medio siglo de existencia les habrá permitido ser publicados y leídos, y los más jóvenes –si consideramos incluso a los nacidos a partir del año 2000–, ya tendrán 16 años, y podríamos considerarlos –de ser editados y leídos– nuestros poetas más jóvenes. Considerar que la mayoría de los autores que se encuentren en el rango de edad entre 16 y 56 años, puedan tener acceso a una red social en la internet, y habrán tenido contacto con las nuevas tecnologías para la edición, lectura, y para compartir su trabajo con la infinidad de lectores que puede brindarnos la red.

Bajo este considerando se establecieron los siguientes puntos (2) Menciona el nombre de tus cinco poetas favoritos nacidos en México a partir de 1960. (3) ¿Cuáles cinco libros de poesía de autores nacidos a partir de 1960 recomendarías leer a un nuevo lector de poesía? (4) ¿Cuáles poetas mexicanos han influido en tu trabajo poético? (5) ¿Qué poetas de tu generación (considera la década de tu nacimiento) recomendarías leer? (6) Menciona las tres revistas literarias (impresas o de internet) publicadas en México (o desde México) que recomendarías a los nuevos lectores. (7) ¿Qué importancia tienen el ISBN o el ISSN para tí y para las obras literarias? Esta última pregunta permite conocer si los lectores de poesía tienen alguna valoración por estos sistemas establecidos para la identificación a nivel internacional de una publicación, qué opinan de ello, ya que muchas ediciones en la actualidad no privilegian el uso de estos índices.

Como antecedente, uno puede consultar un ejercicio similar al que ahora presento realizado por la revista Letras Libres, en febrero de 2005, titulado “Los diez mejores poetas mexicanos vivos”, cuyo resultado fue el siguiente: 1 José Emilio Pacheco / 2 Eduardo Lizalde / 3 Alí Chumacero / 4 Gabriel Zaid / 5 Rubén Bonifaz Nuño / 6 David Huerta / 7 Ramón Xirau / 8 Francisco Hernández / 9 Homero Aridjis / 10 Coral Bracho. Hagamos notar que de los 10 poetas que se sugieren, solamente hay una mujer.

Los resultados de nuestra encuesta que estuvo abierta del 1 al 3 de abril de 2016 (sólo tres días para que validar su aletoriedad) arrojó los siguientes datos de interés para todo lector de poesía: Se superaron los 50 encuestados, que decidieron contestar el cuestionario, ya sea tomándolo del Facebook, ya porque algunos contactos lo fueron compartiendo, además de que a un variado número de contactos se los hice llegar por mensaje (inbox). Muchos contactos se disculparon conmigo, y me dijeron que "no les gustaba entrar en este tipo de polémicas en las que se hieren demasiadas susceptibilidades". Otros simplemente no decidieron participar, e hicieron caso omiso a la solicitud de contestar el cuestionario. Los que decidieron contestar enviaron sus respuestas por correo electrónico.

No queda más que agradecer a todos la oportunidad que me brindaron tanto de acercarles el cuestionario, como en disculparse de no participar; y a los que hicieron un esfuerzo por brindarme algo de su gusto literario. Como todos mis proyectos, el que ahora expongo tiene como principal ideal homenajear a los autores, a la literatura toda, y valorar el esfuerzo y las intenciones de los lectores. He acá los resultados:

Segundo Fragmento. El poeta más importante de México

He visto los mejores cerebros de mi generación destruidos
por la locura, famélicos, histéricos, desnudos,
arrastrándose de madrugada por las calles de los negros
en busca de un colérico picotazo

Ginsberg

De esos más de 50 cuestionarios resueltos por los lectores, evidenció que el género, en este caso, no resultó factor para su participación: hombres (29) y mujeres (27), procedentes de 14 de los 32 estados de la república mexicana, (43.75%), lo que evidencia que los lectores están suficientemente representados para la república mexicana.

A la pregunta número 1, sobre a quién consideran como el poeta o la poeta de más importancia nacido en México, se mencionaron un total de 22 poetas, entre los que el más mencionado fue Octavio Paz (1914-1998, nacido en la Ciudad de México, murió a los 84 años); es interesante que el segundo lugar en menciones fuera la indicación de que es 'Imposible dar el nombre de un solo poeta'.

En tercer lugar privilegiaron a Amado Nervo (1870-1919, nacido en el estado de Jalisco, murió a los 48 años); a Nervo le siguieron, con el mismo número de menciones Rubén Bonifaz Nuño (1923-2013, nacido en Veracruz, murió a los 89 años), José Gorostiza (1901-1973, nacido en Tabasco, murió a los 71 años), Jaime Sabines (1926-1999, nacido en Chiapas, murió a los 72 años), Sor Juana Inés de la Cruz (1651-1695, nacida en lo que hoy se conoce como el Estado de México, murió a los 43 años), Rosario Castellanos (1925-1974, nacida en la Ciudad de México, murió a los 49 años) y Coral Bracho (nacida el 22 de mayo de 1951 en la Ciudad de México, tiene 64 años), ocupando el cuarto lugar de menciones.

El quinto lugar fue para los poetas Enriqueta Ochoa (1928-2008, nacida en Coahuila, murió a los 80 años), José Emilio Pacheco (1939-2014, nacido en la Ciudad de México, murió a los 74 años), José Carlos Becerra (1936-1970, nacido en Tabasco, murió a los 34 años) y Efraín Bartolomé (nacido el 15 de diciembre de 1950 en Chiapas, tiene 65 años).

