Si el poeta refleja la realidad que lo circunda. Como librarse del odio generalizado que lo envuelve. Que escribir en un ambiente hostil marcado por la cultura de la muerte y la ignominia. la NOTA ROJA es la nueva poesía en el mundo globalizado . Basta abrir un numero cualquiera de las revistas político social, que se publican en cualquier rincón del planeta. Nunca falta grandes espacios destinados a la violencia y sus múltiples fauces destructoras. Hay una constante de exaltar el odio o de señalarlo con morbo comercial y otras veces en forma chovinista. La poesía ha perdido su combatividad. La búsqueda constante de la verdad y el anhelo de justicia latente y se va convirtiendo en una palabra de odio y de venganza.
Cuando algún conflicto social estalla en violencia, en desapariciones y ríos de sangre, el discurso del poeta cambia, se centra en los resultados del dolor humano. Algunos toman caminos equivocados y hacen de la poesía una arma mas de guerra, agitando aun mas la ferocidad latente. otros utilizan una violencia mas sutil. Acallan la palabra, la desaparecen, guardan silencio ante el conflicto.
Ante tanto odio social, marcada por la cultura de la muerte y la violencia debería existir un arte que mire mas allá de las trincheras ideológicas, y aun mas allá de la sangre derramada. Que estimulen la conciencia para ahondar en la condición humana y así lograr entender la dimensión de la tragedia y el sufrimiento de las victimas . Que si bien este comprometida con el dolor y la rabia. También pueda reflejar una postura firme y combativa , sin ser una edición mas de la nota roja explotando la tragedia para fines políticos y literarios. O peor aun siguiendo el espejismo barato de querer registrar la historia social del país con realizaciones que son paja . Esa obsesión de decir por decir sin detenerse ahondar en como decirlo y mas hoy que la misma palabra esta en crisis. Pues hay tantos poetas que intentan construir la paz lanzando palabras ha diestra y siniestra ocupando la silla del usurpador. Sentándose en la mesa del escarnecedor. La palabra ha perdido credibilidad pues cuando hablamos de justicia y libertad el rumbo puede ser catastrófico pues pueden venir de la misma estructura mal sana de las líneas de un estado de derecho corrupto.
Este texto no tiene la idea de legitimar algún camino. Sabemos que el proceso de creación en estos momentos es complicado para el poeta en medio de tanta violencia e injusticia social. Podemos abominar los crímenes de las dictaduras y los asesinos con sueldos en las altas esferas de la sociedad, o el ajusticiamiento político ante una ciudadanía indefensa y el nulo castigo de los victimarios pero; la poesía debe procurar que cada alumbramiento se aleje de la esfera de lo irracional y pueda entrar en un ejercicio critico y de permanente reflexión ante los conflictos. Buscar bajo la piel del lenguaje la palabra justa. La esencia de trasgredir sin ser palabras al aire a manera de nuestra política nacional. Darle sentido y carne en una estética congruente de resistencia y lucha. Estar a favor de la no violencia. Entendiendo como violencia el hecho de impedir a las conciencias a ocupar su lugar natural. De modo que solo puede medirse en términos de libertad.
Deberíamos estudiar a fondo nuestro entorno cultural: la violencia verbal en los medios de comunicación. La proliferación de los juegos electrónicos que emulan sangre. Los programas televisivos de chismes y diretes. Y sobre todo la manera de los gobiernos de idiotizar el arte comprometido encausándolos en los modelos comerciales que limitan la razón. Tanto es que nuestra literatura se encuentra inmersa en estos temas no por una convicción de justicia y libertad. Tanto que ya se le ha ido atribuyendo como una cultura y se le a rotulado en géneros destazando a la poesía como si fuese una res cuya única finalidad es saciar los apetitos y los gustos de una sociedad hambrienta de publicidad y marketing.
La violencia a rebasado la esfera del arte, creando nuevos sicarios que asesinan la poesía y la exhiben ajusticiada, con las coyunturas rotas, y una capucha de plástico estrangulando el cuello: fiel metáfora de la descomposición humana.
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