Con una sola mención, por lo que todos ocuparon el sexto lugar en el gusto por los lectores fueron mencionados: Concha Urquiza (1910-1945, nacida en Michoacán, murió a los 35 años), Ramón López Velarde (1888-1921, nacido en Zacatecas, murió a los 33 años), Xavier Villaurrutia (1903-1950, nacido en la Ciudad de México, murió a los 47 años), Jorge Cuesta (1903-1942, nacido en Veracruz, murió a los 38 años), Efraín Huerta (1914-1982, nacido en Guanajuato, murió a los 67 años), Nezahualcóyotl (1402-1472, nacido en lo que hoy se denomina Texcoco en el Estado de México, murió a los 70 años), Alejandro Aura (1944-2008, nacido en la Ciudad de México, murió a los 64 años), Francisco Hernández (nacido en Veracruz en 1946, tiene 70 años), José Luis Rivas (nacido en Veracruz en 1950, tiene 66 años), y alguien decidió incluir a Ignacio Manuel Altamirano (1834-1893, nació en Guerrero, murió a los 58 años), que aunque escribiera poemas, su obra de mayor significancia fue la novela.

De los datos anteriores podemos observar que de los 22 autores el más veces mencionado fue Octavio Paz. Observamos también el gusto de los lectores de poesía por el trabajo de cinco autoras (Sor Juana Inés de la Cruz, Rosario Castellanos, Coral Bracho, Enriqueta Ochoa y Concha Urquiza). Un poeta perteneció a la época prehispánica (Nezahualcóyotl), y otra a la época colonial (Sor Juana Inés de la Cruz). Es interesante que los lectores no mencionaron a ningún poeta novohispano del siglo XVIII, pero sí hay un escritor del siglo XIX (Ignacio Manuel Altamirano). Dos poetas vivieron entre los siglos XIX y XX (Amado Nervo y Ramón López Velarde). Observándose una preferencia por los poetas nacidos en el siglo XX (17), de los cuales cuatro están vivos: Coral Bracho, Efraín Bartolomé, Francisco Hernández y José Luis Rivas. Igual se debe señalar la preferencia por tres poetas que murieron jóvenes: Ramón López Velarde (33 años), José Carlos Becerra (34) y Concha Urquiza (35 años). Para situarlos en la geografía de México, podemos señalar que los autores acá mencionados se reparten en 11 de los 32 estados de la república, ordenados por el mayor número de autores por estado: Ciudad de México (6 autores), Veracruz (4 autores), Estado de México (2), Chiapas (2), Tabasco (2), y representados con un solo autor: Coahuila, Guanajuato, Guerrero, Jalisco, Michoacán, Zacatecas.

Al comparar nuestros resultados con la lista de diez autores vivos publicada por la revista Letras Libres, se puede observar que solo se comparten cuatro poetas: José Emilio Pacheco, Rubén Bonifaz Nuño, Francisco Hernández y Coral Bracho, con nuestra encuesta; Serrato-Córdoba en un análisis del 2008 señala que los lectores de poesía de México declararon que su autor favorito era Amado Nervo (60 por ciento), Pablo Neruda (35 por ciento) y Jaime Sabines (5 por ciento). De esta forma tenemos que en dos estudios que utilizaron la encuesta a lectores, solo coincidimos en seis autores, por lo que nuestros encuestados brindan a 16 autores más, como preferentes en el gusto para los lectores de poesía en México, y que uno de esos nuevo autores, que se encuentra ya en el gusto de los lectores, es Octavio Paz quien ganara el Premio Nobel de Literatura en 1990 (hace ya 26 años).

Para esclarecer estas preferencias, Serrato Córdoba intenta que creamos que: "El lector promedio está preparado para asimilar el lenguaje de la poesía modernista, que es lo que su comprensión y gusto le permiten 'digerir'", y que "la poesía es un género cuyo lenguaje es tan especializado, o más especializado como las matemáticas o la física espacial". No concuerdo con una especialización poética para la comprensión o el gusto por la poesía, porque reconozco la mutabilidad del lenguaje, tanto como las aportaciones que todos los autores (poetas) hacen al habla cotidiana.

No es el habla cotidiana el que se inscribe en las creaciones poéticas, sino las creaciones literarias las que con el paso de los años se inscriben en el habla cotidiana, en la sociedad toda. Recuérdese la obra de Jonathan Swift y la extracción de los vocablos 'yahoo', utilizado ahora todos los días como parte de nuestra vida en la transmisión de correos electrónicos, o aquellos poemas de Vanessa, nombre de mujer que no existía antes de ser nombrado por el autor de Los viajes de Gulliver. Los autores nombran el mundo, y los lectores van adquiriendo esos temas, esos poemas, esas letras como parte de su gusto, haciendo que pasen a formar parte de la comunicación diaria entre los pueblos y las sociedades.

De esta forma no me parece posible nombrar a los lectores "poco capaces", o "de educación poética limitada" por no gustar de los trabajos poéticos de ciertos autores. Seguro estoy que uno de los principales factores para que los autores sean leídos o sean poco leídos, es que se distribuyan poco, mucho, suficiente –qué sería suficiente-, que sus trabajos lleguen a muchos más sitios, a muchos más lectores, a mucho más personas. Limitarse a pensar que los autores no son del gusto de los lectores, porque los lectores no tienen la formación que se requiere para entenderlos, es un equívoco, una postura cargada de egocentrismo, que pretende poner a los poetas como pináculos de las sociedades, ajenos al común de las personas. Toda vez que las aptitudes de su talento, y capacidades creativas, no los hacen más humanos, ni súper héroes, mucho menos semidioses, sino personas suficientemente leídas, capaces de utilizar el lenguaje como una herramienta mediante una estética propia para la comunicación de sus ideas. Quizá el que un poeta no se encuentre en el gusto actual de los lectores tenga que ver con su poca distribución para ser leído, y no con lo que algunos denominan "falta de estética".

El abanico de posibilidades lectoras y el gusto de los poemas de los autores de poesía, es tan amplio como lo es la sociedad humana en la que nos desenvolvemos. De esta forma habría que considerar en qué punto de la definición de poeta queremos estar, como autores. De acuerdo a lo que grita Rubén Darío: "¡Torres de Dios! ¡Poetas!"; con lo que acusa Heberto Padilla: "¡Al poeta, despídanlo! / Ese no tiene aquí nada que hacer. / No entra en el juego. / No se entusiasma. / No pone en claro su mensaje"; o más cerca del pueblo, como indicara Manuel Machado: "Hasta que el pueblo las canta, / las coplas, coplas no son, / y cuando las canta el pueblo, / ya nadie sabe el autor. / / Procura tú que tus coplas / vayan al pueblo a parar, / aunque dejen de ser tuyas / para ser de los demás. // Que, al fundir el corazón / en el alma popular, / lo que se pierde de nombre / se gana de eternidad."

Tercer Fragmento. Sobre los poetas nacidos en México a partir de 1960

He visto, durante toda mi vida, a los hombres de estrechos
hombros, sin exceptuar uno solo, cometer
actos estúpidos y numerosos, embrutecer a sus semejantes
y pervertir las almas por todos los medios.

Lautréamont

La segunda mitad del siglo XX en México nos trajo la "revuelta" de los pensamientos y las ideas transformadas en movimientos sociales de organizaciones pacifistas con un número creciente de estudiantes que se fueron sumando de manera progresiva. Si para finales de la década de los 50’s las confrontaciones se dieron por parte del movimiento obrero y campesino en contra de las políticas de austeridad salarial del Estado mexicano, para los años sesenta, esta batalla corrió por los salones de las escuelas de formación universitaria, tanto la Universidad Autónoma de México (UNAM) como en el Instituto Politécnico Nacional (IPN) (Domínguez Chávez, 2011). Si consideramos que la UNAM, fundada a inicios del siglo XX, se fue cargando de una ideología liberal, pintándose de rojo hacia la mitad del siglo, y que tuvo su punto más álgido en las décadas de los sesenta y setenta, cuando este pensamiento de las izquierdas comenzó su declive hacia los ochenta, hasta volverse una ideología plana, y heterogénea para finales del siglo XX.

Como señala Francisco Zapata, los líderes de algunos de movimientos sociales como Arturo Gámiz, Rubén Jaramillo o Genaro Vázquez, situados al margen del partido gobernante y sus organizaciones sociales, se distanciaron y radicalizaron, y en ese espíritu la juventud mexicana va poniendo los cimientos para la construcción de una nueva ideología (Zapata, 2012). Cimientos que no fueron construidos en buena roca, porque con los asesinatos de estudiantes ocurridos en 1968 y 1973, los levantamientos armados, –el de Lucio Cabañas de los setentas, el del EZLN (Ejército Zapatista de Liberación Nacional) y el EPR (Ejército Popular Revolucionario) en los noventas–, aunados a las devaluaciones que ha venido sufriendo la moneda nacional mexicana frente al dólar norteamericano, y el crecimiento de la cultura del Crimen Organizado, y vivir día con día para nombrarse, renombrarse hasta descubrirnos sitiados en un sistema político, rebasado por el Narcotráfico y su cultura de violencia indiscriminada, de desapariciones forzadas, cobros de piso, asesinatos y captura de migrantes, como por el secuestro de jóvenes y niños para volverlos asesinos bajo el control de los cárteles y sus brazos armados, así como la pobre confianza de la mayoría de los ciudadanos en los partidos políticos y sus representantes de todas las facciones, los cuarenta últimos años del siglo XX nos ha entregado un México con doscientos años de “simulada independencia” y “simulado estado de paz y armonía”.

Este apenas sobrevivir como país, ha permitido que en este 2016 se pueda sentir la "inminente desesperanza de la banalización para todo tema nacional", lo que todos los días ocurre mediante el uso y abuso de los avances en la tecnología de la información, que ha situado a las conciencias mexicanas dentro de una enajenación-educativa-reticente, y una lucha unipersonal para salir adelante respecto de los ideales de vida y sobrevivencia.

Como bien señala José María Espinasa “El 68, con la represión a los estudiantes y los fastos olímpicos fue un año clave y se inició, pasada la primavera sesentera, un periodo de hondas decepciones en el terreno político y de distanciamiento del creador y el artista respecto del papel que la Revolución le había asignado en la construcción de una identidad que se caía a pedazos”. (Espinasa, 2012). Y hay que añadir que ante las críticas de los “intelectuales” el sistema político mexicano respondió con oídos sordos y un endurecimiento del autoritarismo, desde la propia presidencia de la República, que veía la amenaza de una conjura comunista que los alejara de ser “el buen vecino” de los Estados Unidos de América (Domínguez Chávez, 2011).

Con base en todo lo anterior es que ha ido evolucionando la cultura y el arte en México, durante la segunda mitad del siglo XX y los primeros años del XXI. La poesía y los poetas, no han podido quedar inmunes a esta "banal desesperanza". Los años que van de 1960 a 1982 trajeron cambios profundos en la estructura productiva de la economía mexicana, y de esa misma manera, y por la convivencia con estos sistemas político económico de México, los "intelectuales" de nuestro país y de nuestra literatura han ido decreciendo en su búsqueda del conocimiento, para poder siquiera precisar sus impresiones sobre la “(in)cultura política” que ha secuestrado a este país.

Estos intelectuales del siglo XX, alguna vez representados por Justo Sierra, Alfonso Reyes, Octavio Paz, Carlos Fuentes, Carlos Monsivais, José Emilio Pacheco, con sus muertes, han dejado un vacío de orfandad en la expresión del pensamiento, que ha sido trastocado a favor de la mercadotecnia de la industria editorial, como bien lo ha apuntado Gabriel Zaid en muchos de sus textos, y representada en sus Ferias de Libros y Lecturas, Premios Literarios de Poesía, Cuento, Novela y Ensayo, Becas de Creadores Jóvenes, todo con tal de sitiar al creador, y maltratarlo económicamente por la burocracia institucional, y volverlos rehenes de contadores y administradores de los Institutos y Secretarias de Cultura regidas bajo cualquier partido en el poder; todo con la aparente idea de llegar a las masas, pero manteniendo el precio de los libros en detrimento de las sociedades minoritarias, que los miran en ocasiones inalcanzables, porque apenas cobran el salario mínimo; o desdeñando la figura de la “beca por excelencia” hacia un “artista mendigante” al que se le puede decir: “Venga el próximo mes, su cheque aún no sale”.

Como ha dicho Zermeño, "la palabra “intelectual” sustituye a la del “pensador” (como individuo que se concibe a sí mismo como constructor de la nación en proceso), fraguada durante el siglo XIX. Así, el intelectual se define en principio como un hombre de letras y de cultura que remeda a la época del humanismo y, sólo posteriormente y según las circunstancias políticas, podrá concebirse como un hombre que puede tener influencia social y política." Esa figura del intelectual que se encuentra ahora moribunda en México, por la situación financiera, social y política hace que pensemos que "estudiar en México no es motivo ya de mejora económica". Los escritores mexicanos, a partir de 1950 comenzaron con la imitación a los escritores gringos y dieron mayor impulso sobre las creaciones respecto de la “volátil vida en las grades ciudades” como en la literatura norteamericana, alejándose de las búsquedas que perseguían imitar la cultura europea, e incluso la oriental (Juan José Tablada el arte japonés, Octavio paz el arte hindú).

La lucha entonces, entre el intelectual, la cultura, la política, la economía en el país, para este 2016, es una carrera de alcances y lejanías, donde la figura totémica del internet juega una parte primordial para aquella sociedad que se permite la "incipiente resistencia del ordenador", cuya enajenación en sus aparatos de acceso a la red, les ayuda a informarse, educarse, consumirse, y enviarse unos a otros, los motivos de su pensamiento. He acá, uno de los puntos primordiales en la recreación de la "poesía contemporánea de la internet": Si no alcanzo a comprarme libros, los descargo de las páginas de la red, si no logro ser considerado por una editorial, creo la propia, y llego a los lectores que tengo en la cercanía, y discuto con aquellos que se creen dueños de las verdades absolutas.

Este es el México que le fue heredado a los poetas que nacieron en la segunda mitad del siglo XX, en particular a partir de los sesenta (década de clara inflexión social y cultural). Y es sobre esos poetas, que al año en que escribo estas líneas, 2016, son parte fundamental en el reconocimiento de la tradición literaria y poética de todos los mexicanos que hoy pueden leerlos. Es por ello que los siguientes cinco puntos del cuestionario entregado a los lectores participantes pretende mostrar el conocimiento y reconocimiento que sobre estos autores se puede verter, y determinar si se les está permitiendo formar parte de la tradición poética de este país. Para analizar y desmenuzar las respuestas, podemos referirnos punto por punto.

a) Los poetas favoritos

Los encuestados mostraron tener preferencias variadas, y mencionaron a un total de 57 autores (33 hombres y 24 mujeres); entre sus autores favoritos no todos son nacidos a partir de 1960, hay algunos que nacieron en la primera mitad del siglo XX como las poetas Rosario Castellanos, Enriqueta Ochoa y Guadalupe Amor, y los poetas José Gorostiza, José Carlos Becerra, así como los poetas Baudelio Camarillo quien naciera en Tamaulipas en el año de 1959, y Neftalí Coria  nacido en Michoacán (1959). La preferencia por los poetas del México actual situó a Ernesto Lumbreras (Jalisco, 1966) con el mayor número de menciones, seguido por Armando Alanís Pulido (Nuevo León, 1969), Julián Herbert (Guerrero, 1971), Jeremías Marquines (Tabasco, 1968), Baudelio Camarillo y A.E. Quintero (Sinaloa, 1969).

Los demás poetas tuvieron el mismo número de menciones. Entre los hombres se mencionaron a: Jorge Fernández Granados (Ciudad de México, 1965), Armando Salgado (Michoacán, 1985), José Agustín Solórzano (Guanajuato, 1987), Balam Rodrigo (Chiapas, 1974), Fernando Trejo (Chiapas, 1985), Juan Joaquín Péreztejada (Veracruz, 1962), Rubén Chávez Ruiz Esparza (Aguascalientes, 1967), Benjamín Valdivia (Aguascalientes, 1960), Alí Calderón (Ciudad de México, 1982), Manuel Iris (Campeche, 1983), Ramsés Salanueva (Hidalgo, 1972), Aldo Robinson  Butzman (Durango, 1988), Lorenzo Morales (Tabasco, 1973), Mario Bojórquez (Sinaloa, 1968), Óscar de Pablo (Ciudad de México, 1979), Álvaro Solís (Tabasco, 1974), Francisco Alcaraz (Sinaloa, 1979), Roberto Rico (Chiapas, 1960), Marco Fonz (Ciudad de México 1965 – Chile, 2014), Luis Armenta Malpica (Ciudad de México, 1961), Félix Suárez (Estado de México, 1961), Samuel Noyola (Nuevo León, 1965) y Guillermo Vega Zaragoza (Ciudad de México, 1967).

Y entre las mujeres poetas mencionaron a Rocío Cerón (Ciudad de México, 1972), Dolores Dorantes (Veracruz, 1973), María Cruz (Ciudad de México, 1974), Jennifer Clement (nació en EEUU en 1960, viviendo en la Ciudad de México desde 1961), Claudia Posadas (Ciudad de México, 1970), Esther M García (Chihuahua, 1987), Hanna Figueroa (Nayarit, 1988), Maricarmen Gerardo (Veracruz, 1969), Sara Uribe (Querétaro, 1978), Ileana Garma (Yucatán, 1985), Gabriela Balderas (Ciudad de México, 1973), María Baranda (Ciudad de México, 1962), Natalia Toledo (Oaxaca, 1967), Irma Linares (Michoacán, 1960), Aída Valdepeña (Ciudad de México, 1976), María Rivera (Ciudad de México, 1971), Malva Flores (Ciudad de México, 1961), Angélica Santa Olaya (Ciudad de México, 1962), Roxana Elvridge-Thomas (Ciudad de México, 1964), Adriana Tafoya (Ciudad de México, 1974) y Estrella del Valle (Veracruz, 1971). Si agrupamos a estos autores en la geografía mexicana, por el lugar donde nacieron, entonces podemos observar que su distribución fue la siguiente: Ciudad de México (17 autores), Veracruz (4), Chiapas (3), Michoacán (3), Sinaloa (3), Tabasco (3), Aguascalientes (2), Nuevo León (2), mientras que en los estados de Campeche, Chihuahua, Durango, Estado de México, Guanajuato, Guerrero, Hidalgo, Jalisco, Nayarit, Oaxaca, Querétaro, Tamaulipas, Yucatán, y EEUU se mencionaron solamente a un autor.

De las 24 mujeres sugeridas como favoritas, 11 son nacidas en la Ciudad de México (45.8%), lo que parece indicar que no se está leyendo a las mujeres poetas nacidas en provincia, como sucede con los hombres poetas nacidos en provincia, ya que de los 33 poetas varones citados, solamente 6 son nacidos en la Ciudad de México (18.2%). Es interesante mirar que los poetas favoritos de los encuestados para este 2016 en su mayoría son nacidos en provincia: de los 57 autores, solamente 17 son nacidos en la Ciudad de México (29.8%). Es de importancia reconocer lo que Serrato Córdoba nos dice: “Los poetas prácticamente escriben para otros poetas especializados en temas literarios, lo que implica que el lector común y corriente tiene que hacer un esfuerzo mayor de comprensión” (Serrato Cordoba, 2008).

b) Los libros de poemas que se recomiendan

A los encuestados se les pidió que nombraran algunos de los libros de autores nacidos a partir de 1960 y cuáles recomendarían a aquellas personas que se quieran acercarse a la poesía en México. Estos son algunos de los libros que fueron mencionados:

El mayor número de menciones lo tuvo el libro El cielo de Ernesto Lumbreras; después, empatados en número de menciones, los poemarios 200 gramos de almendras de A.E. Quintero, El nombre de esta casa de Julián Herbert y Bitácora de Mujeres Extrañas de Esther M. García. Resulta sumamente refrescante que los lectores encuestados tengan entre sus recomendaciones el texto de esta poeta del norte de México, no sólo por el tema que se aborda, sino por tratarse de una autora nacida a finales de la década de los 80.

De Ernesto Lumbreras también mencionaron como uno de los libros que recomendarían leer a alguien que quiera acercarse a la poesía mexicana de nuestros días Lo que dijeron las estrellas en el ojo de un sapo. Del escritor Armando Alanís Pulido recomendaron dos de sus libros: Gritar por poder gritar y Combustión espontánea. También fueron nombrados dos libros del poeta Baudelio Camarillo: En memoria del reino y Poemas de agua dulce. Otros escritores de los que se mencionaron dos de sus libros como recomendables fueron: Francisco Alcaraz con La musa enferma y Tiempo en vuelo; Jorge Fernández Granados con Si en otro mundo todavía y Los hábitos de la ceniza; de Jeremías Marquines ¿Dónde tiene el hoyo la pantera rosa? y Acapulco golden. Para los encuestados estos libros fueron los que consideraron como favoritos por el número de menciones que recibieron.

Sin embargo, también fueron mencionados: Me llamo Hokusai de Christian Peña; Ni las flores del mal, ni las flores del bien de José Agustín Solórzano; Estancia de Ánimas de Armando Salgado; Braile para sordos de Balam Rodrigo; Solana de Fernando Trejo; El deseo postergado de Mario Bojórquez; Los endemoniados de Óscar de Pablo; Cantalao de Álvaro Solís; Atavismos del caminante de Lorenzo Morales; Ciencia del Alejamiento de Ramsés Salanueva; Ebriedad de Dios de Luis Armenta Malpica; Legiones de Félix Suárez; Bestiario íntimo de Neftalí Coria; En los brazos de Urania de Alejandro Farfán; Los disfraces del fuego de Manuel Iris; Mímesis para gusanos de Daniel Medina Rosado; La casa de la pereza de Juan Joaquín Péreztejada; Un naipe de picas de Rubén Chávez Ruiz Esparza; Toda la lluvia de Sergio Cordero; Nectáfora de Fernando Reyes; Desde la patria del insomnio de Guillermo Vega Zaragoza; El próximo extraño de Jennifer Clement; Pájaros de Kenia Cano; Ternura de Ileana Garma; Antígona González de Sara Uribe; Traslación de dominio de María Rivera; El libro de las grietas de María Cruz; Universo de Náufragos de Aída Valdepeña; Isla o sirena de Mary Carmen Gerardo; La selva afuera de Estrella del Valle; Imágenes para una anunciación de Roxana Elvridge Thomas; El árbol de la esperanza de Angélica Santa Olaya; y el libro Imperio de Rocío Cerón. También recomendaron: Hablemos de poesía, 20 ensayos sobre poesía actual mexicana, compilación Adriano Rémura y Sergio García Díaz.

Además, los encuestados nombraron libros de autores nacidos antes de 1960 como: Ojo de Jaguar y Cuadernos contra el Ángel de Efraín Bartolomé; Muerte sin fin de José Gorostiza; El otoño recorre las islas de José Carlos Becerra; Retorno de Electra de Enriqueta Ochoa; Yo soy mi casa de Guadalupe Amor; y Poesía no eres tú de Rosario Castellanos.

De esta forma podemos concluir que lo observado es indicativo de que la poesía mexicana para el 2016 es nutrida, desbordada y lo que es más importante leída. Más allá de las relaciones editoriales-lectores, las posibilidades de las nuevas tecnologías permiten el acercamiento desde diversos espacios del orbe, para la captura de los autores mediante sus obras literaria. Las plataformas electrónicas para poder levantar, trepar, subir los archivos en PDF de los poemarios ahí quedan, para que nosotros, los lectores nos podamos acercar a ellas. El tiempo que toda persona tiene frente a un ordenador, una tableta electrónica, un teléfono móvil que permite la descarga y lectura de archivos, brinda esa gran facilidad para llegar a un mundo incontable de lectores y lecturas. Que sean entonces nuestras lecturas de las obras, las que puedan enriquecer el gusto lector por la poesía mexicana, para poder consumirla, recomendarla a otros nuevos lectores.

Este pequeño ejercicio que no duró más de una semana, nos ha ofrecido una variedad de nombres, y de obras poéticas que no tendríamos por qué desdeñar de principio, y que sí nos podría permitir el acercamiento hacia nuevos conocimientos de la literatura que se está escribiendo y leyendo en esta república mexicana. Sea pues este un trabajo que permita el diálogo, y establecer la posibilidad del gusto, de un fragmento de lectores de poesía, que tuvieron a bien responder los siete puntos de la encuesta.

Referencias

Domínguez Chávez, H. 2011. 1940-1970: el contexto socioeconómico y político. Historia de México II. Tercera Unidad. Programa de Cómputo para la Enseñanza. UNAM. 11 pp.

Espinasa, J. M. 2012. Nacionalismo, cultura e identidad en el siglo xx mexicano. En: Los grandes problemas de México. Coordinadores generales Manuel Ordorica y Jean-François Prud’homme. 2. MOVIMIENTOS SOCIALES. El Colegio de México. Ilán Bizberg y Francisco Zapata. 374 pp.

Serrato Córdoba, 2008. La enseñanza de un nuevo canon de poesía mexicana. Un diagnóstico y una propuesta. pp: 181-196.

Zapata, F. 2012. Movimientos sociales y conflicto laboral en el siglo XX. En: Los grandes problemas de México. Coordinadores generales Manuel Ordorica y Jean-François Prud’homme. 2. MOVIMIENTOS SOCIALES. El Colegio de México. Ilán Bizberg y Francisco Zapata. 374 pp.

Zermeño, G. 2012. La invención del intelectual en México. En: Los grandes problemas de México. Coordinadores generales Manuel Ordorica y Jean-François Prud’homme. 2. MOVIMIENTOS SOCIALES. El Colegio de México. Ilán Bizberg y Francisco Zapata. 374 pp.

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Jueves, 05 Enero 2017 05:58

Auto entrevista a modo de manifiesto

 

 

Auto entrevista a modo de manifiesto

A los desertores de la vida y de la poesía:

“La poesía no es una P en la frente”, Homenic Fuentes.

 

1. ¿Qué es Verso Destierro?

Como muchos de ustedes saben, Verso destierro con el lema poesía para evolucionarte y ser, es un proyecto que se ha perfilado en el conflicto, refiriéndonos con esto, al choque o confrontación constante con el lector o escucha de la poesía. Esto obviamente mediante la poesía y su cuestionamiento ideológico, para provocar la reflexión sobre las poéticas que nos atañen.

Fundamos este proyecto como revista en 2004, para posteriormente, dadas las necesidades propias y ajenas, evolucionar en editorial, promotora cultural etc., después en 2007 fundamos el Torneo de Poesía “Adversario en el Cuadrilátero”, aún hoy un escándalo para críticos y poetas costumbristas. Como el caso de Josué Ramírez, que declara en “La culpa es por cantar”, apuntes sobre poesía y poetas de hoy de Malva Flores, CONACULTA/ Literal Publishing oct. De 2014, donde se atreve a afirmar lo siguiente: “Leo que hay una convocatoria a un Torneo de Poesía, ¿el aplausómetro decidirá? ¿Entre más lirica mejor? ¿Es más chida la poesía que se escucha gacho? ¿Uno escribe poemas para ser famoso? Vaya con tanta pinche frivolidad: la cultura como un espectáculo, (se ha dicho tanto) es una máscara que anima el baile de los insatisfechos. Puede uno o una reírse, decir que está bien, que será divertido, que entre más se lea en la plaza pública seremos de nuevo trovadores o juglares, o muy al estilo de las vanguardias de principios del siglo pasado, o a las manifestaciones de los 60, o muy performático y vistoso, pero acaso sólo es una forma más del exceso, otro producto de la cultura del desperdicio. Almacenemos, hagamos mucho y almacenemos, un chingo para vender un chingo. ¿Y la poesía?, ah, hay que ser escandaloso, aparentar ser crítico de una realidad, por lo demás imperfecta, perfectible, cambiante por naturaleza, hay que mentarle la madre al Estado y vivir de los presupuestos Universitarios, bajo el cobijo de la palabra autonomía,…”Declaración -entre otras parecidas- que termina reflejando la frescura de un proyecto que con los años se ha robustecido y lejos de ser una “moda”, se puede convertir en un deporte real en escuelas y otras instituciones, pues el facilitar el acceso a la poesía a la sociedad, puede ser el avance de un reto no trascendido en México durante muchos, pero muchos años.

Los preceptos fundamentales de Verso Destierro han sido desde su creación: 1) El conflicto como ya se mencionó; 2) El rescate de poetas con una obra vasta relegados por distintas circunstancias; 3) El impulso a poetas emergentes jóvenes o no, para dar a conocer su trabajo. Esto hasta ahora logrado a través del impacto de mover literalmente sus libros en todo sitio que nos sea accesible (a pesar de la expulsión de uno de nuestros compañeros, -dicho sea de paso- de la casa del poeta Ramón López Velarde hace unos años por vender estos libros de poesía de mano en mano), distribución en algunas librerías, encuentros, ferias, etc. pero sobre todo, la difusión por no decir publicidad, que hacemos para nuestros autores, enlazándolos mediante nuestra recomendación en otros círculos. Esto sin omitir a los que no han publicado con nosotros. Pues durante dieciséis años, organizamos imparables lecturas de poesía en diferentes recintos, cada semana invitábamos a poetas de todas edades, con trayectoria o sin ella, y con diferentes tipos de propuestas. A su vez, que cada miércoles de mes, también incluimos mesas de crítica, para no solo escuchar a los poetas y luego platicar nuestros pareceres en secreto, sino para exponernos y conocer criterios y formar otros. Modestia aparte, podemos afirmar sin caer en la mentira, que somos el único proyecto que ha realizado esto, sin ninguna clase de recurso económico, durante dieciséis años, sin cobrar a los asistentes y que muy rara vez nos pague alguna institución para realizarlo. Esto lleva al punto 4, que ha sido y es, nuestro enorme amor a la poesía y a sus oficiantes; este no ha sido un proyecto a secas, sino un proyecto de vida, creado con altos ideales; reunir a la poesía con la filosofía, con la psicología, la sociología, con la ciencia en general, pues consideramos que la poesía, como arte mayor, no puede ni debe estar lejos de estas materias que la enriquecen y la vuelven un instrumento de pensamiento y de reflexión.

 5) Como proyecto de choque que ha sido, para estos fines, construyó “Adversario en el cuadrilátero”, (no se confunda con el Slam Poetry, pues su dinámica es distinta), con la intención de confrontar, para que bardos y público se enfrenten con la realidad de lo que significa escribir poesía en un país donde tiene una preponderancia mínima, donde las mafias desesperadas bloquean todo, he imponen sus criterios, sean certeros o no. Donde el que se dice poeta, en su egoísmo no le importa en absoluto su lector, ni mucho menos su escucha y se da por servido con sus becas, el dinero de sus premios etc. como si esto ya fuera suficiente. Para aquel que editar un libro, no es más que un simple protocolo burocrático, donde los certámenes de poesía, se manejan a sobre cerrado, y no nos enteramos los lectores, a ciencia cierta, si en verdad el que ganó era el mejor poemario o el menos peor, si los otros quizás, estaban al nivel o no, pero tenían una propuesta que aunque imperfecta, era lo que estábamos buscando leer. Esta es parte de la propuesta de Verso Destierro, y es donde reside su mayor fuerza, en hacer lectores, en crear lectores de poesía. Pues consideramos que el mayor poder de un proyecto es este; la elección del lector y mejor aún, del escucha de la poesía.

 6) Consideramos que tenemos una responsabilidad social y, por lo tanto una línea editorial volitiva, de contenido, y de evolución.

¿A qué panorama se enfrenta? Hablemos un poco de antologías, ensayos, grupos, personajes.

 A codazos ha podido insertarse en un panorama hostil, donde todo está muy establecido, refiriéndonos sobre todo a los mecanismos de “avalación”, un medio literario donde se piensa que para hacer las cosas solo hay una manera y, es estar siempre al amparo de las instituciones del Estado o tener un cargo público dentro de él. Y donde los poetas que se declaran de izquierda, o contra del sistema, terminan también convencidos de que éste es el único método para lograr el reconocimiento. Los más ambiciosos saben, que así conseguirán los viajes y el dinero para difundir su obra. Y es cierto que así es, poetas y pseudo poetas de ambas caras de la moneda lo avalan y se vuelve verdad, el único método porque muchos de los que se dicen de izquierda cobran con la derecha, prostituyen su trabajo poético para ser protegidos he impulsados por sus maestros o tutores. (No me refiero con esto al oficio de escribir buenos versos a secas, sino a la peor prostitución que es la ideológica) donde vemos ediciones enteras ganadoras de premios con versos codificados a favor de sectas y cofradías religiosas u esotéricas, saltándose el Estado laico. Poetas vendidos a un partido político, en un país donde no hay ideales ni propuestas políticas, solo politiquería y corrupción de un partido u otro. Donde el hueso y la colocación, es lo más importante. Ahí vemos a nuestros poetas en este desfile, en el plantón de los cargos públicos, donde bardos que se dicen militantes trosquistas, marxistas o anarquistas, trabajan muy cómodos en el Museo de la Ciudad, en Secretaría de Cultura, en CONACULTA, en Bellas Artes, incluso en los Faros etc. Y se convencen: “…es que voy a cambiar el sistema por dentro”. Y vemos la falta de congruencia en lo cotidiano, en los que vociferan: “pinches becarios, malditos paracitos” pero viven tórridos romances con las becarias; “…es que está bien buena”, se dicen, “pero así la voy a convencer de que ya no lo haga”, justifican. Y los “marginales”, por decirlo de una manera despectiva; súper contestatarios, muy cínicos y peleadores, pero al final, la realidad los ubica en su mediocridad, en la falta de propuesta, la falta de profesionalismo en la cuestión editorial, (porque ahí en estos grupos todos son editores), en la falta de visión y en la credulidad de que ser “reaccionarios” como se dicen y enorgullecen; es escribir con K, es ser un “macho alfa”, un “chacal”, un borracho seguidor de Bukowski, un drogadicto que escribe poesía “porno cochinona”, un “provocador” que escribe sobre “pedos, pitos y putas”, utilizando el lugar común de la misoginia como vanguardia. Esto lo expresa en un ensayo reciente y de manera certera Hortensia Carrasco Santos, en el libro de ensayos “Hablemos de poesía”.

 Usualmente, esta “poesía” es la que hemos escuchado en el Slam Poetry, pero también en recintos como la Casa del Poeta, Casa del Lago, Bellas Artes, etc., En voz de algunos “importantes” poetas, un mismo mensaje, solo que mejor versado y aderezado, pero en esencia compartida por estos y los otros una misma propuesta.

 Este es el contexto que nos ha tocado vivir, durante estos dieciséis años de trabajo. Hemos sido un proyecto que se sitúa entre estos dos grupos, que a fin de cuentas empatizan con las mismas ideas. Nos ha tocado ser golpeados por muchos de la “oficialía” y mucho más por los que se dicen “puros” por no ser reconocidos por el Estado y que se consideran anarquistas, pero que siguen formados esperando ganar el Elías Nandino o resentidos por no salir en la antología de Juan Domingo Arguelles, que planean en la oscuridad de una cantina la revancha y poder sacar una antología más grande y ostentosa, que derrumbe la mencionada. Un gran “Atlas”, que aplaste a Argüelles, por no tener visión y no incluirlos.

 Y que esto se entienda como es, no digo que las aguas de la corrupción y la incongruencia, no nos hayan alcanzado, de hecho, varios de los elementos que conformaban nuestro proyecto en un principio, fueron cubiertos por estas aguas y triste e irónicamente fueron desterrados, en aras de mantener el respeto y los principios originales.

¿Cuáles son las inclinaciones actuales de los jóvenes?

Respecto a los jóvenes, digamos los nacidos a fines de los 80 y muchos de los 90, es notorio que su meta principal es el escalonamiento y, más que el reconocimiento a su trabajo, buscan los mecanismos de poder, están muy interesados en obtener estos a toda costa. Muchos de ellos, creen que no necesitan saber de poesía y opinan que no hay nada que puedan aprender a sus antecesores ni maestros. Vienen con la arrogancia de la juventud, creyendo que pueden cambiar las políticas del arte por cambiarlas, caminan con apuestas avejentadas que desean ardientemente poner en práctica, cuando echando un vistazo crítico a la historia, sabemos los resultados.  Algo está fallando a nivel educacional y, es obvio que hay un estancamiento en la información y por lo tanto, en su formación.

Autores rescatados por el proyecto y por cuáles apuesta. Y mencionar otros aunque no sean del grupo.

 A lo largo de estos años hemos logrado publicar a más de 300 autores. En ediciones con un tiraje de 1000 ejemplares, considero que es lo mínimo para hacer una distribución y una difusión respetable a un poeta. Hemos publicado y seguiremos publicando vates de indiscutible calidad, como el maestro Enrique González Rojo Arthur, Raúl Renán, Saúl Ibargoyen, los recién fallecidos  Máx Rojas, Norma Bazúa y Josúe Mirlo. También apostamos por la obra de poetas más jóvenes, dentro y fuera de nuestra editorial como Neri Tello, Hortensia Carrasco, Hugo Garduño, Gerardo Escalante, Dulce Chiang, Artemisa Téllez, Grissel Estrada, Kenia Cano, Gustavo Alatorre, Venancio Neria, Mónica Suarez, Adriana Ventura, Alejandro Campos Oliver, Joe de la Rosa, Ricardo Castillo y Ángel Carlos Sánchez, entre otros.

 

 

 

 En este panorama, ¿qué ha logrado el proyecto y a su vez la editorial?

Un resultado de más de 300 poetas publicados, algunos premios ganados a mejor edición, una buena opinión de los lectores sobre los títulos publicados, obtener el reconocimiento de varios grupos por nuestra labor, tanto editorial como por la promoción cultural, formar lectores de poesía y, entre tantas otras satisfacciones, tener injerencia en la trasformación del panorama actual. Un paisaje que pese a todo, nos ha dado cabida y nos ha dado poco a poco su voto de confianza, que espero no defraudemos.

Y pese a lo dicho anteriormente -que pareciera una visión pesimista-, al contrario, es positiva, pues sacamos a ventilar nuestros trapos propios y ajenos, al viento, al agua, al polvo y no al sol, pues ante un sol enfermo, esto pierde sentido. Opinamos que no debemos temer a la confrontación, pues mediante la confrontación hay más posibilidades de resolver, no hundirnos en los rencores, en la enemistad eterna entre los grupos, culpando a los otros de nuestras irresponsabilidades cuando no tomamos parte activa de la situación y cuando no reconocemos nuestras propias decisiones. Cuando damos la espalda a nuestros colegas, según por un “bien mayor”.

 Este texto es positivo porque es un primer punto. Porque prosigue el conflicto y ahora por fin el panorama literario está permitiéndose mayor apertura, ejemplo de esto, son las palabras de Malva Flores: “Algo de lo mucho que se ha dicho sobre aquel momento se me quedó grabado: “todos podíamos ser artistas”. Más de cinco décadas después, parece una realidad que va saltando de rama en rama, de muro en muro, de tuit en tuit. La distancia entre la poesía y la calle parece que se acorta y nunca como hoy es cierto aquello de que todo está en todo. Tal vez por ello, en el paisaje de la poesía ya no es políticamente correcto distinguir las liebres de los gatos, porque ya no hay liebres ni gatos sino un animal mestizo”.

Y nos sentimos honrados, porque esto ha sido desde años la intención de Verso Destierro, lograr que un fenómeno así, se produjera. Y que mejor ser uno de los autores intelectuales de ello.

 

 

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